jueves, diciembre 31, 2009

Según Convenio

Hoy, día de Noche Vieja (y según Convenio Colectivo vigente), este blog permanecerá abierto hasta las 20:00 para que lectores, amiguitos, allegados y todo aquel que pase despistado por aquí pueda realizar sus comentarios con total y absoluta tranquilidad. Después, esto se cierra a cal y canto, porque así lo establece el Convenio.

La autoridad pertinente en la materia, esto es, la suegra, ha concedido el oportuno permiso para celebrar en el saloncito una macrofiesta estilográfica en la que se podrá elegir, también según Convenio, entre corderito o cochinillo, con unas gambitas previas así como diferentes embutidos y productos de la tierra. Y todo regado con alguna que otra botellita de vino, blanco, rosado o tinto según sea el plato que se deguste en cada momento y según Convenio también.

A continuación se servirán los consabidos dulces navideños y el cava con las uvitas (doce, también segun Convenio). Posteriormente, se procederá a echar un binguito, Monopoli o lo que se tercie con la chiquillada, esto último ya fuera de Convenio.

La dirección les desea a todos un Feliz 2010.

lunes, diciembre 21, 2009

Se vende Porsche

Quede claro de antemano, para que nadie se confunda, que hoy no voy a hablar de mí, sino de un amigo de toda la vida.

Yo es que nunca he creído demasiado en la cosa de los sorteos, la verdad. Será porque nunca me ha tocado nada. Bueno sí, en el cole un Nicanor-tocando-el-tambor, ya lo conté una vez, pero eso fue más un premio por hacer bien las multiplicaciones que un sorteo al uso. El otro día tuvimos precisamente mi hija la mayor y yo una discusión acerca de este asunto de los sorteos mientras hacíamos la compra en el Mercadona. Pero dejemos, dejemos que sean ellos mismos, padre e hija, los que se expresen libremente y sin tapujos:

- Papa...
- Dime, hija.
- ¿Por qué no compras turrón de Suchard de chocolate en vez del de Hacendado ése?
- ¿Qué pasa? ¿qué no eres partidaria de las llamadas marcas blancas, tan apropiadas como resultan en tiempos de crisis como los que vivimos?
- No papá, es que en las tabletas de Suchard pueden tocar vales por quinientos euros.
Atención, atención, señorita Maria José, acuda a línea de caja.
- Si, ya, como en “Charly y la fábrica de chocolate”, ¿no?
- Pues sí, más o menos.
- Que no hija, que no, que eso son cosas del marketing y la publicidad, pero que luego nunca toca.

El Mercadona lo que tiene de bueno precisamente es lo de la variedad de marcas blancas, y lo que tiene de malo es que no se puede ni hablar ni discutir ni nada sin que no te interrumpa la megafonía llamando a la tal María José para que acuda a la línea de caja. En fin, que ahí quedó la cosa, hasta que de repente...

Riiiiiing, riiiiing
- ¿Diga?
- ¿Estilografic?
- ¿Sí, quién llama?
- Hola, que acabo de leer que me mencionas en tu blog y...
- ¿María José, la del Mercadona?
- No hombre no, soy yo, tu amigo de toda la vida.
- ¿El del sorteo?
- El mismo.
- Pues precisamente iba a hablar hoy en el blog de ti.... ¿o debería llamarte de usted?
- No, no, podemos seguir con las confianzas. Por eso te llamaba, por echarte un cable, que veo que te estás liando.
- La verdad es que no sabía cómo meterle mano a tan delicado asunto. Cuéntalo tú pues.
- Pues nada, que el otro día estaba con mi hija en el centro comercial y...
- Oye, que el recurso del Mercadona y de la tal María José ya lo he utilizado yo, ¿eh? Haz el favor de ser un poco más original...
- Que no, que es que fue así, que la niña se empeñó en que participara en el sorteo de... ¿lo digo ya?
- Dilo, dilo...
- Pues eso...de un Porsche.
- Cosas de críos, ¿verdad?, como lo del turrón de Suchard, a quién se le ocurre...
- Sí, lo mismo, pero yo sí que hice caso a esa voz....
- ¿Acudiste a la línea de caja?
- No hombre, que hice caso a mi hija y participé en el sorteo.
- Si es que somos como niños...
- Y tocome....
- ¿Cómo dices?
- No te hagas el tonto que ya lo sabes. Que tocome un Porsche.
- ¡Nojodasme!
- Loquedígote.
- ¿Y qué vamos a hacer con un Porsche?
- Querrás decir qué voy....
- Eso, eso quería decir. ¿Qué vas a hacer con un Porsche?
- Pues venderlo, para eso mismo te llamaba. Para ver si lo podíamos contar en tu blog y así la gente que estuviera interesada...
- Ya, pero verás, mi blog, ya sabes, es bien modesto y mis lectores son gente normalita, como tú y como yo. Dudo yo que puedan permitirse lo del mantener un Porsche... ¿Porque nosotros tampoco podemos mantenerlo, verdad?
- Y dale con la primera persona del plural... Pues verás, es que además se trata de un deportivo biplaza descapotable y claro, a ver qué hacemos con las niñas...
- Yo las podría dejar con los abuelos...
- Con las mías digo, no con las tuyas...
- Ah, es verdad. No había caído yo en el inconveniente. ¿Entonces lo ponemos en... lo pones en venta?
- Con todo el dolor de mi corazón.
- Qué penita, ¿no?
- Bueno, mientras llaman y no llaman los interesados a lo mejor me da tiempo a darte una vueltecita.
- Pues no estaría nada mal, aunque con el día que hace y la nieve... Oye, un curiosidad, ¿y tiene buen maletero?
.- Bueno, no es que se distinga precisamente por eso, pero vamos, a pintón no le gana nadie.
- No, si yo lo digo porque ya de paso podíamos pasarnos por el Mercadona a comprar unas cuantas tabletitas de turrón de Suchard, que sabe a Navidad, a ver si hubiera suerte...

P.D: Aclarar por último que – y sin que sirva de precedente – todo lo que se cuenta hoy aquí es verdad verdadera, incluido lo de la tal María José, y que, por tanto, vendemos, digoooo, mi amigo vende un Porche como el de la foto. Nuevecito. Así que si tienes unos ahorrillos, sabes de alguien que los tenga o mañana te tocara la lotería, házmelo saber en los comentarios y mi amigo se podrá en contacto contigo. ¿O debería decir con usted?

lunes, diciembre 14, 2009

Relatitos: (12) Infancia

El pasado viernes, mi admirado tocayo Mariano Zurdo presentó en sociedad sus “Relatos metropolitanos”, un fantástico y original libro de relatos escritos en el metro y, algunos, sobre el metro. Como el muchacho pidió a la gente que, por favor, acudiera al acto en transporte público y que escribiera algo durante el trayecto y yo no pude ir, le mandé lo que yo llamo un RMEMM, es decir, un "Relato Metropolitano Escrito a la Manera de Mariano". Dice así:

Infancia

Llegué, como de costumbre, corriendo a todo correr al andén de la estación, camino del trabajo, para que una vez más se me cerraran las puertas en plenas narices, teniendo aún tiempo de percibir, eso sí, la maliciosa sonrisa burlona del afortunado y puntual pasajero que observaba mi carrera desde dentro del vagón.

Cabrón, pensé. Y estoy seguro de que sólo lo pensé y no lo dije, porque no tengo costumbre de pronunciar tacos, aunque reconozco que sí, que los pienso a menudo, pero claro, no es lo mismo.

Que me senté, en fin, resignado en el banco del andén, como Penélope pero sin abanico, a la espera de la llegada de un nuevo tren mientras que en el cartel anunciador del próximo metro decía bien clarito:

Próximo tren llegará en... 5 minutos.

Decidí, en consecuencia, que había tiempo más que suficiente para abrir el libro y continuar la lectura abandonada la noche anterior, así que lo dicho, me puse a leer, pero lo que recuperé de la noche anterior más que la lectura fue el sueño. Y es que el madrugón de los lunes no acostumbra a sentarme por regla general demasiado bien, la verdad sea dicha.

Desperté del duermevela sobresaltado por el pitido del tren que recorría la línea en dirección contraria y con la sensación de haber dormido un buen rato. Observé de nuevo el cartel y vi que ahora ponía:

Próximo tren llegará en... 8 minutos.

Joder, pensé – ya digo que pensarlos, los pienso a menudo – ¿cómo es posible, si antes ponía, si no recuerdo mal, cinco minutos? Se me va a hacer tarde...

Con las prisas del lunes había dejado olvidado el reloj en la mesita de noche, ya que acostumbro a quitármelo para ir a dormir porque mi mujer me dice que se le engancha la correa en la bragas. Pues quítate tú las bragas, le digo yo a ella, pero al final soy yo siempre el que acaba cediendo con lo del reloj.

En semejantes pensamientos interiores andaba enredado cuando vino a vencerme de nuevo la modorra, que ya digo que los lunes yo no soy nadie. Esta vez sí que sí, debí de quedarme profundamente dormido, porque después de soñar y todo con viejas estaciones de metro como las que acostumbraba a recorrer durante mi infancia, al despertarme puede percibir cómo el caballero que había sentado a mi lado me miraba de soslayo con cara de estar pensando en que hay que ver cómo roncas..., machote.

Próximo tren llegará en ... 60 minutos.

¡Imposible! No tenía ni idea de cuánto habría podido dormir, pero vamos, quedaba bien claro que el luminoso estaba estropeado. ¿Cómo iba a faltar cada vez más tiempo y, sobre todo, cómo iba a tardar el metro en llegar nada menos que una hora sin que nadie se hubiera dignado a avisarnos de la supuesta avería? Tampoco te creas que le di demasiada importancia al asunto, tal era mi estado de somnolencia. Así que nada, opté por tratar de acoplar mi anatomía al incómodo banco para en seguida notar como el cuello se me vencía, ahora a derecha, ahora a izquierda. Los párpados cerrados fueron los que debieron dar el pistoletazo definitivo de salida al profundo sueño.

Empecé a usar el metro desde bien pequeño para ir al cole. Tomaba la línea 4 en Velázquez y de ahí hasta Bilbao para hacer trasbordo a la línea 1, con dirección a Plaza de Castilla. Me divertía poniéndome a prueba a ver si era capaz de recitar de memoria por fin toda la línea 1, pues Nueva Numancia no me acababa de entrar en la cabeza. Pronto me acostumbré a aquel olor permanente a humedad y a cerrado y, sobre todo, a que tenía que tener cuidado para no introducir el pie entre coche y andén. Jugaba a quitar la tilde al “andén” de los carteles que advertían de tal peligro en cada puerta para ver si la frase seguía teniendo así sentido. Descubrí también que había señores con bigote y gabardina que usaban colonia barata y que se arrimaban a las señoras más de lo normal, e incluso también a los niños, cosa a la que por aquel entonces yo no daba demasiada importancia pero que después, ya más mayor, sí me ha dado qué pensar. Supe que había estaciones fantasma que te podían sorprender a mitad del túnel, y yo al pasar abría mucho los ojos a ver si podía distinguir al hombre de los ojos en blanco y el rostro pálido, que según contaban los chicos mayores del cole, esperaba sentado en el andén, como yo esperaba ahora dormido, dormido profundamente.... ¡Despierta, niño!, oí decir a alguien.

Próximo tren llegará en.... 30 años.

Me sobresalté al descubrir que aquella mañana mamá me había plantado otra vez los odiosos pantalones cortos.

miércoles, diciembre 02, 2009

Melopido

Voy a dar rienda suelta a mi indignación, que no imaginación. Hay errores que son imperdonables. Esos tipos juegan con las ilusiones de pobres criaturas inocentes. Y sabiendo como se sabe que se producen año tras año, los errores digo, lo que no sé es como no existe ya un protocolo de actuación definido tendente a la búsqueda de una solución beneficiosa para todas las partes implicadas y a aplicar justo y merecido castigo a los responsables de semejante desaguisado…, que diría SSS (Soraya Sáenz de Santamaría). Pues no, siempre somos los mismos lo que acabamos pagando el pato.

