Avanzado ya el mes de junio, hay muchas empresas que ya han implantado la jornada continua esa de horario de verano. Yo el tema lo conozco de oídas, porque la mía no. La mía se rige por un convenio colectivo de esos que sirven para todo el sector de oficinas y despachos, que ya entiendo yo ahora lo del añadido de “despachos”: sirve para darle la razón a quien lo tiene más grande, el despacho, entiéndase. Y el caso es que en el convenio figura, pero otra cosa es que se aplique.
Yo, visto lo visto, para la hora de comer tengo hasta cinco opciones:
1.- Ir al gimnasio y quedarme sin comer.
2.- Comer en la oficina.
3.- Comer de restaurante (menú)
4.- Comer de restaurante (menu...do atracón me pego).
5.- Comer de mala manera.
La primera, como que tengo cierta tendencia a descartarla aunque a veces resulte conveniente, y más ahora que se acerca la temporada estival y no está bien visto lo de ir haciendo el ridículo por esas playas con que la madre naturaleza ha dotado a este maravilloso país de contrastes, que parezco un anuncio de Viajes Marsans, de toda confianza.
Pero, qué quieres que te diga, yo no he visto cosa más aburrida que lo de la cinta de correr fija, la bici fija, el aparato de pesas fijo,...¡qué fijación, por Dios! Que digo yo que con lo que adelanta la ciencia, que es una barbaridad, ya podían poner una pantalla panorámica delante de la bici para que al menos vieras cómo te anima la gente, que te esta pensado el culo, campeón.
Y luego además es que el esfuerzo no te compensa. Porque bajas al vestuario a darte tu duchita y allí te encuentras al maromo de turno mirándose al espejo y sacando músculo, que encima el tío dice que es que se está abandonando y no se encuentra en forma. Pues si él se está abandonando yo lo que debo estar es caducado, dada la diferencia de anchura de espaldas entre un tipo y otro.
Así que descartada la opción uno vamos con la dos. Aunque nosotros tenemos en el trabajo el kit de supervivencia - nevera, microondas y cafetera - lo de comer en la oficina a mi no es que me guste mucho, que luego se te llena el teclado de fideos y cosas así. Además, siempre aparece el graciosillo de turno que te cuela el comentario en el blog: “Fulanito dijo... ¡buen provecho!, y la próxima vez te tapas la boca y te limpias los morretes, cochino, que te has dejado enchufada la webcam”.
La opción tres resulta al final la más apañadita, porque la 4 queda para ocasiones especiales o para cuando se trata de comida de trabajo, y ahí el que paga es el dueño del despacho grande que os decía antes.
Aquí al lado hay dos sitios que depende del tiempo. No de si llueve o hace sol, sino de la hora. Si tienes de sobra, pero de sobra de sobra, al tiempo me refiero, puedes comer de tapeo, por compensar lo del gimnasio más que nada. La primera cañita te la plantan rápido, nada mas entrar, pero lo de las raciones, eso ya es harina de otro costal, que digo yo que dónde coño estará el costal ese al que han ido a buscar la harina para los boquerones. Cuando por fin te ponen la ración, en la caña no queda rastro ni de la espuma, y claro, otra cervecita para pasar los boquerones, y cuando te la traen, de los boquerones ni las raspas, y otra ración para acompañar la caña... Tengo entendido - que yo nunca lo he logrado - que si consigues que coincidan una vez caña y ración encima de la mesa te dan premio: un abono para el gimnasio, que ya te irá haciendo falta, y un muñeco de Cruzcampo, por tu contribución a la causa.
Como hay que volver a la oficina, que no olvidemos que no hay jornada intensiva, estoy dejando lo del tapeo y me voy a otro sitio, que ahí sí que no hay problemas de tiempo, todo lo contrario. A mi me han llegado a servir nada más pedir los tres platos a la vez, y el camarero se te planta detrás del cogote como vigilándote, que comas deprisita, rico, que tengo gente esperando. Yo creo que además es el mismo que el que se mira al espejo en el gimnasio o al menos se parecen mucho, sobre todo de espaldas. A mí ahí la comida no me suele caer bien, no sé por qué.
Pues nada, que la conclusión es que te pongas como te pongas te quedas sin siesta, que es lo que importa, para qué vamos a engañarnos. A no ser que optes por la opción dos, te la eches encima del teclado y te despiertes, claro, con las pestañas llenitas de fideos, tío guarro.
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