martes, mayo 18, 2010

De personas y personajes

- Hola buenos días, ¿es usted Estilografic Punto Blog?
- El mismo, sí señor. ¿Y usted quién es, buen hombre?
- Yo soy don Gerundio.
- ¡Caramba! Pase, pase y tome asiento. Lo estábamos esperando.
- ¿Me estaban…?, ¿entonces no está usted solo?
- Bueno, sí, ahora sí, pero los otros están a puntito de llegar.
- ¿Los otros? Me está usted asustando. Esto me suena a peli de Amenábar.
- No hombre no, los otros son… pues eso, los creadores.
- Vamos a ver, ¿pero el creador no es usted?
- ¿Quién yo? No me haga reír, don Gerundio. Yo soy más o menos como usted.
- ¿Como yo? Pues no le veo yo el bigote.
- Me refiero a que soy, como usted, un simple personaje.
- Bueno, simple, simple, lo que se dice simple, tampoco. Yo no sé usted, pero yo, aquí donde me ve, tengo mis cositas…
- Ya hombre ya, no me lo tome usted a mal. Quiero decir que los verdaderamente humanos son… ellos.
- Veo que está usted muy confundido, señor. Yo soy humano como el que más. Que en mi historia haya patos, osos, pajaritos y hasta arbolesas, no quita para que yo sea una persona humana. Ya sabe: don Gerundio, un tipo divertido y singular.
- Sí, sí, si usted será todo lo divertido y singular que quiera, amigo, pero no deja de ser un personaje. De humano no tiene un pelo.
- ¿Está seguro de lo que dice?
- Segurísimo.
- ¿Y qué me dice de usted?
- Pues más o menos lo mismo. A mí me crearon para este blog y nada más.
- Entonces, a mí me crearon también sólo para mi blog y nada más.
- Ah, ¿pero tiene usted un blog?
- Sí, el blog de Don Gerundio. Se abre hoy. Pinche aquí despacito y lo conocerá.
- Fíjese, pues eso yo no lo sabía. Yo pensé que le habían creado sólo para el libro, el de Don Gerundio en el Bosque de la Prosa, que a puntito está de salir a la venta.
- Pues mire, si me han creado para dos cosas en algo ya le gano yo a usted.
- Ahí le tengo que dar la razón.
- Y dígame, señor Punto Blog, ¿en que nos diferenciamos nosotros de los humanos, básicamente? - ¡No me diga que no lo sabe!
- ¿En la edad de jubilación tal vez?
- No.
- Entones en las pensiones, seguro.
- Tampoco.
- ¿En el recorte salarial?
- No da usted una.
- ¿Pues en qué entonces?
- Básicamente… en lo del servicio.
- ¿Qué pasa, que tiene usted empleados del hogar?
- No, me refiero a la costumbre humana de acudir periódicamente al servicio o escusado para realizar lo que ellos denominan “sus necesidades”. Precisamente allí se encuentran ahorita los otros, por eso no han llegado todavía.
- Vaya, ¿y dice que son varios?
- Ya lo creo. Primero está el tal Velasco, el tipo que ha escrito su libro y ha ideado, a grandes rasgos, las características principales de su personaje.
- Mala espina me da el tío ese.
- Imagínese, también me ideó a mí… Y luego está el otro, que yo no sé si será peor.
- ¿Quién?
- El dibujante, un tal Poyatos, que ha sido quien le ha dado a usted forma y figura, ese cuerpo serrano que usted tiene a gala lucir.
- ¡Otro que tal baila! Pues a ese tengo yo ganitas de echármelo a la cara…
- Y yo que le comprendo. Y luego están los editores, también conocidos como el clan de los Clandestinos o Policarbonados, responsables de la edición del libro que a usted le da la vida.
- Los listos que luego se llevan la pasta, ¿no?
- Bueno, me da a mí que la pasta al final, si la hubiere, se la reparten entre los unos y los otros, de manera que ni usted ni yo vemos un euro. Así es la vida de los personajes, qué le vamos a hacer.
- Oiga, y dígame, que ya oigo la cisterna, señal de que se nos acaba el tiempo: ¿hay alguien más?
- Claro que hay alguien más, don Gerundio. Si nos quedan los más importantes…
- ¿Y de quiénes se trata?
- De los lectores, amigo don Gerundio. Se trata de los lectores, a los que pacientemente esperamos con los brazos abiertos. Porque, con servicio o sin servicio, créame, sin ellos no somos nadie.

miércoles, mayo 05, 2010

¡Qué ilusión!

Estoy últimamente en un etapa de relecturas, lo cual puede significar varias cosas: (a) que la crisis económica está causando estragos de manera tal que uno no tiene ni para llevarse un libro nuevo a la boca; (b) que servidor se está haciendo ya mayor; (c) que el menda lerenda ya se ha leído todo lo que se puede leer en esta vida. Descartada al menos la opción c, eso seguro, el caso es que acabo de reterminar una novela que leí hace años y de la que guardaba un grato recuerdo: La Plaza del Diamante, de Mercé Rodoreda.

