jueves, agosto 28, 2008

El crucero

- Holabuenosdías
- Buenos días hombre, buenos días.
- Veníaadaruncurso.
- Oiga, ¿por qué habla usted tan deprisa? Cálmese, que estamos en agosto y tenemos todo el tiempo del mundo.
- Esquesetratadeuncursoacelerado.
- Yaaaaa, yaaaaa, pero es que el curso todavía no ha empezado, y lo podemos hablar tranquilamente, hay tiempo. Siéntese, hombre, y dígame su nombre y apellidos.
- Estilografic Punto Blog, o EPB, si quiere, para ir más rapidito, que no sabe usted la prisa que tengo.
- Qué manía con la rapidez. Bien, ¿y en qué curso está usted interesado?
- En un curso, acelerado ya le digo, de navegación.
- ¿Navegación aérea, por internet o en barco?
- En barco, en barco.
- ¿Y cómo de acelerado?
- Aceleradísimo. A mil kilómetros por hora, si puede ser. Zarpo dentro de unos minutillos en aquel barco que espera atracado en el muelle.
- Y por lo que veo necesita usted un curso que empiece desde nivel cero. ¡Cómo que kilómetros! Querrá usted decir nudos, ¡por Neptuno!.
- ¿Nudos?
- Sí, así como suena, sin el “cojo” delante, que le veo venir, grumete graciosillo, que es usted un grumete graciosillo. El nudo resulta ser la medida de velocidad utilizada en navegación, y equivale a una milla náutica por hora, esto es, a 1,852 kilómetros por hora.
- ¿Milla náutica ha dicho?
- Efectivamente, milla náutica, cuya definición está directamente relacionada con las dimensiones de la Tierra, y se trata de la distancia equivalente a un arco de un minuto sobre un círculo máximo.
- Ya. Le recuerdo que tengo prisa.
- Con lo cual – déjeme que le explique - , si tomamos como círculo máximo el Ecuador, la división de la longitud de la denominada línea ecuatorial (redondeada en 40.000 km para el cálculo) entre los 21.600 minutos totales da como cociente 1.851,85 m, que normalmente se redondea a 1.852 m, obteniendo así al fin todo marinero experimentado la longitud exacta de la milla náutica. ¿Esta claro, no?
- Clarísimo.
- Pues no, listillo, porque hay que tener en cuenta que la Tierra no es una esfera perfecta, por lo que si se considera un círculo máximo otro que el ecuador, como puede ser un meridiano, la medición de la milla náutica puede variar en unos pocos metros según la ubicación.
- Ah, no había caído yo en eso, pero permítame insistir en mi urgencia.
- Ya, ya, pero es que para solucionar el entuerto, la Conferencia Hidrográfica Extraordinaria Internacional de Mónaco adoptó en 1929 establecer de manera definitiva e inamovible los 1.852 metros como la medida estándar de la dichosa milla náutica, simplificando así todo este galimatías que le vengo contando.
- Entonces ahora sí estará clarito, ¿no? Pues venga, vamos a lo nuestro, a lo del curso....
- Pues tampoco está claro, fíjate tú por dónde. Porque hasta 1954 los Estados Unidos no aceptaron la dichosa definición.
- Vaya por Dios.
- Y no le digo nada de los británicos, que no la aceptaron hasta 1970, abandonando ya de una vez su famosa Milla del Almirantazgo, que venía a medir en realidad un poquito más, 1853,184 metros.
- Que ya son ganas de tocar las pelotas.
- Ya sabe usted cómo son los británicos.
- No, si yo me refiero a usted y a sus explicaciones, que le recuerdo que zarpo ya mismo y se me esta echando el tiempo encima...
- Oiga, no se me queje, que mis explicaciones le van a servir a usted de mucho una vez que se ponga usted al mando del timón de su embarcación, ya lo verá.
- ¿Timón? ¿Qué timón?
- ¿Pero no dice usted que zarpa ya mismo?
- Sí, ya mismo y en aquel barco. ¿Es que no oye usted la bocina que está haciendo sonar a la espera de que su último pasajero, es decir, servidor, o si lo prefiere, Estilografic Punto Blog, embarque de una puñetera vez, se calce sus chanclas y se vista sus bermudas y se disponga a tomar relajado el sol en cubierta y disfrutar de la brisa marina al tiempo que degusta un refrescante sorbete de limón al cava acompañado de la correspondiente tapita de jamón ibérico, rumbo a las costas de Marsella, Savona, Nápoles, Sicilia, Túnez y Mallorca, por el orden citado, trazando un círculo casi perfecto sobre las tranquilas y cristalina aguas de nuestro tantas veces cantado y admirado Mediterráneo, que eres como una mujer perfumadita de brea que se añora y que se quiere, que se conoce y se teme aaaay.....
- Ah, pues si es de pasajero entonces no le va a hacer falta curso ni nada. Eso sí, ¿Nadar sabe usted?
- ¡Claro que sí!; a braza, a croll, a espalda, a mariposa y a estilo perrito. Phelps me llaman mis amigos, no le digo más.
- Menos mal.
- Pero oiga, ¿nadar para qué? No me diga que no funcionan bien estos pedazo de barcos...
- Bien es poco; funcionan de maravilla, sobre todo gracias a su puntualidad, y entre tanta conversación y tanto cántico el suyo ya tiene que estar enfilando rumbo a Marsella, así que si quiere cogerlo va a tener que darse un chapuzón, me estoy temiendo. Pero..., oiga..., ¿dónde va?... No me deje por ahí tirada la ropaaaaaa...
¡SPLAAAASH!

