- Hola buenos días, ¿es usted Estilografic Punto Blog?
- El mismo, sí señor. ¿Y usted quién es, buen hombre?
- Yo soy don Gerundio.
- ¡Caramba! Pase, pase y tome asiento. Lo estábamos esperando.
- ¿Me estaban…?, ¿entonces no está usted solo?
- Bueno, sí, ahora sí, pero los otros están a puntito de llegar.
- ¿Los otros? Me está usted asustando. Esto me suena a peli de Amenábar.
- No hombre no, los otros son… pues eso, los creadores.
- Vamos a ver, ¿pero el creador no es usted?
- ¿Quién yo? No me haga reír, don Gerundio. Yo soy más o menos como usted.
- ¿Como yo? Pues no le veo yo el bigote.
- Me refiero a que soy, como usted, un simple personaje.
- Bueno, simple, simple, lo que se dice simple, tampoco. Yo no sé usted, pero yo, aquí donde me ve, tengo mis cositas…
- Ya hombre ya, no me lo tome usted a mal. Quiero decir que los verdaderamente humanos son… ellos.
- Veo que está usted muy confundido, señor. Yo soy humano como el que más. Que en mi historia haya patos, osos, pajaritos y hasta arbolesas, no quita para que yo sea una persona humana. Ya sabe: don Gerundio, un tipo divertido y singular.
- Sí, sí, si usted será todo lo divertido y singular que quiera, amigo, pero no deja de ser un personaje. De humano no tiene un pelo.
- ¿Está seguro de lo que dice?
- Segurísimo.
- ¿Y qué me dice de usted?
- Pues más o menos lo mismo. A mí me crearon para este blog y nada más.
- Entonces, a mí me crearon también sólo para mi blog y nada más.
- Ah, ¿pero tiene usted un blog?
- Sí, el blog de Don Gerundio. Se abre hoy. Pinche aquí despacito y lo conocerá.
- Fíjese, pues eso yo no lo sabía. Yo pensé que le habían creado sólo para el libro, el de Don Gerundio en el Bosque de la Prosa, que a puntito está de salir a la venta.
- Pues mire, si me han creado para dos cosas en algo ya le gano yo a usted.
- Ahí le tengo que dar la razón.
- Y dígame, señor Punto Blog, ¿en que nos diferenciamos nosotros de los humanos, básicamente? - ¡No me diga que no lo sabe!
- ¿En la edad de jubilación tal vez?
- No.
- Entones en las pensiones, seguro.
- Tampoco.
- ¿En el recorte salarial?
- No da usted una.
- ¿Pues en qué entonces?
- Básicamente… en lo del servicio.
- ¿Qué pasa, que tiene usted empleados del hogar?
- No, me refiero a la costumbre humana de acudir periódicamente al servicio o escusado para realizar lo que ellos denominan “sus necesidades”. Precisamente allí se encuentran ahorita los otros, por eso no han llegado todavía.
- Vaya, ¿y dice que son varios?
- Ya lo creo. Primero está el tal Velasco, el tipo que ha escrito su libro y ha ideado, a grandes rasgos, las características principales de su personaje.
- Mala espina me da el tío ese.
- Imagínese, también me ideó a mí… Y luego está el otro, que yo no sé si será peor.
- ¿Quién?
- El dibujante, un tal Poyatos, que ha sido quien le ha dado a usted forma y figura, ese cuerpo serrano que usted tiene a gala lucir.
- ¡Otro que tal baila! Pues a ese tengo yo ganitas de echármelo a la cara…
- Y yo que le comprendo. Y luego están los editores, también conocidos como el clan de los Clandestinos o Policarbonados, responsables de la edición del libro que a usted le da la vida.
- Los listos que luego se llevan la pasta, ¿no?
- Bueno, me da a mí que la pasta al final, si la hubiere, se la reparten entre los unos y los otros, de manera que ni usted ni yo vemos un euro. Así es la vida de los personajes, qué le vamos a hacer.
- Oiga, y dígame, que ya oigo la cisterna, señal de que se nos acaba el tiempo: ¿hay alguien más?
- Claro que hay alguien más, don Gerundio. Si nos quedan los más importantes…
- ¿Y de quiénes se trata?
- De los lectores, amigo don Gerundio. Se trata de los lectores, a los que pacientemente esperamos con los brazos abiertos. Porque, con servicio o sin servicio, créame, sin ellos no somos nadie.