Pues una vez releída, su relectura, más que llenarme, se puede decir que me ha rellenado. Me voy a ahorrar en adelante tanto recurrente prefijo repetitivo “re”, pues ya ha quedado bien clarito que la había leído antes y no merece la pena insistir e insistir, ahí todo el rato erre que erre... Porque si no, entre relectura, reterminar, releer, recuerdos y Rodoreda, se me está revolviendo la retórica a base de redundantes retruécanos, recórcholis.

Lo que quiero decir es que tras la segunda lectura de la novela de Rodoreda me han surgido una serie de disquisiciones acerca de la literatura misma que me apetece compartir con todos ustedes vosotros, mis queridos y nunca del todo bien valorados lectores. Eso sí, sin detenerme lo más mínimo (pese a que la novela se encuadre como se encuadra en la época en que se encuadra) en el manoseado asunto del guerracivilismo, que tantas y tantas veces acaba convirtiéndose más bien en incivilismo y en el que no me apetece ni un poquito revolcarme, qué queréis que os diga.

A lo que voy; que se me antoja que hay al menos dos maneras de enfrentarse a toda obra literaria, o yo diría mejor que a toda obra artística. Una es la del lector/espectador que podríamos calificar como “estático”. Me refiero a aquel que se limita a disfrutar de la exterioridad de la obra, sin preguntarse nada acerca de cómo ha sido construida, aquel que se detiene en el contenido pero se olvida por completo de la estructura. Otra actitud es la del lector/espectador “dinámico”, aquel que además de disfrutar de los valores externos de la obra, trata de ponerse en la piel del creador, y para ello realiza el proceso contrario al de éste: deconstruye la obra, es decir, la deshace y descompone para tratar de saber cómo demonios ha sido creada.

Con la perspectiva del tiempo, creo estar seguro de que cuando leí La Plaza... hace la tira de años, me comporté como un lector estático, y sin embargo ahora, en esta última lectura, me he comportado más bien como un lector dinámico. Me parece, no obstante, que ambas maneras de enfrentarse a la obra son muy válidas y, es más, considero que el verdadero éxito de una obra artística consiste en saber llegar a ambos tipos de receptor, el estático y el dinámico por igual. Satisfacer, en definitiva, a la crítica y al gran público. The Beatles y pocos más, aunque se trate de otra faceta artística, han conseguido algo semejante hasta la fecha, me parece a mí.

Pero, ¿por qué ese cambio de perspectiva a la hora de enfrentarme a una misma obra? Opté por releer La Plaza... después de que durante una mis clases de español para extranjeros una alumna me pidiera que le ayudase con la lectura de algunos capítulos de la novela. Aunque recordaba el contenido vagamente, de repente descubrí en no más de dos hojas del libro toda una serie de valores literarios, tanto formales como estéticos, que llamaron poderosísimamente mi atención y que fueron los que, en definitiva, me empujaron posteriormente a una segunda lectura.

En uno de esos capítulos, Natalia, la protagonista, regresa a casa después de dejar a su hijo en las colonias durante la guerra porque no tiene para darle de comer. En el camino de vuelta, con el nudo en la garganta, se pone a llover y la varita del coche va de un lado para otro, limpia que te limpia, “y como un río de llanto el agua resbalaba por el cristal abajo”, cuenta la protagonista.

Y el profe de español que se me emociona, el muy tontorrón, que está muy sensiblote últimamente, y la alumna que no entiende nada va y le dice, qué pasa, que no me entero... ¿No lo ves? –le explico a mi alumna - Natalia no va a llorar, no, la guerra ha endurecido su corazón, pero ya lo hace la lluvia por ella. Eso no es otra cosa, mi querida alumna, que purita literatura.

Delicadezas como ésta, o como el asombroso dominio del monólogo interior durante toda la obra, no pueden pasarle desapercibidas a un lector dinámico, y yo, creo que sobre todo desde que me ha dado por escribir, me he convertido en uno de esos que, cada vez que lee algo que cae en sus manos, no se conforma con saber qué le están contando, sino que quiere enterarse también, y sobre todo, de cómo se lo están contado.

Y más a partir de ahora que pronto, muy prontito, verá la luz mi primera criatura literaria, de la que os iré dando las oportunas noticias. ¡Qué ilusión!

jueves, abril 15, 2010

Relatos encadenados: (1) El agujero

Doy inicio con este estúpido relato a una serie de relatos encadenados. ¿Que en qué consiste la tontería? Pues en ir publicando relatos varios que tendrán alguna relación entre sí, por ejemplo, que un personaje secundario de uno (véase la Juani) será el personaje principal de otro, y cosas de ese tipo, y quedarán enlazados mediante un link de esos. ¿Qué por qué este relato no enlaza todavía con ninguno? Pues porque es el primero, dadme un poco de tiempo, leches.

