Estoy en contra de esta reforma laboral que nos sirve en bandeja el Gobierno del PP. No me siento capacitado para calificarla de buena o mala, conveniente o inconveniente, necesaria o innecesaria, no voy a saber yo más que Guindos, Montoro y Báñez juntos, - ya podrán, tres contra uno - pero simplemente no me creo las razones que supuestamente la justifican. Echando mano de uno de sus puntos más conflictivos, no me trago que abaratar el despido vaya a servir para contratar más ni para reactivar la economía. Mi lógica y mi sentido común me dicen que eso es como empezar la casa por el tejado, además de un paso atrás innecesario en derechos laborales ya conseguidos. ¡Y que en caso de resultar afectado saldría perdiendo, qué narices! Allá ellos con sus razones y sus propósitos, pero yo no me los creo.
Entonces, ¿por qué no hice huelga el día 29? Pues muy sencillo: porque tampoco creo en el huelga general, y no creo en ella otra vez por una cuestión de lógica y sentido común. Trataré de argumentarla, dejando claro de antemano que me merece todo respeto cualquier decisión o postura que haya sido tomada al respecto libremente por cualquier ciudadano.
En primer lugar, me pregunto si se puede aplicar el adjetivo “general” a una convocatoria de huelga, me refiero a si existen motivos tan comunes a todos los trabajadores de este país como para que tomemos juntos, cogidos de la mano y bajo una misma pancarta, un decisión tan drástica e importante como lo es dejar de trabajar, aunque sea por un día, sea cual sea la empresa a la que pertenezcamos o la actividad que desarrollemos.
En segundo lugar, me pregunto también sobre cuáles son los objetivos de una huelga, sea esta general o no. Entiendo que se trata de mostrarle a alguien nuestro descontento e indignación, en este caso al Gobierno, mediante la protesta, causarle inconvenientes y presionarle para que dé marcha atrás. Mostrar mi descontento e indignación, incluso presionar, puede que sí, pero…¿a quién causo yo realmente inconvenientes al dejar de ir a trabajar? ¿Quién es el principal perjudicado? Evidentemente, al menos en mi caso, la empresa que me contrata y me paga por trabajar, mejor o peor, pero según lo pactado.
Me parecería apropiado secundar una huelga si se diera el caso de que mi empresa hubiera cometido una injusticia conmigo o con mis compañeros de trabajo, tratando así de causar inconvenientes a quien a mí me los hubiera causado o a quien se hubiera comportado, a mi juicio, de manera injusta con sus trabajadores. Se lo tendría merecido. Y claro, ya no sería “general”. Pero hacerle una huelga a un Gobierno causando “daños colaterales” a mi empresa, a las personas a las que presto servicios, si los presto, a la economía del país, a su imagen en el exterior, a la sociedad, etc., ¿tiene algún sentido? Yo, al menos, no se lo encuentro. Sinceramente, es como si me dijeran: ponte a romper cristales o a quemar coches, porque hay que protestar contra el Gobierno.
Por solidaridad, dirán algunos. Hay que secundar una huelga general por solidaridad con quienes están en peor situación que tú y sí que tienen problemas en sus empresas o, sencillamente, se han quedado en el paro. Vale, de acuerdo, ¿pero para solidarizarme con ellos es preciso causar inconvenientes a otros? Y esos otros a los que causo daños no me dirían: ¿y por qué no te solidarizas también conmigo, que no te hecho nada malo?
Por si acaso, dirán otros. Hay que secundar una huelga general porque puede ser que lo que hoy les ocurre a otros mañana te suceda a ti. Basta con que tu empresa se vea en la necesidad de acogerse a determinados supuestos de la reforma laboral y… ¡zas! A la calle por cuatro euros. Vale, de acuerdo también, pero ¿es un “por si” una razón justa y consistente como para negarme a trabajar? A mi al menos no me lo parece. Y no es que confíe a ciegas en las buenas intenciones de mi empresa, no, quién sabe, tal vez en unos meses esté en la calle, pero hombre, cobrarle ya un “canon” por si acaso tampoco me parece lo más apropiado.
Y entonces, si no estoy de acuerdo con la huelga, ¿qué alternativas propongo para protestar por la reforma laboral u otras medidas que pudiéramos considerar injustas? ¿Nos quedamos de brazos cruzados y que nos las den una tras otra? Protestemos, organicémonos, seamos imaginativos y participativos, alcemos la voz ante lo que nos parece injusto, que hoy existen herramientas para ello: internet, redes sociales, blogs, etc, sin ir más lejos. Castiguemos o premiemos con nuestro voto a quienes merezcan lo uno o lo otro. Echémonos a la calle si hace falta, siempre que lo hagamos respetando la libertad y los derechos de los demás. Una sociedad justa, democrática y, sobre todo, responsable, tiene suficientes mecanismos para ello.