Cada correspondiente día primero de diciembre (o incluso un poco antes, si me apuras) a los correspondientes hogares van llegando, por uno u otro medio pero van llegando, los correspondiente catálogos o folletos que editan los correspondientes centros comerciales en los que se detalla la variada oferta juguetera para las Navidades, también correspondientes. Así, resulta que a uno no le queda más remedio que dejar que las criaturas que por casa deambulan escudriñen concienzudamente los catálogos recibidos para llenarlos finalmente de anotaciones a pie de página, cuyo contenido viene a resumirse más o menos en la consabida frasecita de “melopido”.

Pues bien, resulta que en el folletito que lleva por sugerente título “Ilusiones cumplidas”, que no viene ahora a cuento detallar por qué centro comercial ha sido editado, se anuncia que el Disfraz de Spiderman, que viene con su máscara y todo, se puede adquirir al módico precio de 39, 95 euros la unidad, y que el producto Barbie y su Avión, que digo yo que no sé para qué querrá la Barbie ese pedazo de avión por mucho que éste sea rosita y la mar de mono, sale por la ya no tan módica cifra de 49,90 euros.

¿Hasta aquí queda todo claro? Pues no. Resulta que no, que al día siguiente, una vez señalados en el referido folleto los referidos artículos por las referidas criaturas con la referida leyenda de “melopido”, compra uno la prensa y se desayuna con la publicación de un anuncio, todavía no referido, en el que se advierte de que se ha producido un error en no se especifica qué parte del proceso de edición del dichoso catálogo de las dichosas ilusiones cumplidas y que, por consiguiente y a lo que voy, sucede que el Disfraz de Spiderman, con máscara y todo, cuesta en realidad 49,90, ya decía yo, y que asimismo se ha producido, mecagoenlaleche, un nuevo error en el precio de la Barbie y su Avión, el cual ya no nos va resultando tan mono, y que el importe a abonar en el caso de hacernos con el susodicho artículo sonrosado sería de 69 euros del ala, del ala del avión, entiéndase.

Y demos gracias a Dios Nuestro Señor de que al padre de las aludidas criaturas no se le haya ocurrido anotar en cualquier otro catálogo destinado ya, eso sí, a un público más mayorcito, la leyenda de “melopidoyotambién” en ningún producto de la marca Belkin, puesto que en la misma prensa desayunada más arriba aparece un otro anuncio de semejantes características correctoras en el que se especifica que una serie de productos de Belkin, como son el TuneBase Direct con manos libres y el TuneBaseFM con Clear Scan, presentan “un riesgo potencial de incendio”, lo que faltaba, y en el que se recomienda a quienes lo hayan adquirido que “dejen de usar su producto de manera inmediata”. Asimismo, se añade solícita y amablemente que los afectados pueden ponerse en contacto con la empresa en una dirección de Internet (tres uvesdobles, tal tal tal…), donde podrán pedir una unidad TuneBase de reemplazo completamente gratis, estaría bueno, no te jode…

Curiosamente, en el anuncio aparece también (todo un detalle por parte de la empresa, que todo hay que decirlo) un teléfono gratuito al que pueden llamar los usuarios que no tengan internet. Aunque, eso sí, yo me pregunto: si a mí, usuario que sí que dispongo de internet, me ha costado lo mío enterarme de qué narices es un TuneBase, un tipo que no tenga internet y que, por tanto, viva en el limbo, ¿sabrá en qué consiste y para qué sirve el susodicho aparatejo? Pa’mi que ni lo sabe ni le importa.

En fin, serán cosas de la famosa Economía Sostenible, yo no digo que no, pero sostenerse, lo que se dice sostenerse, la cosa no se sostiene la cojas por donde la cojas.

martes, noviembre 24, 2009

La clase

- ¡Caballero...! - si es que tal título vos merecierais-, desenvainad de una vez por todas vuestra reticente espada, cuyo metal tantas y tantas veces deslustrado ha sido con inocente sangre, y prepárese vuesa merced para ser blanco de toda la ira de mi refulgente e iracundo acero, forjado, ¡vive Dios!, con la materia más pura que en todo el orbe encontrarse pudiere.
- ¡No entender!
- ¿Cómo? ¿Masculláis, ¡voto a bríos!, entre dientes frases ininteligibles tal y como viene a ser costumbre y mala usanza entre los de vuestra calaña? Que sepa vuesa merced que téngome por afrentado y que no desfalleceré en mi acometida hasta ver cómo su pecadora alma abandona tal tembloroso cuerpo. ¿Entendéis lo que tal amenaza significa?
- ¡No sepo!
- ¿Qué sepo ni qué sepo? Ni siquiera conjugar sabéis a derechas el verbo de la sapiencia infinita? ¿Infligís oprobio tal al ilustre tratado de la doctrina gramatical? Obligado me veo, ahora sí que sí, a desfacer tal entuerto perpetrado por individuo de tan baja ralea, a fuer de reparar el daño causado así como el honor mancillado. ¡Arrodíllate, bribón!
- ¡Ay!
- Ah, eso de “ay” sí que lo mentáis bien, ¿eh nenaza?
- ¡Ay, ay, ay...!
- Y en llegando a tales circunstancias, una vez entregado y desarmado el bárbaro enemigo tras encarnizada batalla, otorgo testimonio fehaciente de que encuéntrase su terrenal cuerpo, el del bárbaro, atrapado, sin aliento y ahíto, en el insignificante y baladí espacio que media entre el extremo de mi brillante acero, otrora ceñido y ahora blandido en busca de su rendición, y la humedecida superficie lateral que delimita la estancia que nos acoge, testigo ésta de su irrisoria y casi nula defensa. Hete aquí la clave de mi raciocinio. ¿Queda claro, bellaco?
- ¿Eeeeehh?
- Proceded pues, oh desarmado caballero, a rendiros ante mi ilustre presencia, reconociendo en su justo término que no tenéis escapatoria, y que sea cual fuere vuestra determinación, lo que quiera que digáis o hagáis sólo os conducirá al irremediable y triste final que dé con vuestra alma en los cielos, si el Creador así lo quisiere, o en los mismísimos infiernos de Belcebú, lo cual vendría, según mi parecer, a ser lo más justo y necesario. ¿Qué decís, pues?
- ¡Socorrooooooo!

Y en esas disquisiciones hallábamonos, mancebo y servidor, cuando sucédense de improviso las intervenciones de los ilustres lectores de éste mi blog, a modo de comentarios:

Anónimo dijo...
¡Detente, Estilografic! ¿Se puede saber qué estas haciendo con este buen hombre? ¿No ves que es extranjero y no entiende ni papa de español, y lo tienes al pobre asustadito con tus rimbombantes amenazas? ¿Acaso has perdido el juicio?

Estilografic.blog dijo...
Joder, y permítaseme la malsonante expresión, es que no sabe usted, mi querido lector anónimo, la de vueltas y más vueltas que tiene que dar uno para explicarle a un estudiante extranjero qué narices significa en español eso de estar “entre la espada y la pared”.

Pues eso, que en definitiva quería contar a mis lectores, si es que a estas alturas me queda alguno, que mi prolongada ausencia se debe, entre otras cosas, a la actividad que he retomado en las escasas horas libres que me quedaban, y que no es otra que la de la enseñanza de español para extranjeros, que ya practiqué tiempo ha y que tenía relativamente olvidada. Y ahora, si me lo permitís, continúo con mi clase....

- ¡Encomendaos a Dios, malandrín!
- ¡Agggggggg!

miércoles, noviembre 04, 2009

De toda la vida de Dios

Tribulaciones de un sicario
Elena Casero
Editores Policarbonados

Andaba yo escribiendo acerca de la última novela de Elena Casero, “Tribulaciones de un sicario” cuando, de pronto, me sorprende la noticia del fallecimiento de José Luis López Vázquez. Casualidades de la vida o, mejor dicho, de la muerte, porque durante mi lectura de la novela de Elena no pude quitarme ni un solo momento de la cabeza la imagen del, entonces todavía vivo, entrañable actor madrileño.

Con permiso de su autora (que espero me conceda, porque a lo mejor no está en nada de acuerdo) Anselmo de la Rua, protagonista de “Tribulaciones...”, tendrá ya siempre para mí el rostro y la voz de López Vázquez. Algo más joven y con algo más de pelo, como en “El Pisito” o en sus primeras películas, pero con su eterna pinta de “españolito medio” y tipo normal y corriente donde los haya.

“Tribulaciones...” (que es de lo que voy a hablar, aunque aproveche también de paso este post para homenajear al gran actor recientemente fallecido), como novela corta que es, posee la intensidad propia de todo relato o cuento, pero no desdeña tampoco el desarrollo de la trama, característica más propia esta última de la novela larga.

No obstante, se trata sobre todo de una obra de personajes. En ese nivel reside, me parece a mí, su mayor encanto, en ser una historia de personajes, unos más malos y otros más buenos, unos más listos y otros más tontos, unos más simpáticos y otros más antipáticos, unos más entrañables y otros más despreciables, pero todos ellos, y con Anselmo/López Vázquez a la cabeza, tipos sencillos y corrientes con los que fácilmente podríamos identificarnos. Con cierta tendencia, eso sí, a meterse en líos.

Cierto es que bajo toda el tejemaneje que se traen los personajes existe también una compleja trama en la que se mezclan traiciones amorosas, líos de familia, matones de tres al cuarto, herencias, estafas, etc. y en la que al final todas las piezas acaban por encajar a la perfección. Pero, al menos para mí, la escritora y el relato se mueven más a gusto y con mucha más soltura en ese primer nivel, en el de los personajes, que en el segundo, en el de la trama, para cuyo mayor desarrollo la obra hubiera necesitado, sin duda, mucho más espacio.

La relación que se establece, sin ir más lejos, entre Anselmo y Doña Celia ya la hubiera querido para sí cualquier guión del mismísimo Azcona. Desde el delicado uso del “usted” entre los amantes, pasando por la infantil guerra de celos emprendida por la viuda y terminando con los aplausos finales que se llegan a escuchar tras alguna fogosa reconciliación entre ambos, todo en la pareja acaba por resultar entrañable sin perder ese aire decadente y costumbrista que envuelve a toda la historia.

Narrada en primera persona, la autora asume el reto de colocarse en la piel de un personaje masculino concediendo a éste todo el peso del relato. Y la elección resulta satisfactoria entre otras cosas porque De la Rua es un personaje con el suficiente jugo como para llevar sobre sus espaldas todo el desarrollo de la historia. Y cuando sus fuerzas parecen flaquear, ahí está el bueno de Antonio, su Sancho Panza particular, que al menor descuido se calza tacón de aguja y se lanza a repartir besos para echar una mano en lo que haga falta, oiga.

“Tribulaciones…” es una novelita de muy agradable lectura, aderezada en sus justas dosis con chispas de tan buen como sencillo humor, del de toda la vida, y en la que en realidad la autora no pretende inventar nada nuevo, pero sabe tomar en su justa medida ingredientes de aquí y de allá, introducirlos en la coctelera, agitar con garbo y salero, que también hay que saber hacerlo y… ¡voila!, obtener una obrita la mar de resultona.

Historias, en definitiva, de gente corriente y moliente, de toda la vida de Dios, como lo eran los personajes del bueno de José Luis López Vázquez.

martes, octubre 27, 2009

Romance de Cobo y Aguirre

En llegando ya noviembre,
cuando viene jalogüín,
montábase en el partido
un enredo de postín.

Vicealcalde, vicealcalde,
¿cómo cuentas a “El País”
que hay Rodrigo para Rato
en la Caja de Madrid?

De los sus ojos llorando
Manuel Cobo dice así:
“revuélvenseme las tripas
y echo hasta el gelocatil”.

Ultrajada Doña Espe,
tu cabeza va a pedir,
no esperes que tal afrenta
sea asunto baladí.

A poco que te descuides
saldrás en Telemadrid
en un pleno bostezando
o algún dedo en la nariz.

Gallardón lánzase al ruedo
defendiendo a gallardín:
“¡voto a brios que a Manolito
doy mi apoyo sí o sí”.


Las huestes de Don Rodrigo
no dicen ni “mu” ni “mi”.
Hace Rato que se fueron
hasta del FMI.