Ah, y perdón a
tod@s por la larga ausencia, majos, que mira que sois majos.

Había un agujero en la pared.
A Rodolfo, que vivía el pobre hombre solo desde hace la tira de años en un casita muy muy vieja de la Calle de la Pezuña, le dio un día por descolgar el cuadro del difunto tatarabuelo Genaro que colgaba de la pared del salón.
- ¡Ondié!, ¡un bujero! -, exclamó.
De más estará explicar que ni se dice “bujero” no se dice “ondié”, pero es que Rodolfo habla así, y éste es un relato realista y verídico que trata de ser fiel a los hechos y a la verdad.
- ¡Un bujero! -, insistió.
En efecto, había un agujero en la pared. Tampoco es que fuera gran cosa, era más bien chiquito, pero lo suficiente para llamar la atención de Rodolfo, que tampoco es que tuviera muy buena vista, el hombre.
Total, que Rodolfo se acercó al agujero e hizo lo que cualquiera haría en un caso como éste, dejarse llevar por la curiosidad y asomarse a ver si conseguía ver algo por el agujero.
- ¡Ondié! -, volvió a exclamar. Y se retiró asustado.
Rodolfo se dirigió al teléfono y marcó el 000 de emergencias, que era el número que su sobrina la Juani le había apuntado “pa’que lo marques si te pasa algo”, le había dicho.
- ¿Y por qué no te llamo mejor a ti, mujer? -, le había contestado Rodolfo a su sobrina.
- A mi déjame tranquila, que bastante tengo con lo mío.
Es que la sobrina de Rodolfo, la Juani, estaba de los nervios. Por eso no quería más complicaciones, que bastante tenía con lo suyo.
- Emergencias cero, cero, cero, dígame -, contestó una voz al otro lado del auricular.
- Yo llamo por un bujero -, se explicó Rodolfo.
- Señor, que tengamos tres ceros no significa que arreglemos agujeros. Está usted llamando al servicio de emergencias de la policía, ¿lo sabe?
- Sí, sí, es que en el bujero hay... un ojo.
- Ah, es usted otra vez el tipo de la Calle de la Pezuña, ¿no?
- Estooooo, sí, pero...
- Ya están llegando, ya están llegando... No sea usted impaciente, hombre, que para desplazarse desde el cuartelillo hasta la Pezuña se requiere un tiempo...
Rodolfo, la verdad, no recordaba haber llamado antes al 000 de emergencias, pero dado que su memoria comenzaba a fallarle se dijo, bueno, se me habrá ido de la cabeza, y se fue otra vez para el agujero a ver qué se veía.
- ¡Ondié!
Allí seguía el ojo, observándole a través del agujero desde el otro lado. Asustado, optó por volver a marcar el 000, el de emergencias.
- Emergencias cero, cero, cero, dígame -, contestó una voz al otro lado del auricular.
- Soy el del bujero, se explicó Rodolfo. Que ahí sigue el ojo.
- Que ya, que ya..., que acabo de hablar con el comando enviado y me dicen que ya están ahí con usted y....
- Oiga, yo estoy solo, aquí no hay nadie.
- ¿Cómo que no hay nadie? Si me han dicho que están a punto de tirar el tabique abajo y....
¡Pataclummmm...!
El tabique del salón de Rodolfo se le vino encima, dejando al descubierto la casa de Don Fulgencio, el vecino de Rodolfo, acompañado de tres fornidos policías luciendo la leyenda 000 sobre la ceñida camiseta que marcaba sus musculosos pechos, blandiendo mazas, martillos y martinetes.
- ¡Ondié! -, exclamó Rodolfo.
- ¡Ondié! -, exclamó también Don Fulgencio.
Esa mañana, a Don Fulgencio, que vivía el pobre hombre solo desde hace la tira de años en un casita muy muy vieja de la Calle de la Pezuña, justo al lado de Rodolfo, le había dado por descolgar el cuadro del difunto tatarabuelo Ambrosio que colgaba de la pared del salón y había descubierto un agujero en la pared.
Un agujero por el que se asomó a ver qué había al otro lado.
Y vio el ojo de Rodolfo.
Y dijo “ondié”.
Y se asustó.
Y acabó llamando al 000, el teléfono de emergencias.
De ahí la confusión, no sé si se entiende.

viernes, febrero 19, 2010

Acto tercero.- En busca de la sucesión (o el melón del presidente)


