Esta mañana he encontrado un sugerente anuncio en no sé qué periódico:
- ¿Dígame qué desea?
- Pues convertirme en un hombre nuevo, qué pregunta.
- ¿Y eso por qué?
- Pues porque no estoy satisfecho con lo que la vida me ha deparado hasta la fecha, ya lo dicen ustedes.
- ¿Y a qué esta usted dispuesto para cambiarlo?
- A llamar al teléfono abajo indicado, está claro.
- No hombre, me refiero a pagar, cuánto está dispuesto a pagar.
- Hombre, pues lo menos posible, si le soy sincero.
- Veremos qué se puede hacer. Dígame nombre y apellidos.
- Estilografic Punto Blog.
- ¿Dónde vive?
- En mi casa, mientras no me echen, ahí sigo.
- ¿Medidas?
- Pueeeees..., doscientos metros cuadrados creo, si se incluyen el trastero y la terraza, claro.
- Me refiero a sus medidas, a que cuál es su altura.
- Ah, pueeees... no sé, debo estar, más o menos, por encima del metro pero sin llegar a los dos metros.
- ¿Podría concretar un poco más? Es importante.
- Digamos entonces que estoy en la media.
- ¿Aritmética, geométrica, cuadrática o ponderada, la media?
- Ponga uno ochenta y no se hable más. Pero... ¿por qué es tan importante, si la altura no me la van a poder cambiar?
- ¿Cómo que no? ¿Es que no lee usted los periódicos?
- Todas las mañanas, sí señor, y desde hace años además, pero le aseguro yo a usted que pese a mi insistencia en leerme hasta las necrológicas si hiciera falta, hace ya años que no crezco un centímetro.
- Ya lo sé hombre. Quiero decir que si no ha visto lo publicado estos días sobre la nueva operación de cirugía que permite al paciente - esto es, usted - crecer entre tres y cinco centímetros.
- Pues no, no lo he leído, así que explíqueme ya en qué consiste la operación, que a pesar de ser paciente, de impaciencia muero.
- Vera, la solución es tan simple como colocar en la cabeza, entre el cuero cabelludo y el hueso del cráneo, una prótesis de silicona sólida, y subrayo lo de sólida porque, a diferencia de lo que ocurre con las prótesis que las señoras se implantan en pecho o mama con intención demostrar un mayooooor..., digamos poderío, aquí no se trata de buscar el movimiento natural uniforme y alternativo de uno y otro pecho que provoque un efecto altamente sensual, sino todo lo contrario, esto es, la estabilidad y la firmeza propias de toda cabeza que se precie. No sé si queda claro.
- Clarísimo. ¿Y dice que entre tres y cinco centímetros sólo? ¿No puede ser algo más? Digo yo que ya que te pones...
- Sí, como poder sí, pero prodúcese entonces el temido “efecto”.
- ¿Qué efecto?
- El “efecto cabezahuevo”, que creo que no será necesario explicar en qué consiste.
- No, creo que no, me hago cargo. Dejémoslo entonces en cinco centímetros, o cuatro incluso, si me apura.
- Ea.
- ¿Y qué más pueden hacer por mí, además de lo de la altura?
- ¿Es usted un tipo ágil?
- Hombre, depende de para qué. Si se refiere usted a que si soy capaz de tocarme la cabeza con la punta del pie realizando a un tiempo una contorsión lumbar hasta el punto de arquear mi propio torso formando un perfecto ángulo agudo de unos 35 grados entre el susodicho torso y la pierna que permanece anclada en el suelo manteniendo mi estabilidad, y todo ello sin dibujar ni un ápice de expresión de dolor alguno en mi rostro, casi le diría que no, sin temor a equivocarme.
- Quiero decir más bien que si se desenvuelve usted como pez en el agua.
- Pues no, si le soy sincero servidor es más bien torpón en el líquido elemento, yo diría que incluso panoli, si me apura.
- Perfecto, pues he aquí una vez más la solución: el RZR Razer.
- ¿Qué ha dicho?
- Insisto: ¿es que no lee usted los periódicos?
- Insisto yo también: sí, pero por mucho que los leo, necrológicas incluidas, el movimiento de mi cuerpo serrano en el agua se asemeja más al ademán del hipopótamo en su hedionda charca que al sutil y armonioso desplazamiento del delfín por aguas tan saladas como cristalinas.