Pensemos, en definitiva, en actitudes que sumen y olvidémonos de las que restan.
Entonces, ¿por qué no hice huelga el día 29? Pues muy sencillo: porque tampoco creo en el huelga general, y no creo en ella otra vez por una cuestión de lógica y sentido común. Trataré de argumentarla, dejando claro de antemano que me merece todo respeto cualquier decisión o postura que haya sido tomada al respecto libremente por cualquier ciudadano.
En primer lugar, me pregunto si se puede aplicar el adjetivo “general” a una convocatoria de huelga, me refiero a si existen motivos tan comunes a todos los trabajadores de este país como para que tomemos juntos, cogidos de la mano y bajo una misma pancarta, un decisión tan drástica e importante como lo es dejar de trabajar, aunque sea por un día, sea cual sea la empresa a la que pertenezcamos o la actividad que desarrollemos.
En segundo lugar, me pregunto también sobre cuáles son los objetivos de una huelga, sea esta general o no. Entiendo que se trata de mostrarle a alguien nuestro descontento e indignación, en este caso al Gobierno, mediante la protesta, causarle inconvenientes y presionarle para que dé marcha atrás. Mostrar mi descontento e indignación, incluso presionar, puede que sí, pero…¿a quién causo yo realmente inconvenientes al dejar de ir a trabajar? ¿Quién es el principal perjudicado? Evidentemente, al menos en mi caso, la empresa que me contrata y me paga por trabajar, mejor o peor, pero según lo pactado.
Me parecería apropiado secundar una huelga si se diera el caso de que mi empresa hubiera cometido una injusticia conmigo o con mis compañeros de trabajo, tratando así de causar inconvenientes a quien a mí me los hubiera causado o a quien se hubiera comportado, a mi juicio, de manera injusta con sus trabajadores. Se lo tendría merecido. Y claro, ya no sería “general”. Pero hacerle una huelga a un Gobierno causando “daños colaterales” a mi empresa, a las personas a las que presto servicios, si los presto, a la economía del país, a su imagen en el exterior, a la sociedad, etc., ¿tiene algún sentido? Yo, al menos, no se lo encuentro. Sinceramente, es como si me dijeran: ponte a romper cristales o a quemar coches, porque hay que protestar contra el Gobierno.
Por solidaridad, dirán algunos. Hay que secundar una huelga general por solidaridad con quienes están en peor situación que tú y sí que tienen problemas en sus empresas o, sencillamente, se han quedado en el paro. Vale, de acuerdo, ¿pero para solidarizarme con ellos es preciso causar inconvenientes a otros? Y esos otros a los que causo daños no me dirían: ¿y por qué no te solidarizas también conmigo, que no te hecho nada malo?
Por si acaso, dirán otros. Hay que secundar una huelga general porque puede ser que lo que hoy les ocurre a otros mañana te suceda a ti. Basta con que tu empresa se vea en la necesidad de acogerse a determinados supuestos de la reforma laboral y… ¡zas! A la calle por cuatro euros. Vale, de acuerdo también, pero ¿es un “por si” una razón justa y consistente como para negarme a trabajar? A mi al menos no me lo parece. Y no es que confíe a ciegas en las buenas intenciones de mi empresa, no, quién sabe, tal vez en unos meses esté en la calle, pero hombre, cobrarle ya un “canon” por si acaso tampoco me parece lo más apropiado.
Y entonces, si no estoy de acuerdo con la huelga, ¿qué alternativas propongo para protestar por la reforma laboral u otras medidas que pudiéramos considerar injustas? ¿Nos quedamos de brazos cruzados y que nos las den una tras otra? Protestemos, organicémonos, seamos imaginativos y participativos, alcemos la voz ante lo que nos parece injusto, que hoy existen herramientas para ello: internet, redes sociales, blogs, etc, sin ir más lejos. Castiguemos o premiemos con nuestro voto a quienes merezcan lo uno o lo otro. Echémonos a la calle si hace falta, siempre que lo hagamos respetando la libertad y los derechos de los demás. Una sociedad justa, democrática y, sobre todo, responsable, tiene suficientes mecanismos para ello.
Pensemos, en definitiva, en actitudes que sumen y olvidémonos de las que restan.