La acción de este tercer acto se va a desarrollar en un lugar extrañísimo e imposible de describir, un lugar llamado.... Bueno, no vamos a desvelar todavía cómo se llama el lugar, que si no le quitamos la gracia a la cosa. Vamos a dejar que sea el propio lector o espectador quien vaya poco a poco cayendo en el asunto, ¡qué nervios! Ah, y un dato importante: ha pasado muuucho tiempo. ¿Cuánto? Quién sabe. Porque, en definitiva, ¿qué es el tiempo?, ¿una medida real?, ¿algo relativo?, ¿una mera entelequia?... Resulta que al levantarse el telón vemos a un Zapatero con apariencia extraña, tampoco vamos a desvelar ya qué tipo de apariencia, que si no la cagamos, pero sí adelantaremos a modo de pista que se le ve como amoratado o azulón, y se ha dejado una melenita muy mona que le tapa las orejas y....chsssss, ya no contamos más... ¡Venga!, que entre de una vez Rajoy, que Zapatero le está esperando.

RAJOY:
(También con apariencia extraña y con su melenita al uso)
Buenos días, Zapatero,
todavía presidente.
¿He llegado yo el primero
o estás ya con mucha gente?

ZAPATERO:
Pasa, pasa, mi querido
jefe de la oposición.
¿Dónde te habías metido?
¡te esperaba hace un montón!

RAJOY:
Es que..., verás: José Mari
me dio las indicaciones,
y me mandó de Safari
con dos pares de cojones.

ZAPATERO:
Oyéndote juraría
que aunque ya no se le vote
algo manda todavía
ese tipo del bigote.

RAJOY:
No veo que el susodicho
decida al fin despedirse
y mira que se lo he dicho:
“si me quieres, venga, irse

ZAPATERO:
Eso dijo Lola Flores
en la boda de Lolita,
pero es que el de las Azores
no se anda con chiquitas.

RAJOY:
Y como le insistas luego
desabrocha su chaqueta,
te levanta firme el dedo
y te hace la peineta.

ZAPATERO:
¡Jopeta!

RAJOY:
Olvidémonos de Ánsar
y vayamos a lo nuestro,
que si no vendrá Esperanza
a pisarme pronto el puesto.
Aquí tienes el dinero,
mi querido Zapatero,
que hace frente al alquiler.
Si no pones ningún “pero”,
lo primero es lo primero:
ya te puedo suceder.

ZAPATERO:
Muy deprisa vas, Mariano,
no me seas abusón,
ya te digo de antemano
que he cambiado de opinión.

RAJOY:
¡Ya me has jodido el invento!
¡Si no lo digo, reviento!
¿Y a que se debe, cojones,
ese cambio de opiniones?

ZAPATERO:
Al final resultó que
fui a Washington D.C.,
desayuné con Obama,
sin quitarme ni el pijama
y me llevaron a un acto
que causome gran impacto.

RAJOY:
¿Y cómo se llama el acto
que causote tanto impacto?

ZAPATERO:
Desayuno de oración.
¡No imaginas qué follón!
Me tocó leer la Biblia...

RAJOY:
Eso sí que me da envidia...

ZAPATERO:
... y una vez metido en lío
pedí firme en mi oración:
que nos veamos, ¡Dios mío!,
libres de la recesión.
Y me dice el Tío Cachondo
(me refiero al mismo Dios):
“Yo contigo es que me mondo,
presidente del montón.
¿Cómo quieres ir tirando
solamente retrasando
la edad de jubilación?”

RAJOY:
En eso tiene razón.

ZAPATERO:
Y yo no abro ya el melón.

RAJOY:
(Alzando la voz con firmeza y decisión)
Pues entonces, caradura,
no me dejas otra opción
que ponerte con razón
una moción de censura.

ZAPATERO:
Espera, espera, no grites,
ni tampoco precipites
tan tremenda decisión.

RAJOY:
¿Tienes algo que añadir?

ZAPATERO:
Escucha qué fue a decir
el Dios Todopoderoso
para librarnos del mal:
“a partir de ahora, mozo,
dejarás de ser humano
y te convertirás, ufano,
en realidad virtual.
Y le añado a éste mi gesto
que lo mismo que tú el resto
de toditos los presentes:
viviréis eternamente,
no os tendréis que jubilar
porque ya no seréis gente...,
¡os convierto en avatar!”.

RAJOY:
¡Qué me decís, Zapatero!
¿Me tomáis el pelo al cero?

ZAPATERO:
(Retirándose la melenita y dejando a la vista sus orejas)
Que no, que no, que está claro,
mira si no qué ha pasado...

RAJOY:
(Sorprendido)
¡Ahora no me quedan dudas
que lo que tienes de punta
ya no sólo son las cejas,
que también se ven picudas
de manera muy conjunta
de repente las orejas!

ZAPATERO:
(Poniéndose estupendo)
Pues Sonsoles ya me ha dicho,
y tal cual yo te lo digo,
que aunque me parezca a un bicho
ella me encuentra atractivo.
Y en tu caso, ya verás,
no te quedarás atrás....