Quiera Dios que un Ser Supremo,
bien llamado Marianín,
intervenga en el asunto
y a este enredo ponga fin.

Zapatero a todo esto,
que anda viéndolas venir,
exclama por fin: “¡albricias!,
¡bien me sienta este trajín!”

Denle solución, señores,
a la Caja de Madrid,
que el bueno de Estilografic
guarda el dinerillo allí.

viernes, octubre 16, 2009

A toda Costa

Comedia en un solo acto

Original de Estilografic Punto Blog

La acción se desarrolla, cómo no, en un barecito de Valencia. Pero no, no cualquiera cosa, no. Un barecito de nivel, con sus cañitas bien tiradas, sus tapitas bien puestas y sus tarifas bien elevadas, notejode. Ya estamos otra vez con lo de siempre: ¿que cómo narices sabe el espectador que el marco de la acción es un barecito de Valencia y no, por ejemplo, un pub irlandés de Carboneras de Guardazaón, provincia de Cuenca (si lo hubiera), o la cafetería de la Colegiata de Talavera de la Reina (si la tuviera)? Muy fácil: los clientes se estarán poniendo moraos de paella y habrá un póster en la pared de David Villa en brazos de Rita Barberá. Yo creo que con eso basta, no hace falta poner fallas ni nada. En la barra, un elegante Ricardo Costa (Ric) se toma unas cañitas con un no menos elegante Pacocamps. La tensión, como las gambitas de la paella, se masca en el ambiente.

Ric (intrigado): ¿Qué te sucede, mi querido Pacocamps, que tienes ese mal semblante a todas luces no exento de preocupaciones?
Pacocamps (en efecto, preocupado): Verás Ricardo, habrás tenido noticia por la prensa de que las cosas se están poniendo feas.
Ric: He tenido noticia, sí.
Pacocamps: Y habrás notado, mi querido amigo, que desde Madrid nos están presionando sobremanera.
Ric: Algo he notado, sí.
Pacocamps: Y ni que decir tiene que habrás observado que incluso dentro del propio partido hay quien está dispuesto a todo con tal de hacernos desaparecer.
Ric: Lo vengo observando, sí.
Pacocamps: Bien, pues entonces comprenderás que tenemos que hacer algo a toda costa.
Ric (receloso): Huy, huy, huy..., qué mal me huele esa expresión....
Pacocamps (decidido): Verás, por fin he tomado una decisión. Quiero pedirte algo.
Ric: Venga vale, otra cañita.
Pacocamps: No, no. Me refiero a una petición política. Creo que ha llegado el momento de que abandones el barco.
Ric: Ah bueno, si es por eso no te preocupes. He traído los manguitos.
Pacocamps: No, si me refiero a tus cargos, el de secretario general y el de portavoz.
Ric: ¿Cómo? Eso sería un es-can-da-lo...es-un .es-can-da-lo. ¿Y tú?
Pacocamps: ¿Yo qué?
Ric: ¿Tú no abandonas?
Pacocamps: Yo es que no tengo manguitos.
Ric: Ya, ¿Y has pensado cómo lo vamos a hacer para que luego no digan que, claro, si abandono yo también tendrías que abandonar tú, y con mas razón si cabe...
Pacocamps: Ya, ya, ya he pensado en algo para que parezca que no te echamos pero que sí, o que sí te echamos pero que no..., en definitiva, que la gente se líe y no sepa muy bien a qué atenerse.
Ric: ¿Te refieres, por ventura, a un cruce de comunicados de prensa, a cuál más críptico, enigmático y oscuro, seguido de un sinfín de declaraciones, también a cuál más críptica, enigmática y oscura, que se me ocurre que podría iniciar Fraga, a quien a su vez contestaría Rita Barberá, para que después González Pons diera un poco por culo con la intención de que, a posteriori, Fabra saliera en mi defensa, siempre pensando en que finalmente Cospedal apareciera poniendo un poco de cordura a todo el desaguisado como aperitivo a una final y contundente intervención de Mariano, en la que definitivamente éste último afirmara con rotundidad que no, que él no se ha enterado de nada?
Pacocamps: No. Me refiero a un viaje.
Ric (sorprendido): ¿A un viaje?
Pacocamps: Sí, se me ha ocurrido a mi solito. Verás, acompáñame a la calle (salen ambos al exterior). Aquí está, bien atadito a la farola (le enseña un extraño artilugio con forma de seta).
Ric (extrañado): ¿Eso qué es lo que es?
Pacocamps: Un globo. No me dirás que no es mono.
Ric: Bueno sí, pero el dibujito de la gaviota os lo podíais haber ahorrado. ¿eh? ¿Y para qué quieres un globo tan grande? Oye... ¿no estarás pensando que...?
Pacocamps (con decisión): ... te metas dentro, si. Y que el globo eche a volar recorriendo por el aire la extensa comarca de la huerta valenciana, repleta de hortalizas y cítricos, para que finalmente, y siempre siendo retransmitido todo ello en directo por las cámaras de Canal 9, el artilugio acabe posándose sobre la Albufera, rodeada toda ella de arrozales. Y que cuando los equipos de rescate consigan por fin llegar al casi inaccesible lugar en el que el globo habrá tomado tierra, o más bien agua..... ¡tatachaaaaan! dentro del globo, ¡oh sorpresa!, no haya nadie.
Ric: ¿Y yo dónde estoy?
Pacocapms: Tú en realidad no habrás subido al globo, criatura, sino que habrás permanecido todo el tiempo escondidito aquí, en la cámara frigorífica del bar, la mar de fresquito y a la espera de que se pase todo este jaleo, que la gente se olvide de lo de la Gürtel y del bigotes y que puedas recuperar tu brillante carrera política como Dios manda, amigo mío.
Ric: Ya, ¿y tú crees que la gente se olvidará pronto? ¡A ver si me voy a congelar...!
Pacocamps: Que no, hombre, que no, que con la crisis y la subida de impuestos la gente se olvida rápido de todo esto, ya lo verás. Y ahora, mi querido amigo, te invito a que subas al globo para que compruebes qué buen trabajo han hecho los de Orange Market.
Ric: Ah, ¿pero también hacen globos?
Pacocamps: Por supuesto, a ver si te crees que trabajamos con cualquiera. Sube, sube sin miedo, que está bien atado...
Ric (subiendo al globo): pues un poco pequeñito sí que es, no se si cogería... Pero... ¡qué pasa Paco!... ¡oye...! ¡que esto se elevaaaaaaa....! ¿se puede saber qué has hecho? ¡Pacooooooooooo!
Pacocamps: ¿Que qué he hecho? ¡cortar la “correa”!, en alemán, Gürtel, ya sabes ¡jajajajajaja!

lunes, septiembre 21, 2009

¡Oé, oé, oé...!

Riiiiing, riiiiiing
- Hola buenos días, Querría hablar con el presidente del Gobierno, don José Luis Rodríguez Zapatero..., famoso en el mundo entero.
- Mmmmmm... ¿No llamará usted de Prisa...?
- No, señorita. Es más, he procurado marcar los números bien despacito para no equivocarme.
- No, si me refiero a que espero que no sea usted editorialista o tertuliano de El País o cualesquiera otros medios pertenecientes al grupo de comunicación de nombre Prisa.
- Ah, no, no, no se preocupe.
- Ah, eso está bien. ¿Y cuál es su nombre?
- Estilografic Punto Blog.
- Mmmmmmm... Entonces, deduzco por su apellido que tiene usted un blog, ¿eh pillín?
- Sí señorita. No trato de ocultarlo. Así es.
- Bien, ¿y puede saberse cuál es su línea editorial?
- ¿Línea editorial?
- Quiero decir que con quién comulga.
- Yo es que no suelo ir a misa, señorita.
- Me refiero a que si simpatiza o coincide usted, de una manera u otra, bien con el llamado sector tedeté, esto es, con los afines de toda la vida; bien con el conocido como sector pepero, es decir, con los enemigos, también de toda la vida; o bien si, por último, viene a resultar usted más coincidente con el recalcitrante sector que enarbola el llamado “fuego amigo”, ya sabe, el susodicho grupo Prisa, que tan respondón nos está saliendo últimamente.
- Oiga, yo soy independiente.
- ¿Independiente de qué?
- Pues de qué va a ser, independiente de todo poder poderoso, ya sea éste político, económico, empresarial o mediático. No le quepa duda.
- Bien, ¿y para qué quiere usted hablar con el presidente?
- Mi intención es hacerle una entrevista para mi modesto blog.
- ¿Y se puede saber qué peliagudos asuntos pretende usted abordar en la aludida entrevista o interview?
- Bueno, yo sólo quiero saber si se siente solo, sobre todo después de la marcha de los ex ministros Sevilla, Molina y Solbes del Congreso.
- ¿Solo el presidente? Ya le digo yo que no. Ahora mismito está precisamente reunido con el equipo de baloncesto.
- Ya, ¿y tampoco se siente acosado?
- Bueno, cuando le achucha Gasol un poco sí. Pero eso es normal. Pregúnteles si no a los serbios...
- No mujer, yo más bien me refiero a los errores cometidos...
- Bueno, sí, vale, la cosa empezó bastante mal, pero chico, fue empezar a funcionar Ricky y...
- Oiga, yo estoy hablando de falta de dirección....
- ¿Scariolo? Para mi no lo ha hecho del todo mal, ¿eh?
- Yo me refiero a las críticas que desde dentro de..
- Bah, bah, chiquilladas. Aquello de Marc Gasol después del partido de Turquía fue un simple comentario sin importancia, no vayamos a sacar ahora las cosas de quicio, por Dios...
- Señorita, a ver si nos aclaramos, me parece que estamos hablando de cosas distintas...
- Calle, calle... Escuche, escuche qué alboroto...

OÉ, ÓÉ, OÉ, OÉ, OÉ....

- ¿Lo oye?
- Sí que lo oigo, sí. ¿Podría informarme de qué esta sucediendo?
- ¡En volandas, amigo!, lo llevan en volandas cual si fuera el verdadero héroe del campeonato. Póngalo, póngalo en su blog que se enteren los de Prisa . ¡Este hombre es el puto amo!
- ¿Y ese griterío de fondo? Me pareció oírles gritar algo así como "¡adelanto de elecciones!", ¿no?
- No. no, están diciendo “¡somos altos de cojones!” No me sea usted duro de oído o, lo que es peor, malintencionado.

¡CATACLASH!

- ¿Y ese estruendo ahora qué ha sido?
- ¿Estruendo? Estoooo.... ¿A qué se refiere, señor Estilografic? Yo no he oído nada.
- Al ruido de cristales. No habrán arrojado al presidente por la ventana de... Oiga, ¿se encuentra bien el señor Zapatero?
- ¡Mejor imposible!, créame.
- Oiga, yo esto lo voy a tener que contar..., me da a mí que las cosas no van bien por ahí.
- ¿Lo ve?, ¡Lo sabía! ¿Ve como es usted de los del “fuego amigo”? ¡No piensan más que en tergiversarlo todo! ¡Espero que por lo menos deje bien claro que ha sido cosa de tres!
- Sí, si, no se preocupe señorita, eso lo voy a dejar bien claro. Al menos de momento son tres: Pedro Solbes, Jordi Sevilla y Cesar Antonio Molina. Ya veremos de aquí en adelante...
- No, no. Me refiero a que ha sido de tres, ¡canasta de tres!, que lo han lanzado desde bien lejos..., ¡los muy brutos!

miércoles, septiembre 09, 2009

El papel de los padres

La enorme repercusión que han tenido en los medios de comunicación los disturbios en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón me lleva a preguntarme una vez más acerca de cuál es el papel de los padres tanto en la educación de sus propios hijos como, por extensión, en la sociedad en general.

No se trata de analizar aquí, no es mi intención, si el botellón era o no legal, si la actuación de la policía fue la adecuada o no, si los implicados eran del barrio o venía de fuera, si eran ricos o pobres... Hablamos - hablo - de otra cosa, de comportamientos violentos gratuitos y de las causas que los provocan o, al menos, de algunas de las posibles causas que pudiera provocarlos, puesto que llegar a la verdadera “raíz del problema” es un objetivo que, me temo, se me escapa o bien requiere de una excesiva generalización para acabar resumiéndose en una sola palabra, que no sería otra que “educación”.