- El mismo, sí señor. ¿Y usted quién es, buen hombre?
- Yo soy don Gerundio.
- ¡Caramba! Pase, pase y tome asiento. Lo estábamos esperando.
- ¿Me estaban…?, ¿entonces no está usted solo?
- Bueno, sí, ahora sí, pero los otros están a puntito de llegar.
- ¿Los otros? Me está usted asustando. Esto me suena a peli de Amenábar.
- No hombre no, los otros son… pues eso, los creadores.
- Vamos a ver, ¿pero el creador no es usted?
- ¿Quién yo? No me haga reír, don Gerundio. Yo soy más o menos como usted.
- ¿Como yo? Pues no le veo yo el bigote.
- Me refiero a que soy, como usted, un simple personaje.
- Bueno, simple, simple, lo que se dice simple, tampoco. Yo no sé usted, pero yo, aquí donde me ve, tengo mis cositas…
- Ya hombre ya, no me lo tome usted a mal. Quiero decir que los verdaderamente humanos son… ellos.
- Veo que está usted muy confundido, señor. Yo soy humano como el que más. Que en mi historia haya patos, osos, pajaritos y hasta arbolesas, no quita para que yo sea una persona humana. Ya sabe: don Gerundio, un tipo divertido y singular.
- Sí, sí, si usted será todo lo divertido y singular que quiera, amigo, pero no deja de ser un personaje. De humano no tiene un pelo.
- ¿Está seguro de lo que dice?
- Segurísimo.
- ¿Y qué me dice de usted?
- Pues más o menos lo mismo. A mí me crearon para este blog y nada más.
- Entonces, a mí me crearon también sólo para mi blog y nada más.
- Ah, ¿pero tiene usted un blog?
- Sí, el blog de Don Gerundio. Se abre hoy. Pinche aquí despacito y lo conocerá.
- Fíjese, pues eso yo no lo sabía. Yo pensé que le habían creado sólo para el libro, el de Don Gerundio en el Bosque de la Prosa, que a puntito está de salir a la venta.
- Pues mire, si me han creado para dos cosas en algo ya le gano yo a usted.
- Ahí le tengo que dar la razón.
- Y dígame, señor Punto Blog, ¿en que nos diferenciamos nosotros de los humanos, básicamente? - ¡No me diga que no lo sabe!
- ¿En la edad de jubilación tal vez?
- No.
- Entones en las pensiones, seguro.
- Tampoco.
- ¿En el recorte salarial?
- No da usted una.
- ¿Pues en qué entonces?
- Básicamente… en lo del servicio.
- ¿Qué pasa, que tiene usted empleados del hogar?
- No, me refiero a la costumbre humana de acudir periódicamente al servicio o escusado para realizar lo que ellos denominan “sus necesidades”. Precisamente allí se encuentran ahorita los otros, por eso no han llegado todavía.
- Vaya, ¿y dice que son varios?
- Ya lo creo. Primero está el tal Velasco, el tipo que ha escrito su libro y ha ideado, a grandes rasgos, las características principales de su personaje.
- Mala espina me da el tío ese.
- Imagínese, también me ideó a mí… Y luego está el otro, que yo no sé si será peor.
- ¿Quién?
- El dibujante, un tal Poyatos, que ha sido quien le ha dado a usted forma y figura, ese cuerpo serrano que usted tiene a gala lucir.
- ¡Otro que tal baila! Pues a ese tengo yo ganitas de echármelo a la cara…
- Y yo que le comprendo. Y luego están los editores, también conocidos como el clan de los Clandestinos o Policarbonados, responsables de la edición del libro que a usted le da la vida.
- Los listos que luego se llevan la pasta, ¿no?
- Bueno, me da a mí que la pasta al final, si la hubiere, se la reparten entre los unos y los otros, de manera que ni usted ni yo vemos un euro. Así es la vida de los personajes, qué le vamos a hacer.
- Oiga, y dígame, que ya oigo la cisterna, señal de que se nos acaba el tiempo: ¿hay alguien más?
- Claro que hay alguien más, don Gerundio. Si nos quedan los más importantes…
- ¿Y de quiénes se trata?
- De los lectores, amigo don Gerundio. Se trata de los lectores, a los que pacientemente esperamos con los brazos abiertos. Porque, con servicio o sin servicio, créame, sin ellos no somos nadie.