RAJOY:
(Retirándose también la melenita y tocándose sorprendido las orejas)
¡Toma ya! Si hasta yo mismo
también las tengo picudas.
¡Por fin salgo de mis dudas
y de mi mismo ensimismo!

ZAPATERO:
Del Gobierno ejecutivo
ya te puedes olvidar
porque ya no estamos vivos,
somos sólo un avatar.

RAJOY:
¡Jobar!

ZAPATERO:
Y deja ya de dar caña
con que el paro nos devora.
¡Que no estamos en España...!
¡que vivimos en Pandora!

RAJOY:
Te quería preguntar...:
¿todo el mundo es avatar?

ZAPATERO:
Todos somos menos Jaime...

RAJOY:
Di qué Jaime que me calme...

ZAPATERO:
Jaime de Marichalar,
que yo creí que lo era
hasta verlo retirar
del Museo de la Cera.

RAJOY:
¿Y José María Aznar?

ZAPATERO:
Ése sí que es avatar.

RAJOY:
¿Y cómo haremos ahora
para gobernar Pandora?

ZAPATERO:
Aunque la crisis explote
y venga jodido el brote,
vivir aquí es una ganga.
Te apuntas al despelote,
te olvidas del del bigote
y te colocas el tanga.

RAJOY:
Firmemos entonces pacto
que cause tremendo impacto.

ZAPATERO:
Qué pacto ni qué narices
¡Cuántas tonterías dices!
¿No somos pues virtuales?
Colócate genuflexo,
démonos al cibersexo
cual si fuéramos mortales,
que he de confesar, hermanos,
mi pasión por los marianos.

RAJOY:
(Ruborizado)
¡Zapatero presidente!
¿Delante de tanta gente?

ZAPATERO:
¡No me digas que te ataca
el pudor del ñaca-ñaca!
¡Si estamos acostumbrados
a dar peor impresión
en cualquier intervención
en Pleno de Diputados!

RAJOY:
Pues ahora que lo dices
tienes razón, ¡qué narices!
Démonos al desenfreno
igualito que en un Pleno.
Y antes declarar yo quiero
mi pasión por Zapatero.

ZAPATERO:
Así me gusta, Mariano.
¡Vámonos a meter mano!
Y como véote prudente
de que nos mire la gente
pa’no hacer el papelón
que nos bajen el...

TELÓN

ESTILOGRAFIC:
(Apareciendo por delante del telón a modo de despedida, también con su melenita y eso)
Bien, damas y caballeros,
hemos llegado al final
de esta comedia de enredos
en un mundo virtual.

Y aunque haya quien apoya
que no estoy en mis cabales...
¡a ver si nos dan un Goya
en efectos especiales!

martes, febrero 02, 2010

Acto segundo.- En busca de la sucesión (o el melón del presidente)


Sede del Partido Popular en la Calle Génova de Madrid. La acción se sitúa en un amplio pasillo de las citadas dependencias, quedando a la izquierda una puerta cerrada, que vamos a llamar puerta uno. Habrá otra puerta cerrada en el centro, que vamos a llamar puerta dos, en la que cuelga un cartelito con un pedazo de bigote y que, por tanto, se entiende que se trata del servicio de caballeros. Se ve otra puerta, más a la derecha, y también cerrada, que denominaremos puerta tres. Por último, más al fondo y a la derecha del todo, estará la puerta cuatro. Optamos por no poner una puerta más porque, como se trata de una obra en verso, seguro que algún graciosillo nos haría la consabida rima... De la puerta uno sale Mariano Rajoy en dirección a la puerta cuatro que, ya lo adelantamos, conduce a la salida, y por la que precisamente entra José María Aznar corriendo a todo correr como alma que lleva el diablo hacia la puerta dos, y en su loco caminar se tropieza con una estantería muy mona que también hay en el pasillo. O sea, un lío de cojones, pero a ver qué quieres, si estamos en Génova.

RAJOY:
¿Dónde vas, José María,
Presidente de la FAES,
que tiras la estantería
con las prisas que te traes?

JOSÉ MARI:
Voy camino al escusado
que me pilla ya aquí al lado.

RAJOY:
¿Podrás parar un momento
ante mi requerimiento?

JOSE MARI:
Es que voy a hacer de vientre
como buen ex presidente.

RAJOY:
Déjame que te concrete
y entras luego en el retrete.

JOSÉ MARI:
Dime qué quieres, carajo,
que me voy la pata abajo.

RAJOY:
Tú que has sido presidente
porque lo quiso el destino,
conocerás el camino
mejor que cualquiera gente...

JOSE MARI:
Abrevia,
que tengo cita previa.

RAJOY:
Dime pues cómo voy, macho,
en mi coche, no en canoa,
desde éste mi despacho
hasta la misma Moncloa?