¿Estaremos los padres haciendo algo mal?, es la pregunta que quiero hacerme. Y yo diría que sí, que lo estamos haciendo bastante mal, y como padre me incluyo.

Mis padres - que son, como es normal, mi principal referencia a la hora de hablar de padres – nunca han sido de mucho adoctrinar ni dar la vara. Quiero decir que no han sido de los de “Estilograaaafic, no hagas eeeesto, Estilograaaaafic, no hagas lo ooootro...”, no. Más bien han sido siempre fieles al dicho de “predicar con el ejemplo”. Y creo que no les ha ido del todo mal. Porque, a ver, tú cómo le dices a un hijo que se comporte con educación si está hartito de verte, por ejemplo, un día sí y otro también con los pies encima de la mesa; cómo convences a un hijo de la importancia de estudiar y de hacer los deberes si el mayor trabajo intelectual que te ha visto hacer es “examinar” la foto de la tía de la contraportada del AS; cómo le dices a un chaval de 15 años que no te conteste de mala manera si le estás mandando cada dos por tres, literalmente, a tomar por el culo... y así, poco a poco, hasta llegar a cosas más importantes.

Yo jamás he visto a mis padres comportarse de manera violenta con nadie, al menos en mi presencia. Y, por tanto, no les ha hecho falta decirme, hijo, no seas violento. Nunca he oído a mis padres dirigirse a alguien de malos modos, y por tanto jamás han tenido que decirme, hijo, di las cosas con educación... He tratado de ir aprendiendo de lo que veía, tarea que además me da la sensación de que ni siquiera es consciente, sino que responde más bien al comportamiento subconsciente, que al final es precisamente el que mejor se adhiere y el que deja la huella más profunda.

Convivo o coincido a diario, por razones de edad y situación familiar, con familias compuestas por padres e hijos en edad infantil o adolescente, y veo cosas que no me gustan nada de nada. Ojo, insisto en que como padre no me excluyo, que yo también caigo, seguro, en muchos de los errores que señalo. Estoy hablando de padres que no saben (y lo que es peor, ni quieren saber) qué pudieran estar haciendo sus hijos en determinados momentos; hablo de niños - algunos desde muy corta edad- que pasan horas y horas en la calle sin que los padres apenas se asomen a echarles un ojito de vez en cuando; hablo de adolescentes que han sido educados desde muy temprana edad en el mejor de los casos por los abuelos, pero en la mayor parte de los casos por personas contratadas al mejor precio posible y que, vuelvo al mejor de los casos, pueden haber tenido mucha dedicación y saber hacer, pero a las que con toda seguridad les habrá faltado aportar un elemento tan importante o más en la educación de un niño: el cariño.

He de reconocer que en esta argumentación estoy mezclando dos casos bien distintos: el de los padres que literalmente “pasan” de comportarse como tales y el de los padres cuya situación personal, generalmente debido a motivos laboral, apenas tienen tiempo para dedicarles un poco de atención y cariño a sus hijos.

Respecto al primer caso, lo único que tal vez quepa argumentar es que ser padre no es obligatorio. Es cierto – y lo digo por experiencia - que por mucho que trate de imaginar, uno no llega a saber lo que significa realmente ser padre hasta que no tiene a su bebé entre sus brazos. Pero hombre, yo creo que ya todos somos mayorcitos y deberíamos al menos haber tratado de imaginar y analizar la consecuencias que ello conlleva, que son además, para toda la vida.

En cuanto al segundo caso, considero que ahí nos encontramos, no sé si ante la “raíz del problema” antes mencionada, pero sí ante un asunto grave al que los sucesivos gobiernos de los últimos años, no sólo en España, sino en todo el mundo, no han hecho otra cosa que buscar parches y más parches, sin atreverse ninguno a coger el toro por los cuernos: la necesidad de un cambio absoluto en el modelo de sociedad.

A mi me parece – ya alguna vez he hablado de ello, no recuerdo si en este blog o en otros –que éste es uno de los asuntos más importantes que hoy tienen, o deberían tener, los gobiernos entre las manos, por encima, si se me permite, de otros muchos a los que sí se dedica tiempo, atención o dinero. Yo diría que se trata incluso - me voy a mojar - del gran reto del siglo XXI: crear una sociedad más educada, justa y equilibrada.

De la misma manera que uno de los grandes logros del siglo XX fue la incorporación de la mujer al trabajo, ahora, uno de los grandes retos del siglo XXI debería ser la adaptación de la sociedad a esa nueva realidad, algo que todavía deja mucho que desear y que está teniendo como consecuencia la aparición y desarrollo de muchos de los problemas arriba mencionados. Ojo, no se me interprete mal, que no quiero decir que la incorporación de la mujer al trabajo en sí haya resultado negativa, no, pero sí que la sociedad no ha sabido adaptarse a ella.¿La consecuencia?: el caos absoluto, es decir, que nuestros hijos comparten cada vez menos tiempo ya no sólo con los padres, algo que ya sucedía antes, sino también con las madres.

No estoy hablando, ni mucho menos, de dar un solo paso atrás, sino más bien de un gran salto adelante: que gobiernos, empresas, agentes económicos, sociales... y nosotros mismos (con especial mención al personal masculino) pongamos todo lo que está en nuestra mano para adaptarnos a esta nueva realidad y a lo que ello supone, con el único objetivo de tratar de crear una sociedad más justa y menos violenta, con unos valores bien definidos bajo una base sólida sustentada en una buena educación y, por qué no decirlo aunque suene cursi, el cariño.

Vuelvo, para finalizar, al ejemplo de mis padres y confieso que, como casi todo el mundo, en mi época de jovencito rebelde he podido cometer, a espaldas de ellos, alguna que otra locura o, como parece que es el caso de Pozuelo, beber más de la cuenta. No sé si algo tendrá que ver la educación recibida, pero vamos, con una buena cogorza encima a mi me podía dar por reír, por ponerme ñoño a lo mejor algo “pegajosillo”, pero jamás me dio por liarme a hostias, qué quieres que te diga.

viernes, septiembre 04, 2009

Por qué no te callas (y 3)

“A continuación, detállanse las conclusiones del informe elaborado a consecuencia de la realización de la prueba de LARRANHA el pasado martes 1 de septiembre, en pleno síndrome postvacacional, al sujeto...”

- Oiga, no me diga que al final lo tuvieron que atar a la cama para que no se levantara...
- No, que yo sepa no.
- Ah, es que como dice aquí lo de “sujeto”, yo pensé que... Vale, vale.

“... al sujeto de nombre Estilografic Punto Blog, barón...”

- Disculpe, ¿posee usted semejante título nobiliario o se trata de un mero error del corrector ortográfico?
- Se trata, me temo, de un mero error.
- Ya decía yo.

“... varón, más bien entradito en años con, para ser más exactos, la friolera de...”

- ¡Dios Santo! ¿Se trata de un nuevo error, esta vez del corrector numérico, o tiene usted, en efecto, “la friolera de....”
- Pues sí, qué pasa, tengo “la friolera de...”, pero vamos, tampoco creo yo que sea tan mayor.
- No, no, si yo no digo nada.

“...la friolera de taytantos años, casado...”

- ¡Pobre!, su mujer.
- ¿Pobre por qué?
- No, lo digo por lo de los ronquidos.
- Oiga, yo lo que veo es que no avanzamos con el informe. ¿Podría usted leerlo un poquito más deprisa y sin interrupciones, FcaTFPLC?
- Vaaaale, siiiiiiiigo....

“...casado y con dos hijas....”

- ¡Pobres!

“...dos hijas, sin que se le conozcan antecedentes o consecuentes de carácter roncante en el seno familiar, no porque no los haya, sino sencillamente por no haber sido estudiados ni tenidos en cuenta para la realización de esta prueba.”

- ¡Estaría bueno, que le hicieran venir a mi padre también a ver si ronca!
- ¡Eh! Ahorita ha sido usted el que ha interrumpido.
- Perdón.

“Punto y aparte. Preséntase, el citado barón, (¡y dale!) en la farmacia con gesto contrariado tras haber adquirido, en visita anterior a la citada dependencia, el spray antirronquidos “Por-qué-no-te-ca-llas”, alegando que el revolucionario producto no le ha ocasionado efecto alguno, por lo que se cree el tío listo en el derecho de...”

- ¿Lo de “el tío listo” seguro que también lo pone?”
- Oiga, que yo no me invento nada, sólo me limito a leer las conclusiones del informe, ¿qué se cree?

“.. el tío listo en el derecho de solicitar devolución del importe abonado, esto es, cincuenta y cuatro euros del ala.”

- Quedamos en el primer post en que “ala” era sin hache, ¿verdad?
- Este “ala” sí.
- Pues entonces seguimos...

“Punto y aparte. Ante tamaña desfachatez, la farmacéutica...”

- Esa voy a ser yo.
- Seguro que sí.
- Sigo...

“... la farmacéutica opta por exigirle al sujeto (¡otra vez!) que presente pruebas de lo acontecido, esto es, de que pese a haber utilizado el revolucionario producto, bien aplicadito tanto en boca como en nariz, en este segundo caso en todos los orificios (siempre que éstos sean nasales, se entiende) el tal sujeto (¡...!) continúa roncando a todo roncar como si nada....”

- Oiga, pero todo eso ya lo sabemos. ¿No podría ir al grano?
- Vaaaale., directa al forúnculo que voy.

“Punto y aparte. Como consecuencia...”

- Ahora cuenta que si el ruido de un ronquido suele alcanzar entre los 45 y los 95 dB, y que puede provocar serios trastornos, no sólo para el roncador, esto es, usted, sino para todas aquellas personas que viven a su alrededor, entre las que incluye a la farmacéutica, esto es, servidora, en el caso de que a ésta le correspondiera hacer la guardia. ¿Me lo salto todo?
- Por favor.
- ¡Halehop!
- Luego viene la tontería del canzoncillo y el pijama. Si quiere...
- Sálteselo también, por favor.
- ¡Halelehop!

“... y tal y tal y tal... procediéndose a continuación, y sin más dilación, a la proyección del famoso vídeo que lleva por título “Adiós al verano, Mariano” (no confundir con el anuncio del “Tinto de Verano”), en el que aparece el ínclito líder de la oposición en bañador y náuticos... “

- Me lo salto, me lo salto... Ya termino:

“... quedándose finalmente el sujeto (¡insiste!) dormidito como un bebé en cosa de segundos, pudiéndose determinar de inmediato que sí, que claro que sí, que el presunto roncador ronca como un cerdo, el tío bestia.”

- Bah, eso mismito ya lo había dicho mi señora al principio del post anterior, no sé si se acuerda.
- Sí, ya, pero espere, espere, porque el informe finalmente concluye que:

“... por todo lo cual se viene a autorizar la devolución al sujeto barón (¡toma ya!) del importe en cuestión, cantidad que asciende a un total de cincuenta y cuatro euros del hala.”

- ¡Hala!, ¡ahora lo ha puesto con hache! Bueno, pero de todas formas estará usted contento. ¿no?
- Hombre pues sí. Me parece a mí, como diría nuestro gallardo y olímpico alcalde, que servidor “sale reforzado” del informe.
- Ea, no se hable más. Aquí tiene usted, uno por uno, sus cincuenta y cuatro euros del ala.
- Pues sepa usted que me vienen muy requetebien para afrontar los gastos del inminente inicio del curso escolar, ya lo creo, sobre todo si finalmente a mi hija no le dan hasta abril, y si es que se lo dan, el portátil en el cole, que yo ya contaba con él desde ya. Esta muy bien esto del informe, ¿verdad?
- Sí que está bien, sí. El único problema que tiene es que no lo cubre la Seguridad Social.
- ¿Cómo dice?
- Pues eso, que alguien me está debiendo un dinerito...
- ¿Y se puede saber cuánto....? Calle, calle, no me diga más...
- Sí. Son... cincuenta y cuatro euros del ala.. Exactamente.

martes, septiembre 01, 2009

Por qué no te callas (2)

- Cariño, ¿he roncado esta noche?
- Como un cerdo.
- ¡Ah sí? Pues en la farmacia me van a oír.
- No, si como hayan estado de guarda esta noche ya te habrán oído; seguro.

