Llevo todo el día sintiéndome mal, en realidad, por una tontería. Resulta que esta mañana he chillado a mi hija, la pequeña, más fuerte de lo normal. La verdad es que lleva una temporada - supongo que se tratará de eso, de una temporada, y que luego se le pasará – más caprichosa de lo normal, y que no para de llorar y llorar cada vez que quiere conseguir algo.
Bueno, más que llorar lo que hace es eso que los que seáis padres/madres conoceréis bien y que se define más bien con el verbo “lloriquear”; esa acción que no llega a alcanzar la categoría de llorar, porque en realidad la mayor parte de las veces es que no llegan ni a salir las lágrimas, sino que es un llanto forzado y persistente que, eso sí, cuando es repetitivo se te va metiendo hasta adentro y te aseguro que te acaba haciendo perder los nervios.
Está cansada también, se le nota, con tanto ajetreo que hemos tenido últimamente, y cada vez que la levantamos por las mañanas para llevarla al cole nos la monta. Y eso que le gusta el cole un montón. Hoy la ha montado pero bien, y a mi me ha pillado en un mal día, digo yo, y me he enfadado con ella más de la cuenta. Pero es que si no hay días que no hay manera.
Me ha puesto una cara de susto que no me la quito de la cabeza en todo el día, porque no es que esté muy acostumbrada a ver a su padre tan enfadado, la verdad. Después, yendo ya hacia el cole y viendo que a su padre le duraba en enfado, ha ido buscando mi sonrisa con tímidos comentarios, poco a poco, como si nada hubiera pasado, hasta que por fin lo ha conseguido al pedirme que echáramos una carrera hasta la puerta del cole.
Seguro que ella ha conseguido olvidarlo con esa tremenda capacidad que tiene los niños para cambiar de registro de la noche a la mañana, para pasar de la risa al llanto, de la tristeza al juego, como si nada hubiera pasado. Pero yo no la tengo. Los adultos no tememos tanta cintura. Y sigo viendo su cara de susto de esta mañana cada vez que cierro los ojos.
Después me he encontrado con esa terrible y desalentadora noticia del bebé muerto que ha aparecido en un contenedor de Granada y no dejo de pensar en por qué seremos tan distintos los humanos.
En fin, que ha sido sólo un mal día que quería compartir. Me voy a buscar a mi peque al cole. A ver con qué cara sale, mi muñeca.
Bueno, más que llorar lo que hace es eso que los que seáis padres/madres conoceréis bien y que se define más bien con el verbo “lloriquear”; esa acción que no llega a alcanzar la categoría de llorar, porque en realidad la mayor parte de las veces es que no llegan ni a salir las lágrimas, sino que es un llanto forzado y persistente que, eso sí, cuando es repetitivo se te va metiendo hasta adentro y te aseguro que te acaba haciendo perder los nervios.
Está cansada también, se le nota, con tanto ajetreo que hemos tenido últimamente, y cada vez que la levantamos por las mañanas para llevarla al cole nos la monta. Y eso que le gusta el cole un montón. Hoy la ha montado pero bien, y a mi me ha pillado en un mal día, digo yo, y me he enfadado con ella más de la cuenta. Pero es que si no hay días que no hay manera.
Me ha puesto una cara de susto que no me la quito de la cabeza en todo el día, porque no es que esté muy acostumbrada a ver a su padre tan enfadado, la verdad. Después, yendo ya hacia el cole y viendo que a su padre le duraba en enfado, ha ido buscando mi sonrisa con tímidos comentarios, poco a poco, como si nada hubiera pasado, hasta que por fin lo ha conseguido al pedirme que echáramos una carrera hasta la puerta del cole.
Seguro que ella ha conseguido olvidarlo con esa tremenda capacidad que tiene los niños para cambiar de registro de la noche a la mañana, para pasar de la risa al llanto, de la tristeza al juego, como si nada hubiera pasado. Pero yo no la tengo. Los adultos no tememos tanta cintura. Y sigo viendo su cara de susto de esta mañana cada vez que cierro los ojos.
Después me he encontrado con esa terrible y desalentadora noticia del bebé muerto que ha aparecido en un contenedor de Granada y no dejo de pensar en por qué seremos tan distintos los humanos.
En fin, que ha sido sólo un mal día que quería compartir. Me voy a buscar a mi peque al cole. A ver con qué cara sale, mi muñeca.