JOSE MARI:
Cuando estés en carretera
con cuidado por si llueve
vas despacio y en tercera
hasta la salida nueve.
Luego sigues todo recto
con el gesto circunspecto.
Al llegar a la rotonda
hay un guardia que es la monda,
dile que eres un banquero
y él te lleva a Zapatero.

RAJOY:
¡Qué profusa explicación!
¡Mejor que la del Tomtom!

JOSÉ MARI:
Pues entonces anda y vete
que me meta en el retrete.
Pero antes di, primero:
¿qué te traes con Zapatero?

RAJOY:
No te pienses que hay contienda,
son asuntos de vivienda.
Dejémonos pues de chanzas
que me largo ya mismito
para no acabar a gritos
como me vea Esperanza.

(José Mari se mete al retrete, que no puede más el pobre, y en ese preciso instante, cuando ya Mariano, dirigiéndose hacia la puerta cuatro, hace ademán de irse, aparece Esperanza por la puerta tres)

ESPERANZA:
(impidiendo el paso de Mariano hacia la puerta cuatro)
¡Anda, mira, Marianito!
Te buscaba hace un ratito.

RAJOY:
(por lo bajini y con gesto de disgusto)
¡Maldita sea mi estampa!
¡Me pilló doña Esperanza!
(dirigiéndose a Esperanza y fingiendo semblante alegre)
Buenos días, presidenta
de todos los madrileños,
¿me permites en mi empeño
de llegar hasta la puerta?

ESPERANZA:
¿No me ocultarás, Mariano,
que te encuentro un tanto esquivo,
algún asunto lesivo
que te traigas entre manos?

RAJOY:
¿Quién, yo? Líbreme Dios de tal
acusación y pecado,
lo que pasa es que he quedado
a comer con Cospedal.
(la empuja para poder pasar y alcanza por fin la puerta cuatro)

ESPERANZA:
¡Que aprovechen la viandas!
(bajito, sin que la oiga ya Mariano, que por fin ha salido)
Muy pronto sabréis quién manda
y quién maneja el percal.

(En esto sale José Mari de la puerta dos con cara de satisfacción y se choca bruscamente con Esperanza)

JOSE MARI:
¡Jesús!, qué susto y qué daño!
¡casi que me da un telele!

ESPERANZA:
¡Cierra la puerta del baño
que no veas cómo huele!

JOSE MARI:
Cómo me alegro de verte
Espe de mi corazón,
que hace tiempo quiero hacerte
una gran proposición.

ESPERANZA:
(ilusionada)
Pues ahora es el momento,
que como venga Mariano
y nos pille mano a mano
ya se nos jodió el invento.

JOSE MARI:
Sabes que para mi eres
la mejor de las mujeres.

ESPERANZA:
(Por lo bajini)
Ahora sí que estoy contenta...
¡Ya me veo presidenta!

JOSE MARI:
¿Cómo dices?, no te escucho,
de un oído ando pachucho.

ESPERANZA:
Nada, nada, cosas mías.
Eso es porque te resfrías.

JOSE MARI:
¿Quieres algo de comida?
Dí qué quieres que te pida.

ESPERANZA:
Vamos ya mejor al grano
y me cuentas el secreto
antes que vuelva Mariano,
no te vaya a pedir fruta
y un micrófono indiscreto
crea que dije “hijoputa”.

JOSE MARI:
Allá va pues, corazón,
mi osada proposición...
(José Mari se acerca sobremanera a Esperanza, hasta el punto que los pelillos del bigote de aquél llegan a rozar la punta de la nariz de ésta, le toma la mano y se la acerca a la barriga al tiempo que se desabrocha la chaqueta y le susurra al oído, zalamero, la osada proposición...)
¿...tú te crees que son normales
éstos mis abdominales?
TELÓN

miércoles, enero 27, 2010

En busca de la sucesión (o el melón del presidente)

Comedia en verso en tres actos
Original de Estilografic Punto Blog

ACTO PRIMERO

Sencillo pero coqueto saloncito en el hogar de los Rodríguez Zapatero, también conocido como La Moncloa. En el centro, y en primer término, una mesita baja delante de un sofá que aparenta ser la mar de cómodo, pero vete tú a saber, con un par de cojines con un escudo del Barça que parece bordado a mano, pero vete tú a saber. A la derecha según mira el espectador, una puerta que se supone conduce al resto de estancia de la casa, pero vete tú a saber, y al fondo otra puerta que se supone dará directamente al jardín, pero vete tú a saber. Al levantarse el telón, la escena estará vacía, pero enseguidita entra por la puerta del jardín un señor que parece la mar de majo y educado, pero vete tú a saber...