En fin, que por lo visto (o mejor, por lo oído), el revolucionario spray “Por-que-no-te-callas” no ha tenido, al menos en el caso que nos ocupa, el efecto deseado, así que con las mismas cojo los dos botecitos (el spray nasal y el aerosol bucal), los agito – no sé por qué, pero los agito -, los guardo en su cajita, tomo un rotulador rojo y rodeo con un circulo lo de “si no queda satisfecho...” y me largo a la farmacia a recuperar mis cincuenta y cuatro euros del ala.

- Buenos días, FcaTFPLC.
- Buenos días, VMitoMRLLP. Por cierto, ya no tan morenito. Hay que ver lo rápido que se va, el bronceado.
- Ya le digo. Verá, venía por lo de la devolución.
- Huy, pues me parece que se ha equivocado usted. La delegación de Hacienda viene a quedar dos manzanas mas abajo.
- No, no: Me refiero a la devolución del dinerito que tuve a bien invertir en el famoso “Por-que-no-te-callas”. ¿No se acuerda?
- Ah, es verdad. Los cincuenta y cuatro euros del ala.
- Exacto.
- ¿Y eso? ¿Por que quiere que se los devolvamos?
- No han tenido ustedes guardia esta noche, ¿verdad?
- Pues no. Gracias a Dios no.
- Se nota. Por lo visto no he parado de roncar.
- ¿Ha probado usted el revolucionario “Por-que-no-te-callas?
- ¡Pues claro que lo he probado! ¡Y no he quedado satisfecho! Así que, tal y como dice aquí, que lo he marcado bien en rojo, vengo a que me devuelvan el dinero.
- ¿Tiene usted pruebas?
- ¿Pruebas de qué?
- Pues de qué va a ser, de que sigue usted roncando.
- Pues no, oiga, Todavía no me ha dado por grabarme, si es a eso a lo que se refiere.
- Bien, pues entonces tome número y espere.
- ¿Número para qué?
- Pues para hacerse la prueba. ¿Lleva usted el pijama encima?
- ¿El pijama? Pues no.
- Pues tendrá que ir a casa a por uno. Porque usted dormirá en pijama, ¿no?
- Hombre, en invierno sí, pero en veranito, con la canícula y eso..., suelo dormir en calzoncillos nomás.
- ¿Y los calzoncillos sí los lleva encima?
- No, encima no, Lo calzoncillos acostumbro a llevarlos debajo.
- Vale, pues no se hable más y procedamos a hacer la prueba de LARRANHA.
- ¿La prueba de la rana? ¡Pero si no estoy embarazado!
- Que no hombre, que es que la prueba consiste en Lograr Averiguar si RRoncas como Antes o ya Nunca lo HAces. La prueba de LARRANHA. Del informe resultante depende que le devolvamos o no el dinero.
- ¡Joder qué cosas! ¿Y qué tengo que hacer?
- ¿Ve aquellas dos maquinitas expendedoras en las que pone, en una CP, y en otra SP?
- Sí.
- Pues coja un numerito de la que le corresponde.
- Oiga, ¿y cómo sé cuál es la que me corresponde?
- Pues muy fácil. Como usted va a hacer la prueba sin pijama y en calzoncillos, tendrá que coger un número de la que pone...
- ¡No me diga más!, ¡claro, qué tonto! De la que pone SP, que significa Sin Pijama, ya que si cogiera de la que pone CP estaríamos suponiendo que voy a hacer la prueba Con Pijama. ¿A que sí?
- Pues no señor, listo, que es usted un listo. Tiene que coger de la que pone CP, que significa Calzoncillos Puestos.
- Oiga, y ya por curiosidad, ¿SP qué demonios significa entonces?
- Sueño en Pelotas. Pero ese no es su caso, porque... no se los irá usted a quitar, ¿verdad?
- No, no, si no es necesario no.
- Pues ea, tomo el numerito de una santa vez y en cuanto le toque pasa a la habitación y se echa a dormir. ¿Qué numero le ha salido?
- El uno.
- ¡Bingo! Puede usted pasar.
- Pero oiga, si ahora no tengo ni pizquita de sueño, si me acabo de levantar...
- Venga, venga, no se haga el remolón. Ahora mismo le planto el vídeo de Rajoy... y ya verá cómo se duerme.

Pues eso, que ya os contaré cuando despierte...

jueves, agosto 27, 2009

Por qué no te callas (1)


Hay decisiones que acaban por resultar trascendentales en la vida de uno y que las adopta ese mismo “uno” de la manera más tonta y sencilla, así, como quien no quiere la cosa, sin grandes reflexiones previas, mientras charlas y tomas, por ejemplo, un copita por la noche en la terraza de la piscina en plenas vacaciones playeras y en compañía del grupito de gente variopinta, esto es, variada y con unas pintas...., que acabas de conocer en el hotel y a quienes, probablemente, no volverás a ver en todo el resto de tu vida. Bueno, quién sabe.

Ahora, tras esta somera pero necesaria introducción, con ayuda de la fotografía y el detalle del número de las habitaciones (la de los Estilografic es la 212), asistamos a la referida charla o conversación:

- Huésped de la Habitación 213 (HH213): Pues hay un tío en no sé qué habitación es, que ronca como un demonio. ¿No lo habéis oído?
- HH312: ¡Joder, yo es como si lo tuviera debajo de la cama! Llevo desde que llegamos sin pegar ojo. ¡A ver si se larga pronto, el tío!
- HH211: Pues debemos tenerlo bien cerquita, porque yo pego unos botes cada vez que berrea... A puntito estuve la otra noche de llamar a recepción y todo.
- HH112: ¡Hostias, pero si ayer parecía que se me iba a caer la lámpara encima! ¡Y es que además hasta en la siesta...!
- HH212 (esto es, Estilografic): pues yo no me entero de nada, qué queréis que os diga.

Lo de roncar es lo que tiene, que generalmente el último en enterarse es uno mismo, es decir, el HH212. O más bien lo que ocurre es que a veces el implicado lo que no quiere es darse por enterado, pero lo sabe, vaya si lo sabe. Y si de algo han servido estas vacaciones es para que de una vez por todas el HH212 se dé por enterado y ponga remedio a la situación nada más volver a casa, que la cosa no es tan complicada, hombre.

Así que, ya de vuelta en casa y finalizadas - tristemente - las vacaciones, acudimos a la farmacia del portal de al lado y asistimos de nuevo a esta otra conversación:

- Buenos días, farmacéutica titular de la farmacia del portal de al lado de casa (FcaTFPLC).
- Buenos días, vecino morenito de la muerte recién llegado de la playa (VMitoMRLLP), ¿qué desea?
- Verá, yo venía buscando algún producto de esos que anuncian tanto en la tele para... dejar de roncar.
- ¡Hombre! ¡Por fin da la cara! ¿Así que era usted?
- ¡No me diga que desde aquí también se me oye?
- ¿Que si se le oye? No sabe usted las noches de guardia que me ha dado, sin pegar ojo.
- ¡Oiga, pero si se está de guardia se está de guardia, ¿Cómo que sin pegar ojo?
- Hombre, una cabezadilla la da cualquiera... ¡Si no se tiene a un tipo encima roncando toda la nochecita, claro!
- ¿Y no será – ya me estoy mosqueando yo - que me tienen montada entre todos una red de escuchas, como al PP?
- Que no, que no, que le aseguro yo a usted que hay noches que parece que una está en plena selva, del griterío salvaje que se forma. Es más, verá que ya le tenía yo preparado, esperando precisamente a que diera usted la cara, este novedoso producto que, sin duda, ya habrá visto usted anunciado por televisión.
- ¿Y de qué se trata?
- ¡Pues de qué se va a tratar! ¡De que deje usted de roncar de una santa vez!
- No mujer, me refiero a que de qué producto se trata.
- Ah, del revolucionario spray “Por-qué-no-te-callas”, disponible ahora en sus dos versiones, la “normal-ita”, recomendable para roncadores sin demasiadas pretensiones, y luego está la “equis-equis-ele”, para los grandes roncadores de toda la vida, ya sabe.
- Ah, muy bien, pues yo creo que de momento, y para probar, con la “normal-ita” me apaño.
- ¿Cómo? ¡De eso nada, monada! Usted se lleva la “equis-equis-ele” como yo me llamo FcaTFPLC.
- Bueeeeeno, vaaaaaale. ¿Y en qué se diferencia, la una de la otra?
- Pues en que mientras que la primera actúa únicamente sobre la garganta del sujeto roncante, la segunda lo hace sobre garganta y nariz, no dejando así escapatoria posible, toma ya, al dichoso ronquido.
- ¿Y cómo debe aplicarse pues?
- Abra usted la cajita.
- La abro.
- Verá que consta de un spray nasal y de un aerosol bucal.
- Lo veo, sí.
- Bien, pues lo primero que tiene que hacer es agitarlos antes de usarlos.
- Los ag-i-i-i-i-i-i-i- ito.
- ¡Pero ahora no, alma de Dios!, ¡cuando se vaya a ir a dormir!
- Huy, perdón. Espero que no hayan perdido sus propiedades.
- No lo creo, no. Pues lo siguiente es abrir – ahora no, insisto, cuando se vaya a dormir – el spray nasal y aplicárselo en los orificios.
- ¿En todos?
- No hombre no. Sólo en los nasales.
- Ah.
- Posteriormente se aplica el aerosol bucal en la boca, valga la redundancia, y listos. ¡A dormir!
- ¿Ya? ¿Tan prontito? Pero si mañana no tengo que madrugar...
- No hombre, sólo le estoy poniendo en situación.
- Oiga, y esto no tendrá ningún efecto secundario
- Que se sepa no. Ya le digo que es nuevo. Lo que sí tiene es que si no queda satisfecho le devolvemos su dinero.
- Ah, pues eso está muy requetebien. Y más teniendo en cuenta la subida fiscal en ciernes anunciada por Salgado.
- Querrá usted decir en jueves, hoy es jueves.
- No; he dicho "ciernes", no "viernes".
- Ah, disculpe. Ea, pues no se hable más. Son cincuenta y cuatro euros del ala.
- ¡Hala!
- Que no, que es sin hache.
- Quiero decir jopé.
- Ah, entonces sí es con hache.
- Venga, pues me lo llevo y ya le cuento cuando lo pruebe.
- Aquí estamos, a su disposición, querido VMitoMRLLP.

Pues lo dicho, que ya os contaré cuando lo pruebe.

jueves, julio 30, 2009

Relatitos: (11) La naranja (tercera parte)

Pincha aquí despacito para leer la primera parte y aquí, también despacito, para leer la segunda..

Resumen de lo publicado: Una naranja con una pinta que te cagas echa a rodar desde un autobús y acaba corre que te corre Castellana abajo, perseguida por quien hasta entonces era su dueño y propietario, el protagonista de esta historia. Al llegar a la altura de El Corte Inglés, en plena temporada de rebajas y con el anuncio de Carlos Baute de fondo, una moza que va de paquete en una Yamaha engancha el cítrico con la mano con sorprendente habilidad y sale pintando Joaquín Costa arriba. Nuestro hombre toma un taxi para perseguir a la moto, pero el taxista, incrédulo él, no se traga la historia de la naranja y se piensa que lo que pasa es que al tipo le gusta la chavala, quien, dicho sea de paso, va con el triángulo sacro al aire debido al bajísimo talle de sus pantalones. Este detalle erótico-festivo es lo que hace que el taxista se pegue como una lapa y no sin peligro a la Yamaha, pero aún así el motorista consigue despistar de un acelerón al taxista, con lo que nuestro hombre da por perdida a su naranja y rompe a llorar. Emocionado, el taxista toma conciencia de la situación y, arriesgando la vida, da otra vez alcance a la moto para ver cómo ésta gira y toma la Carretera de Barcelona dirección Barajas. Tras ser testigos del cambio a rojo del semáforo, taxista y propietario de la naranja optan por seguir a la moto pase lo que pase, y entonces...

¡CATAPLAFFFFF!

