martes, noviembre 24, 2009

La clase

- ¡Caballero...! - si es que tal título vos merecierais-, desenvainad de una vez por todas vuestra reticente espada, cuyo metal tantas y tantas veces deslustrado ha sido con inocente sangre, y prepárese vuesa merced para ser blanco de toda la ira de mi refulgente e iracundo acero, forjado, ¡vive Dios!, con la materia más pura que en todo el orbe encontrarse pudiere.
- ¡No entender!
- ¿Cómo? ¿Masculláis, ¡voto a bríos!, entre dientes frases ininteligibles tal y como viene a ser costumbre y mala usanza entre los de vuestra calaña? Que sepa vuesa merced que téngome por afrentado y que no desfalleceré en mi acometida hasta ver cómo su pecadora alma abandona tal tembloroso cuerpo. ¿Entendéis lo que tal amenaza significa?
- ¡No sepo!
- ¿Qué sepo ni qué sepo? Ni siquiera conjugar sabéis a derechas el verbo de la sapiencia infinita? ¿Infligís oprobio tal al ilustre tratado de la doctrina gramatical? Obligado me veo, ahora sí que sí, a desfacer tal entuerto perpetrado por individuo de tan baja ralea, a fuer de reparar el daño causado así como el honor mancillado. ¡Arrodíllate, bribón!
- ¡Ay!
- Ah, eso de “ay” sí que lo mentáis bien, ¿eh nenaza?
- ¡Ay, ay, ay...!
- Y en llegando a tales circunstancias, una vez entregado y desarmado el bárbaro enemigo tras encarnizada batalla, otorgo testimonio fehaciente de que encuéntrase su terrenal cuerpo, el del bárbaro, atrapado, sin aliento y ahíto, en el insignificante y baladí espacio que media entre el extremo de mi brillante acero, otrora ceñido y ahora blandido en busca de su rendición, y la humedecida superficie lateral que delimita la estancia que nos acoge, testigo ésta de su irrisoria y casi nula defensa. Hete aquí la clave de mi raciocinio. ¿Queda claro, bellaco?
- ¿Eeeeehh?
- Proceded pues, oh desarmado caballero, a rendiros ante mi ilustre presencia, reconociendo en su justo término que no tenéis escapatoria, y que sea cual fuere vuestra determinación, lo que quiera que digáis o hagáis sólo os conducirá al irremediable y triste final que dé con vuestra alma en los cielos, si el Creador así lo quisiere, o en los mismísimos infiernos de Belcebú, lo cual vendría, según mi parecer, a ser lo más justo y necesario. ¿Qué decís, pues?
- ¡Socorrooooooo!

Y en esas disquisiciones hallábamonos, mancebo y servidor, cuando sucédense de improviso las intervenciones de los ilustres lectores de éste mi blog, a modo de comentarios:

Anónimo dijo...
¡Detente, Estilografic! ¿Se puede saber qué estas haciendo con este buen hombre? ¿No ves que es extranjero y no entiende ni papa de español, y lo tienes al pobre asustadito con tus rimbombantes amenazas? ¿Acaso has perdido el juicio?

Estilografic.blog dijo...
Joder, y permítaseme la malsonante expresión, es que no sabe usted, mi querido lector anónimo, la de vueltas y más vueltas que tiene que dar uno para explicarle a un estudiante extranjero qué narices significa en español eso de estar “entre la espada y la pared”.

Pues eso, que en definitiva quería contar a mis lectores, si es que a estas alturas me queda alguno, que mi prolongada ausencia se debe, entre otras cosas, a la actividad que he retomado en las escasas horas libres que me quedaban, y que no es otra que la de la enseñanza de español para extranjeros, que ya practiqué tiempo ha y que tenía relativamente olvidada. Y ahora, si me lo permitís, continúo con mi clase....