ESTILOGRAFIC:
(dirigiéndose al público, si lo hubiere. Si no, basta con que hable mirando hacia platea, haciéndose el despistado como que aquí no pasa nada y el patio estuviera llenito de gente)
Ya se arranca la comedia,
hete aquí los personajes.
Si alguien quiere más bagaje,
búsquelo en la Wikipedia.
Dé comienzo por la gloria
de mi madre ya la historia,
que saber presto ya quiero
quién sucede a Zapatero.
Salgan pues ya los actores
con sus chismes y sus loores.
Son artistas del montón,
tírenles algunas flores
de toditos los colores
después de la actuación.
Planteado la cuestión
y ahorita que lo pienso...
¡ya está bien de tanto verso!
¡Dé comienzo la función!
(se retira y se cruza con Zapatero, que entra en ese momento. Ah, y cuidadito con no tropezarse el uno con el otro. )

ZAPATERO:
Aquí salgo yo dispuesto
a aclarar la situación.
Sin novio estoy y compuesto
pues no encuentro sucesión.
Como soy el que más manda
todos gritan y dan palmas
a mi paso.
¡Y yo ni caso!
Elegido desde antaño,
pronto cumpliré ocho años
al frente de este país.
Tú verás cómo me apaño
sin tiempo para ir al baño
¡cualquier día me hago pis!
Consultados mis barones
al respecto de este asunto
todos me dicen: “¡cojones!
si es preciso yo me apunto”.
Así pues, tiene bemoles
esto de la sucesión
Le preguntaré a Sonsoles,
niña de mi corazón.
(Se dirige hacia un lateral, y llama a voz en grito a su mujer, a quién se oye cantar a lo lejos “... y es que yo soy un tsunami, yo soy una chica in...”)
¡Sonsoleeeees, Sonsoleeeeeees!

SONSOLES:
(entrando por un lateral)
¿Me llamabas José Luis?
Estaba asando las coles
de Bruselas, para ti.

ZAPATERO:
(Sentándose en el sillón)
Eso tiene de ventaja
ser de Europa presidente,
que te traes gratis a casa
estas coles de Bruselas,
luego tú ya te las pelas
y las sirves a la gente.

SONSOLES:
Déjame pues, amorcito
que me siente aquí un ratito,
a tu vera o a tu lado.
(se sienta, zalamera, en el sillón junto a su marido)

ZAPATERO:
(con cara de pillo)
Bien te dejo que te sientes.
Se me alargan ya los dientes
de pensar en el asado
y en lo que ahora tengo al lado.

SONSOLES:
Lo que me ibas a decir,
ya lo puedes argüir.

ZAPATERO:
Sonsolitas de mi vida,
niña de mi corazón,
aunque me llamen suicida
y te llene de aflicción,
dime de una vez querida
qué hacer con la sucesión,
porque digan lo que digan
yo he abierto ya el melón.

SONSOLES:
(sorprendida)
¿Qué melón?

ZAPATERO:
El de la sucesión.

SONSOLES:
¡Ah, qué susto!
No gana una pa’disgustos
en la cocina.

ZAPATERO:
No te apures, mujercita
que he pedido ya una cita
con Sabrina.

SONSOLES.
¿Qué Sabrina?
¡Ese nombre me rechina!

ZAPATERO:
Una nueva cocinera
que te ayude en tus labores
caseras.
Más volvamos a las penas
Y dejemos ya las coles,
de Bruselas.
¿Sabrás tú entre tanta cesta
de la compra,
lo que dicen las encuestas
que me nombran?

SONSOLES:
Que un sesenta y seis por ciento
no te quiere en este puesto;
veinticinco de entre cien,
en cambio, te miran bien.
No te queda más opción,
por mucho que cambie el viento,
¡sabe Dios que bien lo siento!,
que bajarte del sillón.

ZAPATERO:
¿Y el otro nueve por ciento?

SONSOLES:
Declinó dar su opinión.

ZAPATERO:
¿Y si hacemos como Adriá,
que dice que cierra el Bulli
pero luego no se va?

SONSOLES:
Dejémonos ya de penas,
yo prefiero que te plantes
por fin de una santa vez,
y no saquen a las nenas
como ya te hicieron antes
en portada de Abecé.

ZAPATERO:
Tú dirás pues a quién nombro,
si me tocan en el hombro
todos con sus argumentos.
He pensado ya en Chacón,
pero pido su opinión
y me llama “mi sargento”.

SONSOLES:
También está Pepe Blanco...

ZAPATERO:
¡Otro que tampoco es manco!

SONSOLES:
¿Y el ministro Moratinos?

ZAPATERO:
¡Anda que ése es poco fino!

SONSOLES:
Con Montilla has de hablar.

ZAPATERO:
Ni lo pienses, que se piensa
que el fondo de la despensa
es almacén nuclear.

SONSOLES:
¿Qué me dices de Pajín?

ZAPATERO:
No me hace ni tilín.
¿No ves que luego la gente
si la nombro presidente
la va a llamar “masturbín”

SONSOLES:
Salgado está disponible....