La brusca maniobra del Skoda Octavia, saltándose el semáforo del cruce de la Avenida de América para tomar la Carretera de Barcelona, provocó el choque en cadena de al menos cinco vehículos (de ahí lo de las cinco efes de “cataplafffff”, que todo tiene su porqué) que circulaban por la calle de María de Molina ajenos todos ellos a la peligrosa persecución.

- ¡Serán patosos...! Luego me echarán la culpa a mí – se me excusa el taxista.
- Pues el golpe ha debido ser de órdago, a juzgar por el humo – le digo.

Pero a lo que íbamos, que nos pusimos una vez más a tiro de piedra de la Yamaha, envalentonados y decididos a llegar hasta el final si hiciera falta, y el final en este caso, teniendo en cuenta la carretera por la que circulábamos, no era otro que, en efecto, la ciudad de Barcelona. Y el caso es que una vez superado el desvío hacia Canillejas, habiendo dejado a la derecha la redacción de los diarios ABC y La Razón (a la derecha porque están situados ahí teniendo en cuenta la dirección en la que vamos, no por otra cosa), el taxista de pronto cambió de tema, pensé yo que inspirado por la vista de ambas sedes periodísticas:

- Sabrá usted lo que es el APC, ¿no?
- Sí claro. Aunque yo soy más lector de El País o incluso, si me apura, de El Mundo de Pedro J., la verdad sea dicha.
- No, si digo el APC, no el ABC. El Área de Prestación Conjunta.
- Ah, pues no. Me temo que no.
- Verá, le estoy tomando a usted cariño, le voy a confesar, pero ello no le exime de tener que abonar mi regreso a casa si, como parece, nos salimos de la citada área que, ya le informo, finaliza una vez dejemos atrás la localidad de San Fernando de Henares.
- ¡Córcholis!.
- Por no hablarle del suplemento a aplicar de 5,50 euros en el caso de que nuestro destino sea el aeropuerto de Barajas, le anticipo.
- ¡Recórcholis!

Y en tales disquisiciones tarifarias estábamos cuando pareciome observar que algún pequeño objeto salía despedido de la moto y... ¡clonck!, golpeaba con violencia contra el parabrisas delantero del Skoda Octavia, un objeto anaranjado...

- ¡No puede ser! ¡No la habrá tirado, la tía! – exclamé.
- ¿El qué? – dijo el taxista.
- ¡La naranja! ¡Me temo que nos ha golpeado en el cristal!
- ¿La naranja? ¿Pero entonces era verdad lo de la naranja?
- ¡Pues claro que era verdad! ¿Qué se había pensado, que soy capaz de perder la cabeza por un triángulo sacro? ¡Mi naran...!

Entonces un nuevo “clonck” en el cristal me sacó de la angustiosa duda y pude comprobar cómo un segundo trozo de la lustrosa piel del cítrico golpeaba de nuevo contra el parabrisas, dejando un pegajoso reguerillo cual si nos hubiera defecado encima algún grácil estornino o un más común gorrioncillo.

- ¡Horror! ¡La está pelando!
- ¡Qué cochina!, esas cosas no se tiran a la calzada en plena marcha.
Clonck
- ¡Haga algo, señor taxista! ¡Se la va a comer!
- No se preocupe jefe, hay tiempo más que suficiente.
Clonck
- No, no; me temo que no nos queda mucho tiempo, la tiene casi peladita ya.
- Que sí jefe, que hay tiempo, que se tiene que quitar el casco y todo, si no ya me dirá cómo se la va a meter en la boca.
Clonck
- Dígame un cosa, ¿tiene usted familia?
- No jefe, estoy solo en el mundo.
Clonck
- Ya somos dos. ¿Y seres queridos?
- Mi dedicación al taxi no me lo permite. Exceptuándole a usted que, ya le digo, le estoy cogiendo cariño. ¿Y usted, tiene seres queridos?
- La naranja nomás.
Clonck
- ¿Entonces los dos estamos preparados?
- Preparados. No tenemos nada que perder.
- ¡Cuidado, que parece que aminora la marcha para quitarse el ca.......TACLONCK!
- ¿Qué ha sido eso ahora?
- ¡El casco!, que se le ha caído y nos ha golpeado en el cristal. Ay que se la zampa... ¡Es el final!
- ¿Embisto pues, jefe?
- ¡Síiiiiiiiii!

¡COTOPLOOOOOOOOOOOOOF!

.. y entonces alguien dijo aquello de “¡corten!, ¡corten!”, pero ya todos los actores (la naranja, la pedazo de naranja peladita y todo, el maromo, la chica, el taxista y yo) estábamos espachurraditos y convertidos en sabroso, vitamínico, y refrescante DON CHIMÓN, la mejor elección, puro zumo de naranjas recién exprimidas, hecho con naranjas frescas españolas con su pulpa natural y todo y rico en vitamina C.

FIN

AGRADECIMIENTOS POR SU PARTICIPACIÓN
Y COLABORACIÓN EN LA REALIZACIÓN DE ESTE SPOT :

Cooperativa del Taxi de Madrid
Motos Yamaha
Skoda Automóviles
Real Madrid F. C.
El Corte Inglés
Carlos Baute
Empresa Municipal de Transportes (EMT)
Belén in red (por su aportación al esclarecimiento del verdadero significado y ubicación del triángulo sacro y los hoyuelos de las sacroilíacas)
Cadena COPE
MARCA
ABC
La Razón
Zara (Sección Pantalones de Talle Bajo)
Sociedad Española de Ornitología (Sección Estorninos y Gorriones)
Y a todos cuantos lectores hayan llegado hasta aquí, si es que hay alguno que ha llegado, siguiendo el accidentado periplo de la naranja, la pedazo de naranja.

(Una vez abierto conservar en el frigorífico. Agitar antes de servir)

lunes, julio 27, 2009

Relatitos: (10) La naranja (segunda parte)

Pincha aquí despacito para leer la primera parte.

Resumen de lo publicado: Sucedió que un lunes cualquiera iba nuestro hombre al trabajo en el autobús cuando de repente se le volcó la bolsa de la comida, y la naranja, la pedazo de naranja que llevaba dentro para el postre, echó a rodar y salió por la puerta del autobús en dirección a la calle, en pleno Paseo de la Castellana, a la altura del Bernabéu. Allí, un tipo que iba leyendo el MARCA le arreó tal patada que ni el mismísimo CR9, y la naranja echo a rodar por el carril bus Castellana abajo con nuestro hombre detrás, a la caza y captura. Después de pasar por increíbles vicisitudes y peligros fueron a detenerse, la naranja primero y nuestro hombre después, frente al cartel de publicidad de El Corte Ingles, en plenas rebajas. Entonces, cuando parecía sonar de fondo la suave y pegadiza melodía de Carlos Baute...

¡BRRRRRRRRRRMMMMMMMM!

¡La moto! La puñetera moto Yamaha FJR 1300 AS se me cruzó por delante de las mismísimas narices al ir a agacharme ya sin resuello para recuperar mi anhelado postre, y a punto estuvo de espachurrarnos a ambos, objeto perseguido y sujeto perseguidor. Sin embargo, el hábil conductor logró esquivar ambos obstáculos sin apenas reducir la marcha, y cuál fue mi sorpresa al contemplar cómo en un alarde de acrobática y casi circense habilidad, la ágil y esbelta muchacha que viajaba como “paquete” desabrazose del maromo conductor y extendió su brazo izquierdo para atrapar el cítrico, continuando la Yamaha su camino para tomar dirección hacia la Avenida de América, es decir, Joaquín Costa arriba, dejando ya el Paseo de la Castellana.

- ¡Taxi, taxi!

Quién me iba a decir a mí que una situación de tanta emergencia y de tan incierta resolución, como era en definitiva la de la cada vez más cercana pérdida de mi añorada naranja, iba a suponer sin embargo que se viera hecho realidad uno de los sueños que de niño siempre tuve, que no era otro que el de poder espetarle a un taxista, poniendo cara de interesante, aquello que tantas y tantas veces había oído en las películas:

- ¡Siga a esa naranja!, digo..... ¡siga a esa moto!
- ¿Cómo dice, señor?
- ¡Digo que siga a esa moto, la de la naranja!
- ¿A que moto se refiere? Yo no veo ninguna moto naranja.

Tras hacerle al taxista un breve resumen de lo ocurrido para que se aclarara de una santa vez (véase el "Resumen de lo publicado"), conseguí que éste se pusiera por fin a rebufo de la Yamaha - que ya subía por Joaquín Costa a todo trapo - a regañadientes primero, pero complaciente después una vez que se hubo percatado de la ajustada indumentaria que tenía a bien lucir la ágil “señorita paquete”, cuyos pantalones de talle bajo, por no decir bajísimo, dejaban a la intemperie lo que en lenguaje científico viene a denominarse “triángulo sacro” y a conocerse en lenguaje metafórico sencillamente como “hucha”.

- Así que una naranja, ¿eh pillín? Qué pasa, que le pone la chavala, ¿no?

Por no ponerme a discutir y arriesgarme a que el taxista no quisiera participar en la persecución, opté por decirle que sí, que estaba bien buena, y el tipo pareció darse por satisfecho con mi nueva versión. Y satisfecho también con la panorámica al parecer, porque pegaba el morro del taxi tanto tanto a la rueda trasera de la Yamaha que a punto estuvimos al menos en un par de ocasiones de tragarnos enterito el sacrosanto triángulo de la moza.

- ¿Pues sabía usted que esos pantalones son malísimos para la salud?
- Desde luego, si no se separa un poco usted de la moto ya lo creo. ¡Nos la vamos a pegar gorda!
- No hombre, no, no se preocupe que está usted en manos de conductor experimentado. Lo contaban el otro día en la COPE. Me refiero a que al ir tan ceñidos a la altura de la caderita pueden llegar a estrangular un nervio que hay por ahí, provocando una sensación de adormecimiento en los muslos que se conoce con el nombre de parestesia. ¿No ha oído usted hablar de ello?
- Pues no. Si le digo la verdad no. No suelo escuchar la COPE... ¡Cuidado!

Mi grito de alarma hizo que el taxista pegara un brusco frenazo en mitad del túnel de Joaquín Costa, que si bien provocó que mi frente fuera a rebotar contra la parte trasera del reposacabezas del conductor, al menos evitó, y ése era su propósito, que el Skoda Octavia del taxista se fundiera en un solo cuerpo con la Yamaha del maromo, con lo cual ya me di por satisfecho. Sin embargo, y ante tal despropósito, el motorista pareció apercibirse de nuestras erótico-festivas intenciones - bueno, las mías en realidad no, las mías eran sencillamente gastronómicas - y arreole tal acelerón a la Yamaha que en un abrir y cerrar de ojos desapareció de nuestro campo de visión perdiéndose entre coches y autobuses, de manera que desde el cruce con López de Hoyos hasta la Avenida de América llegué a dar definitivamente por perdida mi naranja.

- ¡Me cago en la leche!... snif.
- No se vaya usted a poner a llorar hombre, que se me llevan los demonios...

El caso es que otra cosa no, pero perseverante a la par que sensiblón resultó ser un rato el taxista, con lo cual tras realizar el tío un par de maniobras altamente peligrosas imbuido por la visión de mis lágrimillas, tuvimos todavía tiempo para observar cómo moto, maromo, naranja y muchacha, esta última con su hucha y todo, giraban a la izquierda y tomaban dirección Barajas enfilando la Carretera de Barcelona.

- ¿Los sigo, jefe? – me dice el taxista contemplando cómo irremediablemente el semáforo se nos va a cambiar de color en las mismas narices.
- ¡Adelante! – alcanzo a contestar con determinación y gesto heroico secándome el lagrimal, siendo testigo de cómo la luz del semáforo luce no ya roja, sino más bien colorada como un tomate.

¡CATAPLAFFFFF!

(continuará)

jueves, julio 23, 2009

Relatitos: (9) La naranja (primera parte)

Joder, si es que la miro y la remiro y me da la sensación de que va a reventar en cualquier momento..., ¡qué pedazo de naranja!