- Que no, que es que se ha publicado también estos días en los periódicos. Se trata del modelo de Speedo que ha sido catalogado como el bañador más rápido del mundo, después de que los nadadores que lo han utilizado hayan batido hasta seis récords del mundo en los europeos recién celebrados en Holanda.
- ¡Anda!, digo ¡nada!, digo ¡jopé!
- Pues tendría usted ambas dos soluciones en su bolsillo por el módico precio de 12.000 euros con sólo hacer la reserva a la voz de ya.
- Uf.
- Dije a la voz de “ya”, no a la voz de “uf”.
- Ya, ya.
- Con que lo diga una vez, lo de “ya”, es suficiente. ¿Reserva hecha entonces?
- No, no. Quiero decir que ya lo he entendido.
- Pues deje de pensárselo, porque a las primeras cien personas que hagan la reserva les obsequiamos con una fantástica colección en 15 CDs de los grandes éxitos de Los Indios Tabajaras. ¿Qué me dice ahora?
- Uf otra vez.
- Pero criatura, ¿Qué es entonces lo que usted anda buscando?
- Verá, es que a mí lo de ser más alto y esbelto y deslizarme cual sireno en las gélidas aguas la verdad es que me trae al pairo. Yo quisiera más bien convertirme en un personaje importante sin tener que haber realizado previamente grandes esfuerzos ni haber dedicado parte de mi tiempo y dinero a tal fin, ya me entiende. Que lo focos estuviera pendientes de mi persona allá donde acudiera incluso por encima de la presencia de Jefes de Estado y de Gobierno así como de otras destacadas personalidades que acompañarme pudieran, y que esto últimos cayeran incluso rendidos a mis pies al tiempo que desfilan ante mí destacamentos militares.
- ¿Haberlo dicho antes, hombre! Yo tengo lo que usted busca.
- ¡No me diga!
- Sí, pero tendrá que apuntarse en lista de espera.
- ¿Espera para qué?
- Para casarse con Sarkozy.
Ni que decir tiene que, en efecto, abajo había un número indicado, al que he llamado sin pesármelo dos veces."Si deseas convertirte en un hombre nuevo,
Si no estás satisfecho con lo que la vida te ha deparado hasta la fecha,
llama ya al teléfono abajo indicado"
- ¿Dígame qué desea?
- Pues convertirme en un hombre nuevo, qué pregunta.
- ¿Y eso por qué?
- Pues porque no estoy satisfecho con lo que la vida me ha deparado hasta la fecha, ya lo dicen ustedes.
- ¿Y a qué esta usted dispuesto para cambiarlo?
- A llamar al teléfono abajo indicado, está claro.
- No hombre, me refiero a pagar, cuánto está dispuesto a pagar.
- Hombre, pues lo menos posible, si le soy sincero.
- Veremos qué se puede hacer. Dígame nombre y apellidos.
- Estilografic Punto Blog.
- ¿Dónde vive?
- En mi casa, mientras no me echen, ahí sigo.
- ¿Medidas?
- Pueeeees..., doscientos metros cuadrados creo, si se incluyen el trastero y la terraza, claro.
- Me refiero a sus medidas, a que cuál es su altura.
- Ah, pueeees... no sé, debo estar, más o menos, por encima del metro pero sin llegar a los dos metros.
- ¿Podría concretar un poco más? Es importante.
- Digamos entonces que estoy en la media.
- ¿Aritmética, geométrica, cuadrática o ponderada, la media?
- Ponga uno ochenta y no se hable más. Pero... ¿por qué es tan importante, si la altura no me la van a poder cambiar?
- ¿Cómo que no? ¿Es que no lee usted los periódicos?
- Todas las mañanas, sí señor, y desde hace años además, pero le aseguro yo a usted que pese a mi insistencia en leerme hasta las necrológicas si hiciera falta, hace ya años que no crezco un centímetro.
- Ya lo sé hombre. Quiero decir que si no ha visto lo publicado estos días sobre la nueva operación de cirugía que permite al paciente - esto es, usted - crecer entre tres y cinco centímetros.
- Pues no, no lo he leído, así que explíqueme ya en qué consiste la operación, que a pesar de ser paciente, de impaciencia muero.