ZAPATERO:
Pero va en caída libre...

SONSOLES:
Pues entonces De la Vega.

ZAPATERO:
Ésa sí que se la pega.

SONSOLES:
¿Has hablado con Bibiana?

ZAPATERO:
Es que no me da la gana.

SONSOLES:
Siempre queda Rubalcaba.

ZAPATERO:
¡Pero tiene mala baba!

SONSOLES:
¿Y no se te ocurre, digo,
algún nombre alternativo
a quien la envidia corroa
por vivir en La Moncloa?

ZAPATERO:
Tengo en mente un candidato.
desde hace ya un buen rato:
he hablado con Rajoy
y dice que si me voy
se hace cargo del contrato,
pues un chalet en Alcoy
no le sale más barato.

SONSOLES:
¡Qué me dices, Zetapé!,
¡Si Mariano es del Pepé!

ZAPATERO.
¿Y qué quieres qué le haga,
si es el que mejor me paga?

SONSOLES:
¡Ay, que me da mala espina,
voy corriendo a la cocina!

ZAPATERO:
No te alteres más, Sonsoles,
me retracto y no me voy.

SONSOLES:
Si no es por lo de Rajoy...
¡es que se queman las coles!

TELÓN

jueves, enero 07, 2010

Relatitos: (13) Descubrimientos (Noche de Reyes)

Me sobresalté del sueño al notar en mi cuerpo una sensación extraña y húmeda, y me levanté al baño alterada y nerviosa, más que asustada. Mamá ya me había explicado algo temiéndose lo peor, porque estaba claro que durante el último año había experimentado, así lo decía papá, un "evidente desarrollo hormonal" y que más pronto que tarde tendría que suceder. Es que hoy en día, me explicaba mamá, la cosa ya no es como antes, dónde va a parar, yo no comencé a preocuparme por esos temas lo menos hasta los trece, pero ahora, ya ves tu amiga Clara, con diez añitos y ya. Y tú..., tú ya veras, tampoco vas a tardar...

Hacía frío, me asomé por la ventana pensando que ya había amanecido, pero qué va. El reloj decía que eran sólo las dos y cuarto. La tenue claridad que se deslizaba por debajo de la persiana semicerrada no era otra cosa que el reflejo de la luz de la farola sobre la nieve, que había empezado a cuajar en el alféizar de la ventana.

Mi hermano dormía como un ceporro en la habitación de al lado ajeno a todo, a él qué le iba a importar. Los chicos, decía también papá, raramente se ven "abocados hacia una pubertad precoz", como sí que sucede al parecer con nosotras. Lo que yo sí que sé es que ellos son más simples para todo, eso seguro, y que cuando a mi hermano se le despertase lo que se le tuviera que despertar, aquello le iba a pillar más de sorpresa que a mí, me juego el cuello.

Me aseé y busqué la cajita de los salvaslips que mamá ya me había enseñado en más de una ocasión "por si las moscas", de manera que una vez limpia y seca me fui a su habitación para tratar de despertarla sin demasiados sobresaltos y avisarle de lo que por fin acababa de suceder. Tranquila mami, no pasa nada, es que ya la he tenido - le iba a decir -, pero al acercarme a la cama descubrí que estaba vacía y todavía sin deshacer, y ni rastro de papá y mamá.

Entonces me acordé de la noche que era, que ya lo había olvidado con los nervios y la novedad de mi nueva experiencia, y pensé que era muy raro que no se hubieran acostado todavía, con lo que insisten en que nos vayamos todos prontito a la cama antes de que se líe la que se lía, que si no nos podemos quedar sin regalos. Así que opté por dirigirme al salón a ver si es que se habían quedado, como tantas otras noches, dormidos en el sofá, imagínate el panorama, con los otros tres a puntito de llegar.

De repente escuché ruidos extraños y me dije... ostras, ya están aquí, seguro que son ellos, van a pillar a papá y a mamá levantados y no nos van a dejar nada, me voy corriendo a la cama y me hago la dormida, más dormida que el ceporro de mi hermano, que ese sí que no se entera de nada, el tío, hay que ver cómo ronca, y que sea lo que Dios quiera, a ver qué voy a hacer.

Pero esa noche, no sé si empujada por la "pubertad precoz” o vete tú a saber por qué, la curiosidad pudo más que la prudencia y me deslice sigilosamente por el pasillo, otra vez alterada y nerviosa más que asustada, para asomarme con cuidado a la puerta del salón, sintiendo cómo se aceleraban los latidos de mi corazón de manera incontrolada.

No fue hasta que al fin sorprendí a papá cortando con esmero el papel de regalo para envolver la caja de la Wii, la que me había pedido, que fui del todo consciente de que, ahora sí, emprendía una nueva etapa en mi vida: había comenzado a hacerme mayor.