Llevaba un lunes cualquiera en la bolsa de la comida una naranja con una pinta estupenda, de esas que van del-árbol-a-su-mesa, y al subir al autobús nº 147 camino de la oficina, coloqué la bolsa con el tupperware, los cubiertos, la servilleta y la pedazo de naranja en cuestión entre las piernas, pero en una maniobra brusca del conductor la bolsa zozobró. Quiso la mala suerte que hubiera cogido sitio frente a la puerta de salida, y claro, debido a una ligera inclinación lateral que adopta el autobús, no sé por qué, cada vez que se detiene, resulta que la naranja, la pedazo de naranja, echó a rodar hacia la puerta justo cuando ésta se abría, que ya es fatalidad, de manera que el apetitoso fruto dio a parar con sus gajos en pleno Paseo de la Castellana. A la altura del Bernabéu, para más señas.

Mi primera reacción fue cerrar los ojos y decir “hostias”, pero la segunda, ágil y rápida, fue pegar tal brinco que en un abrir y cerrar de ojos me planté con decisión en la calle antes de que el bus cerrara las puertas y arrancara, aunque faltaran todavía para mi destino por lo menos siete paradas más, dirección Castellana arriba. Entonces fue cuanto aquel transeúnte que caminaba Castellana abajo leyendo el MARCA arreole a la naranja un puntapié de los que hacen historia, no sé si por hacerle los honores al futbolístico paisaje que le servía de fondo o porque sencillamente no se dio ni cuenta del paso del cítrico, rueda que te rueda, por delante de sus mismísimas narices, estando como estaba absorto en la lectura.

De nuevo grité lo de “hostias” y eché a correr también yo Castellana abajo sin que el tipo del MARCA se inmutara ni lo más mínimo ante mi reacción, transformándose para mí el carril bus por el que ahora rodaba a toda prisa la naranja, toda golpeadita la pobre, en improvisada calle como si de una prueba de velocidad se tratara, tal era mi acelerada persecución del jugoso y travieso cítrico al que ya me parecía verle hasta patitas, de lo jodidamente deprisa que corría en sentido contrario al de mi dirección original.

- ¡Hostias, el 27!

Para toda aquel que no frecuente la concurrida zona en la que vienen transcurriendo los imprevistos acontecimientos hasta el momento relatados, podrán resultar absurdas y enigmáticas mis exclamativas palabras. Pero no, no lo son en absoluto, porque al avanzar tanto la naranja como servidor por el carril bus en dirección contraria a la que habitualmente lo hace el transporte municipal, quiso el destino o la fatalidad (o sencillamente, qué coño, que era lo lógico) que un autobús de la línea 27 - de esos dobles que son enormes - acabara apareciendo dirigiéndose hacia nosotros y ocupando todo el estrecho carril bus. Fue levantar la cabeza y verlo venir y adueñose por un momento de mi la misma sensación que se tiene (o que se tendrá, digo yo, porque a mi nunca me ha pasado) cuando se está atado en una vía y el tren se acerca chufla que te chufla sin posibilidad de que ni persona ni máquina se echen a un lado para evitar la desagradable y sangrienta tragedia, con el agravante en este caso de que los implicados en el choque habrían de ser tres: máquina, persona y naranja.

Pero la suerte parecía estar ahora de nuestro lado, de manera que la naranja pasó como si tal cosa por debajo del autobús nº 27, continuando su recorrido Castellana abajo, mientras que yo... yo no pasé por debajo, pero mis todavía admirables reflejos permitiéronme completar un ágil y brioso salto hacia mi derecha en el momento oportuno, para dejar paso al vehículo y recuperar a continuación el carril ya expedito, emprendiendo de nuevo la sudorosa y acalorada persecución interrumpida.

Insistiendo en que habrá quien no conozca el camino del que tanto la naranja como mis aceleradas piernas habían dado a estas alturas buena cuenta, detallaré que una vez recorridos unos novecientos setenta y cinco metros desde el referido estadio madridista, siempre, ya digo, Castellana abajo, cualquier objeto rodante acabaría por atravesar, si no se topa antes con ningún obstáculo imprevisto, el que sin duda es uno de los pasos de peatones más concurridos de la ciudad: el de El Corte Inglés.

Así que al observar, vista al frente, al final del recorrido las numerosísimas piernas que pisoteaban las franjas blancas del paso de peatones hacia el que irremediablemente la naranja se dirigía a toda velocidad, no me quedó otra que volver a exclamar “hostias” y apretar los dientes - primero exclamar y luego apretar, que las dos cosas a la vez no se puede – echando el resto en el acelerón final para agarrar la fruta antes de ser ésta vilmente pisoteada por culpa, en definitiva, de las rebajas de verano de los susodichos almacenes.

Pero no. Por suerte una vez más, la naranja alcanzó el peligroso paso justo cuando el semáforo se cerraba al tránsito peatonal y se abría, por consiguiente, a vehículos y naranjas o a cualesquiera otros objetos rodantes que en aquel momento tuvieran a bien circular por el Paseo de la Castellana abajo, tales como sandias, melocotones o incluso aceitunillas, por qué no. Y fue en ese preciso instante, al atravesar el paso de peatones, cuando finalmente la naranja fue poquito a poco aminorando su marcha, quizás debido a la propia pérdida de inclinación del carril bus, o a un cambio brusco en la dirección del viento, o al mismo cansancio del cítrico, o yo qué sé a qué, pero el caso es que al final se detuvo, todo lo gordita que era, todavía la mar de apetitosa ella pese a los avatares sufridos, bajo el puente de Raimundo Fernández Villaverde. En plena sombra.

- ¡Dios mío! – llegué a pensar - ¿Se habrá detenido la naranja única y exclusivamente para contemplar el enorme cartel publicitario que adorna la fachada Este del centro comercial famoso allende los mares? ¿Tan sugerente y embaucadora resulta ser la imagen del sonriente Carlos Baute tomando por la cintura a dos muchachas de buen ver en biquini, todos cargaditos de bolsas, al tiempo que hasta de fondo parece oírse la consabida cancioncilla de “te envío poemas de mi puño y letra...", número 1 de los 40 Principales?

¡BRRRRRRRRRRMMMMMMMM!


(continuará)

martes, julio 21, 2009

La luna en el mar riela


La canción del pirata (José de Espronceda) es uno de los típicos poemas que muchos nos sabemos, o nos hemos sabido, prácticamente de memoria. No pasa nada por saberse un poema de memoria. Hay gente que recita poemas de memoria como hay gente que se sabe de carrerilla la lista de empresas del Ibex35, o la evolución del euribor de enero a diciembre, o, yo qué sé, el porcentaje de los impuestos que determina la corresponsabilidad fiscal en el nuevo modelo de financiación de las comunidades autónomas, pongamos por caso.

Yo estos días, de tanto y tanto leer y ver informaciones sobre el tan cacareado 40º aniversario del primer viaje del hombre a la luna, no hago más que acordarme del verso de La canción del pirata que decía que “la luna en el mar riela”, y como lo de la luna está ya a estas alturas más que trillado (qué voy a conta yo que no haya contado ya, y mejor, el pesado de Jesús Hermida) me voy a centrar en el post de hoy en el tan maravilloso como poético significado del verbo “rielar” (brillar con luz trémula). Por tanto - relájense, amigos - no voy a hacer ni una sola referencia más ni al mercado bursátil, ni al interbancario, ni mucho menos a la ministra Salgado, quien da - todo hay que decirlo - mucho menos juego que el añorado Solbes.

Durante el breve pero fructífero periodo en que ejercí como docente... (ya estamos con la batallitas del “profe”), siempre que en clase comentábamos el poema de Espronceda, el verso “la luna en el mar riela” era como invisible, todo el mundo se lo saltaba. Normal, a ver quién era el listo que sabía qué narices significaba “riela”. Entonces era cuando el profe – o sea, servidor - ponía gesto de interesante y preguntaba aquello de “¿no me digáis que no habéis oído nunca la palabra “riela”?

- Pues no, ni tú tampoco - di la verdad, profe - hasta que no leíste La canción del pirata, tío listo.

Y tenía toda la razón, el alumno aventajado. Existe incluso la teoría, no sé si acertada o no, de que el verbo “rielar” lo inventó el propio Espronceda de manera involuntaria, pues al parecer no está documentado antes de 1835. Tengo que confesar que yo no lo he comprobado, ¿eh?, que últimamente ando un poco mal de tiempo, liadillo que estoy con otras cosillas. Quien defiende esta teoría argumenta que el poeta quiso utilizar “rehilar” (moverse como temblando), y añado yo que a lo mejor lo que pasó es que no le funcionó correctamente el corrector ortográfico del word y se lo cambió por “rielar”. Esas cosas pasan. El caso es que la imagen que utilizó Espronceda, venga de donde venga, es tan sugerente y poética, y tiene tanta fuerza, que a partir de entonces este limitado verbo se emplea, cuando se emplea, casi exclusivamente aplicado al reflejo de la luna en el agua, a esa imagen que parece temblar con el leve movimiento de las olas.

Yo era un pequeñajo cuando el hombre llegó a la luna. Qué bien suena, lo de “el hombre”, como si todos hubiéramos estado allí, y qué poca gracia debe hacerle la expresión a M. Collins, que después de ir hasta allí tuvo que quedarse en el módulo de mando, el pobre, y no llegó a pisar la luna. No obstante, a mi la impresión que me queda es que el bueno de Collins no se perdió gran cosa, que la luna vista de cerca es fea de cojones y que pierde toda su magia y magnetismo que desde aquí a lo lejos le otorgamos. Que no riela ni un poquito, vamos.

Es más, para mí que al dichoso “hombre”, llegar a la luna no le sirvió nada más que para recrearse en lo fantástica y preciosísima que es la tierra. No hay más que ver cualquiera de la fotografías que desde la superficie de la luna se hicieron de nuestro planeta para darse cuenta de que no hay color. Lo único que si acaso le faltaría a la imagen de la tierra para alcanzar la perfección sería poder reflejarse en el mar, para que el poeta pudiera decir que “la tierra en el mar de la luna riela”. Pero claro, en la luna lunera no hay ni mar ni na de na.

Quizás sea por ello que el recuerdo más nítido que yo guarde de la llegada del hombre a la luna sea precisamente - y no es por fastidiar - el del regreso, el del módulo cayendo en medio de la inmensidad del océano. Sería como si, quién sabe, la misión no hubiera regresado satisfecha de su trabajo y tratara, en un último y desesperado intento, de encontrar en el mar el anhelado y trémulo reflejo de la luna, con toda la fragilidad y poesía que allí arriba nunca encontró.

miércoles, julio 15, 2009

Reflexiones de verano, uséase insustanciales (1) La frasecita

“Te dejo María Luisa que entramos en el túnel y seguro que se corta..., Maria Luisa”

Esta mañana he escuchado esta frase y no hago más que darle vueltas y más vueltas, no me la quito de la cabeza. Y es que la frasecita tiene su miga, aunque supongo que no se entenderá del todo fuera de contexto. Es lo que tienen algunas frases, las jodías, que las sacas de contexto y no hay Dios que las entienda. Así que paso a detallarlo. El contexto, digo:

Resulta que servidor utiliza generalmente para desplazarse hasta el centro de trabajo el transporte público, y más concretamente el Metro de Madrid. A las 08:40 horas, minuto arriba minuto abajo dependiendo de determinadas y complejas circunstancias y aconteceres que no viene al caso detallar, servidor se halla un día sí y otro también (con la excepción de los fines de semana, faltaría más), haciéndose hueco entre la muchedumbre metropolitana para tratar de acurrucarse somnoliento en el rincón del vagón más desocupado, si lo hubiere. Pues en este caso lo hay, porque al tratarse de un 15 de julio encuéntrome con el panorama asaz espacioso y despejado sobremanera, con lo cual procedo a sumirme sigilosa y cómodamente en la provechosa lectura que me ocupa, el capítulo que lleva por título “Gasipum y popotraques”, perteneciente a la densa y sustancial obra “El gran gigante bonachón”, de Roald Dahl.