- Vera, la solución es tan simple como colocar en la cabeza, entre el cuero cabelludo y el hueso del cráneo, una prótesis de silicona sólida, y subrayo lo de sólida porque, a diferencia de lo que ocurre con las prótesis que las señoras se implantan en pecho o mama con intención demostrar un mayooooor..., digamos poderío, aquí no se trata de buscar el movimiento natural uniforme y alternativo de uno y otro pecho que provoque un efecto altamente sensual, sino todo lo contrario, esto es, la estabilidad y la firmeza propias de toda cabeza que se precie. No sé si queda claro.
- Clarísimo. ¿Y dice que entre tres y cinco centímetros sólo? ¿No puede ser algo más? Digo yo que ya que te pones...
- Sí, como poder sí, pero prodúcese entonces el temido “efecto”.
- ¿Qué efecto?
- El “efecto cabezahuevo”, que creo que no será necesario explicar en qué consiste.
- No, creo que no, me hago cargo. Dejémoslo entonces en cinco centímetros, o cuatro incluso, si me apura.
- Ea.
- ¿Y qué más pueden hacer por mí, además de lo de la altura?
- ¿Es usted un tipo ágil?
- Hombre, depende de para qué. Si se refiere usted a que si soy capaz de tocarme la cabeza con la punta del pie realizando a un tiempo una contorsión lumbar hasta el punto de arquear mi propio torso formando un perfecto ángulo agudo de unos 35 grados entre el susodicho torso y la pierna que permanece anclada en el suelo manteniendo mi estabilidad, y todo ello sin dibujar ni un ápice de expresión de dolor alguno en mi rostro, casi le diría que no, sin temor a equivocarme.
- Quiero decir más bien que si se desenvuelve usted como pez en el agua.
- Pues no, si le soy sincero servidor es más bien torpón en el líquido elemento, yo diría que incluso panoli, si me apura.
- Perfecto, pues he aquí una vez más la solución: el RZR Razer.
- ¿Qué ha dicho?
- Insisto: ¿es que no lee usted los periódicos?
- Insisto yo también: sí, pero por mucho que los leo, necrológicas incluidas, el movimiento de mi cuerpo serrano en el agua se asemeja más al ademán del hipopótamo en su hedionda charca que al sutil y armonioso desplazamiento del delfín por aguas tan saladas como cristalinas.
- Que no, que es que se ha publicado también estos días en los periódicos. Se trata del modelo de Speedo que ha sido catalogado como el bañador más rápido del mundo, después de que los nadadores que lo han utilizado hayan batido hasta seis récords del mundo en los europeos recién celebrados en Holanda.
- ¡Anda!, digo ¡nada!, digo ¡jopé!
- Pues tendría usted ambas dos soluciones en su bolsillo por el módico precio de 12.000 euros con sólo hacer la reserva a la voz de ya.
- Uf.
- Dije a la voz de “ya”, no a la voz de “uf”.
- Ya, ya.
- Con que lo diga una vez, lo de “ya”, es suficiente. ¿Reserva hecha entonces?
- No, no. Quiero decir que ya lo he entendido.
- Pues deje de pensárselo, porque a las primeras cien personas que hagan la reserva les obsequiamos con una fantástica colección en 15 CDs de los grandes éxitos de Los Indios Tabajaras. ¿Qué me dice ahora?
- Uf otra vez.
- Pero criatura, ¿Qué es entonces lo que usted anda buscando?
- Verá, es que a mí lo de ser más alto y esbelto y deslizarme cual sireno en las gélidas aguas la verdad es que me trae al pairo. Yo quisiera más bien convertirme en un personaje importante sin tener que haber realizado previamente grandes esfuerzos ni haber dedicado parte de mi tiempo y dinero a tal fin, ya me entiende. Que lo focos estuviera pendientes de mi persona allá donde acudiera incluso por encima de la presencia de Jefes de Estado y de Gobierno así como de otras destacadas personalidades que acompañarme pudieran, y que esto últimos cayeran incluso rendidos a mis pies al tiempo que desfilan ante mí destacamentos militares.
- ¿Haberlo dicho antes, hombre! Yo tengo lo que usted busca.
- ¡No me diga!
- Sí, pero tendrá que apuntarse en lista de espera.
- ¿Espera para qué?
- Para casarse con Sarkozy.