- ¡Encomendaos a Dios, malandrín!
- ¡Agggggggg!

miércoles, noviembre 04, 2009

De toda la vida de Dios

Tribulaciones de un sicario
Elena Casero
Editores Policarbonados

Andaba yo escribiendo acerca de la última novela de Elena Casero, “Tribulaciones de un sicario” cuando, de pronto, me sorprende la noticia del fallecimiento de José Luis López Vázquez. Casualidades de la vida o, mejor dicho, de la muerte, porque durante mi lectura de la novela de Elena no pude quitarme ni un solo momento de la cabeza la imagen del, entonces todavía vivo, entrañable actor madrileño.

Con permiso de su autora (que espero me conceda, porque a lo mejor no está en nada de acuerdo) Anselmo de la Rua, protagonista de “Tribulaciones...”, tendrá ya siempre para mí el rostro y la voz de López Vázquez. Algo más joven y con algo más de pelo, como en “El Pisito” o en sus primeras películas, pero con su eterna pinta de “españolito medio” y tipo normal y corriente donde los haya.

“Tribulaciones...” (que es de lo que voy a hablar, aunque aproveche también de paso este post para homenajear al gran actor recientemente fallecido), como novela corta que es, posee la intensidad propia de todo relato o cuento, pero no desdeña tampoco el desarrollo de la trama, característica más propia esta última de la novela larga.

No obstante, se trata sobre todo de una obra de personajes. En ese nivel reside, me parece a mí, su mayor encanto, en ser una historia de personajes, unos más malos y otros más buenos, unos más listos y otros más tontos, unos más simpáticos y otros más antipáticos, unos más entrañables y otros más despreciables, pero todos ellos, y con Anselmo/López Vázquez a la cabeza, tipos sencillos y corrientes con los que fácilmente podríamos identificarnos. Con cierta tendencia, eso sí, a meterse en líos.

Cierto es que bajo toda el tejemaneje que se traen los personajes existe también una compleja trama en la que se mezclan traiciones amorosas, líos de familia, matones de tres al cuarto, herencias, estafas, etc. y en la que al final todas las piezas acaban por encajar a la perfección. Pero, al menos para mí, la escritora y el relato se mueven más a gusto y con mucha más soltura en ese primer nivel, en el de los personajes, que en el segundo, en el de la trama, para cuyo mayor desarrollo la obra hubiera necesitado, sin duda, mucho más espacio.

La relación que se establece, sin ir más lejos, entre Anselmo y Doña Celia ya la hubiera querido para sí cualquier guión del mismísimo Azcona. Desde el delicado uso del “usted” entre los amantes, pasando por la infantil guerra de celos emprendida por la viuda y terminando con los aplausos finales que se llegan a escuchar tras alguna fogosa reconciliación entre ambos, todo en la pareja acaba por resultar entrañable sin perder ese aire decadente y costumbrista que envuelve a toda la historia.

Narrada en primera persona, la autora asume el reto de colocarse en la piel de un personaje masculino concediendo a éste todo el peso del relato. Y la elección resulta satisfactoria entre otras cosas porque De la Rua es un personaje con el suficiente jugo como para llevar sobre sus espaldas todo el desarrollo de la historia. Y cuando sus fuerzas parecen flaquear, ahí está el bueno de Antonio, su Sancho Panza particular, que al menor descuido se calza tacón de aguja y se lanza a repartir besos para echar una mano en lo que haga falta, oiga.

“Tribulaciones…” es una novelita de muy agradable lectura, aderezada en sus justas dosis con chispas de tan buen como sencillo humor, del de toda la vida, y en la que en realidad la autora no pretende inventar nada nuevo, pero sabe tomar en su justa medida ingredientes de aquí y de allá, introducirlos en la coctelera, agitar con garbo y salero, que también hay que saber hacerlo y… ¡voila!, obtener una obrita la mar de resultona.

Historias, en definitiva, de gente corriente y moliente, de toda la vida de Dios, como lo eran los personajes del bueno de José Luis López Vázquez.