Imagino que todavía no se va entendiendo la frase, así que permítaseme que siga abundando en el contexto:

08:45 horas. Una vez descubierto, debido a mi atenta lectura, que el “gasipum” y los “popotraques” son el nombre que les dan los gigantes gigantones a sendas guarrerías gaseosas, la atención de mi atenta lectura (valga la redundancia) resulta desviada por la profunda y sugerente voz de una pasajera nada somnolienta, que habla por su teléfono móvil con determinación, ajena a toda emanación gaseosa que pudiera producirse procedente del tracto digestivo de cualquier disimulado y sospechoso viajero, ya sea a través de boca (gasipum) o ano (popotraque). Y así de paso dejo constancia de lo que significan ambos términos, que me da que no había quedado muy claro todavía.

“Te dejo María Luisa que entramos en el túnel y seguro que se corta..., Maria Luisa”.

Bien, ya tenemos la frasecita de marras. Pero falta añadir un importante dato en el dichoso contexto que resulta necesario aclarar más pronto que tarde:

Se trata de que la empresa METROCALL, participada por TECNOCOM con un 60 por ciento y por METRO DE MADRID con el resto, esto es, un 40 por ciento – puesto que está más que de sobra comprobado que 60 más 40 suman cien en total – es la compañía encargada de ofrecer cobertura de telefonía móvil en el interior del metro gracias a la implantación de toda una red de antenas y cables por el recorrido suburbano, y es que hoy las ciencias avanzan que es una barbaridad.

Pues una vez aclarado del todo el dichoso contexto, ahora sí que sí, voy y me pregunto yo: ¿se verá interrumpida la comunicación del móvil en el metro cada vez que entras en un túnel tal y como viene a sospechar la desconfiada pasajera? Si la famosa empresa METROCALL se ha gastado una pasta gansa en dar cobertura bajo tierra a los sufridos e incomunicados usuarios del Metro de Madrid, ¿no habrá previsto ya de paso que la cobertura se mantenga también dentro de los oscuros, misteriosos y en ocasiones interminables túneles que separan una estación de la siguiente en riguroso orden espacio-temporal? Vamos a ver; si tú ya estás, criatura, bajo tierra (en el sentido más vital y vivaracho de la expresión) ¿qué más dará – a efectos de lo que es la red de telefonía móvil o celular - si estás dentro de un túnel con la mirada perdida en la más absoluta oscuridad o estás, por el contrario, detenido en la iluminada y ultramoderna estación de, pongamos por caso, Mar de Cristal, de bello y sugerente nombre?

Pero el caso es que la señora apagó su móvil dando por finalizada la conversación, con lo cual me quedé sin poder comprobar qué hubiera sucedido dentro del túnel y si eran fundadas sus terribles sospechas. Así que a ver si alguien sacarme pudiera de esta duda que me corroe hasta el punto de mantenerme en un sinvivir. Porque tú fíjate cómo será el comecome, que a puntito estuve, una vez vivido lo aquí relatado, de sacar yo mi propio móvil dentro del túnel y realizar in situ la comprobación. Listo y sagaz que es uno, jeje, no me digáis que no.

Pero claro, vete tú a saber ahora cuál es el número de teléfono de la tal Maria Luisa.

lunes, junio 29, 2009

¡Alto o disparo!

- ¡Alto!

A veces, la puñetera vida o jodida existencia te depara sorpresas en extremo desagradables y te toca, quieras o no, enfrentarte tú solito a situaciones de tan inusitada como superlativa tensión en las que no te queda otra que recurrir, si no queremos que la cosa desemboque en desenlace trágico, a las naturales armas o recursos con los que la misma naturaleza humana ha tenido a bien dotarnos. Por ejemplo, el lenguaje.

- ¡He dicho alto!
- ¿Es a mí?
- Sí, a ti. ¡Alto!
- Bueno, muchacho, yo te lo agradezco, lo de alto, pero, ¿sabes?, hace unos años sí, podría haberse considerado que servidor era un tipo más o menos de buen talle, y prueba de ello es que encontrábame muy por encima de la media de mis compañeros de pupitre, a la sazón muchachos imberbes todos como tú; pero ahora, ¡ay amigo!, ahora con lo que vienen despuntando las nuevas generaciones como la tuya, en lo que bien pudiera denominarse como la era post colacao, o post petisuis, o incluso post leche collantes, la que hace a los niños gigantes, ya no se puede afirmar sin caer en la mentira que mi aspecto responda al de una persona muy alta, más bien diríamos que... normalita.
- ¡Cállate! ¡Alto o disparo!
- Verás, muchacho..., ¿tú has pensado bien lo que vas a hacer y lo que ello supone, o, dicho de otra manera, has considerado o reflexionado mínimamente acerca de las consecuencias lógicas que tu conducta pudiera acarrear a posteriori?
- Sí. Apretar el gatillo y sanseacabó.
- Vale, vale, las levanto. Pero déjame, déjame que sin moverme ni lo más mínimo y sin apenas respirar te cuente algo que pudiera modificar tu decidida voluntad de apretar el gatillo y sanseacabó, como tú mismo has definido la sucesión acción/consecuencia que te dispones sin más dilación a perpetrar, me temo.
- ¡Más arriba, las manos!
- Vaaaale. Verás, resulta que..., mi mente, digo yo que inspirada ante tal situación de tensión y mieditis como la que ambos dos estamos viviendo..
- Yo no tengo mieditis.
- Bueno, ante la situación de tensión y mieditis que servidor está viviendo, mi mente me retrotrae a la época en la que uno era, como tú, un simple muchacho...
- Yo no soy simple. ¡Voy a disparar!
- No, no. No digo que tú seas simple, sino que yo sí que lo era, y que claro, en realidad todos los niños tienen algo de... inocentes.
- Yo no soy inocente. ¡Voy a disparar!
- Estooooo... vale, vale, cambiemos de tema pues. Oye, resulta de verdad impresionante, créeme, el arma que portas.
- Mi dinero me ha costado...
- No me extraña ni lo más mínimo. Fíjate, abulta más que tú...
- ¿Me estás llamando pequeñajo? ¡Quietooooo!
- No te preocupes que ni me muevo. Sólo iba a verla más de cerca, porque de verdad que es impresionante. No es que tú seas pequeño, no. Es que el artefacto ostenta un tamaño digno de toda mención.
- Se trata de una Super Soaker Artic Blast, y cierra ya tu sucia bocota.
- La cierro, la cierro porque sin palabras me dejas, muchacho. Eso debe ser lo último de lo último.
- La estreno hoy. ¡Estate quieto!
- Pues déjame que te felicite, porque a la vista salta que has adquirido un artilugio que resulta ser todo un alarde de diseño y tecnología.
- Ya te digo. ¡Arriba las manos! ¡Voy a disparar! Ahora sí que sí.
- Oye, ¿y esa especie de cajoncito que tiene ahí abajo, para qué es?
- Eso es pa’l hielo.
- ¿Hielo para qué, muchacho?
- Para mantener a una temperatura cercana a los cero grados centígrados, antes denominados Celsius, el liquido elemento que, como resultado de la aplicación del Principio de Pascal y dada la presión que el gatillo ejerce sobre el depósito, el cañón acabará por expulsar en dirección a la víctima elegida. Es decir.... pa'que el agua salga bien fresquita. ¡Tomaaaaaa!
- Ahhhhhh.

Mira que me sientan a mí mal, las dichosas pistolitas de agua.

viernes, junio 26, 2009

Relatitos: (8) Lío de fechas

Salí de la biblioteca tan contenta con mi libro entre las manos y emprendí directamente camino hacia el parque más cercano con la intención de sentarme en un banco y comenzar a devorarlo. El libro, no el banco, por supuesto. - ¡Joder! - dije en voz alta - ¡por fin lo pillo!...

Llevaba detrás de él un par de años, y no había manera.

Me lo había recomendado una antigua profesora que tuve en una academia del barrio de Tetuán, justito detrás de la Plaza de la Remonta, en la que durante 2007 hice el curso de Decoración e Interiorismo que acabó por cambiarme la vida. Resulta que al poquito de terminar el curso fui contratada, gracias al contacto de una amiga - y también a mi buena pluma, todo hay que decirlo -, como directora de contenidos de la web “DECOCINAPUNTOCOM”, especializada, evidentemente, en decoración y en mobiliario de cocinas. Gracias a ello pude abandonar mi anterior ocupación de diseñadora de figuritas, velitas y otros complementos de repostería, en la que llevaba ejerciendo más de quince años, ridículamente retribuida pese a haberme especializado como me había especializado en la creación de muñequitos para tartas nupciales, que siempre, quieras que no, tienen más tirón.

Me venía además de perlas el paseíto hasta el parque para poder abstraerme por unos instantes del problema que me traía desde hacía días de cabeza, consistente en cómo narices instalar en una cocina de menos de doce metros cuadrados un horno de doble función, un novedoso modelo con dos cavidades diferenciadas e independientes que permiten cocinar sendos platos a la vez sin que se produzca lo que técnicamente denominamos en la profesión como “batiburrillo de olores y sabores”, lo cual resulta de lo más desagradable, imagínate el panorama.

El libro se titula, no lo he dicho, “El quid de la cocción”, y resulta ser – lo aclaro para quienes no sean entendidos en la materia – el principal tratado y autoridad en lo que a cómo distribuir los electrodomésticos en una cocina respecta. Que si no hay mejor sitio para la nevera que el rincón que menos estreche el paso; que si nada mejor para el lavavajillas que la pared en la que nunca pega el sol directamente; que si la línea de trabajo jamás debe estar dividida en dos partes, y menos enfrentadas la una a la otra...

Teniendo como tengo la... costumbre – iba a decir “fea”, pero fea tampoco es, qué leches – de cotillear, cada vez que saco un libro de la biblioteca, las sucesivas fechas que quedan reflejadas en el papelito destinado a que los sucesivos usuarios sepan cuándo tienen que devolver el ejemplar si no quieren ser sancionados con la retirada del carné por un tiempecito, que a mi me ha pasado unas cuantas veces, me resultó extraño observar que la fechas de las últimas devoluciones eran “24 oct 1987” y “20 feb 1990”. Y luego nada.

Lo primero que se me ocurrió – despierta que es una – fue consultar la fecha de edición del libro, pues deduje por lógica que un manual de tales características, para ser recomendable como lo era éste, no debería tener más de diez o doce años a lo sumo. Y es que los diseños de cocina se pasan de moda con sorprendente rapidez y facilidad, no te imaginas cómo, y está bien que así sea, porque ello asegura precisamente la continuidad y la rentabilidad de nuestro trabajo.

“Primera edición: enero 2006”, decía una línea más abajo de la que anunciaba el nombre del ilustrador de la cubierta, dato este último que también llamó mi atención, un tal Espotorno Deleña, con el apellido, eso sí, escrito sin hache intercalada entre la “t” y la “o”, como hubiera sido de esperar.

- ¿Cómo es posible? - me dije - ¡Aquí hay gato encerrado! No tanto por lo del nombrecito del ilustrador y por lo de la “h”, que también, sino, sobre todo, por lo de las fechas. Y de inmediato eché a correr calle abajo de vuelta a la biblioteca.

- ¡Señorita! – le dije al llegar a la bibliotecaria poniendo el libro sobre la mesa y con gesto desafiante, no sé por qué, porque tampoco era para tanto – ¡Aquí tiene que haberse producido un error en las fechas!
- Disculpe - se excusó. - En efecto, ha debido de producirse un error. Ahora mismo lo soluciono.

Dicho y hecho. Con extremada tranquilidad y sin mostrar la más mínima alteración en su rostro, la bibliotecaria agarró el libro ante mi actitud incomprensiblemente chulesca y violenta, se ausentó con él bajo el brazo unos segundos, no más de quince, y regresó con las manos vacías pero, eso sí, con gesto y aspecto rejuvenecidos.

- Asunto solucionado – concluyó.

Y así ha sido cómo finalmente he regresado a mi antiguo trabajo, tras aceptar que el mundo del diseño y la decoración de cocinas no era lo mío. El caso es que ahora mismo estoy diseñando un vestidito de novia comestible, una reproducción en miniatura de un diseño italiano en raso y organza, modelo Velina, que va a ser la sensación de la próxima edición de la Feria de la Pastelería Nupcial y Complementos (FEPANUC’94), a la que espero asistir si las fechas me lo permiten.

A las fechas de celebración del evento me refiero, claro.