miércoles, agosto 27, 2008

Las dos caras de la moneda china

“Estos Juegos han servido para que el mundo conozca a China y China al mundo”, dijo el presidente del COI en la ceremonia de clausura de unos JJOO que han sido calificados como “excepcionales” tanto en lo deportivo como en lo organizativo. En efecto, como si de una moneda se tratara, la imagen de la gran China ha sido lanzada al aire, pero ¿cuál de sus dos lados es el que ha conocido estos días el mundo?

La deslumbrante cara de la moneda ha mostrado la imagen de una China preparada, moderna y brillante que nos ha dejado admirados y expectantes ante la posibilidad de que el país avance hacia la apertura y la democratización, siguiendo el ejemplo de lo ocurrido en su día con Corea del Sur. La oscura cruz, sin embargo, nos sigue enseñando un país que desgraciadamente continúa dando flagrantes muestras de falta de libertades de opinión y expresión y que ha incumplido sus promesas de respeto por los derechos humanos.

A poco que cerremos la boca y contengamos el inevitable “oh” de asombro y admiración ante el espectáculo ofrecido en las ostentosas ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos y nos paremos a reflexionar sobre cómo es posible tanta perfección, tanto esforzado y abnegado trabajo y tan excelentes resultados llegaremos a la conclusión de que la brillantez de la cara de la moneda depende en gran medida de la oscuridad de la cruz de la misma, de que ambos lados no se contraponen en realidad, sino que más bien se complementan y de que aquélla, la cara, probablemente no sería posible sin la existencia de ésta, la cruz. Olvidémonos de derechos, libertades y otras “menudencias” y vayamos a la práctico, y concluiremos que las dictaduras resultan siempre más eficaces que las democracias.

Pocas realidades ofrecen tan claramente dos caras como la China, un país que parece vivir en permanente contradicción, o eso es al menos lo que nos parece a los ignorantes occidentales. Sí, digo ignorantes porque conviene no olvidar la perspectiva desde la que hablamos, o mejor desde la que no hablamos, que nos creemos que somos el centro del mundo cuando China, el llamado Imperio del Centro, es el país más poblado de la Tierra. ¿Pero cómo asumir si no el desarrollo desenfrenado de ese vehemente capitalismo que parece no tener fin al tiempo que se mantiene un estricto régimen comunista capaz de las mayores atrocidades y desprecios para con los derechos humanos?, ¿cómo entender si no que el pueblo chino sea capaz de conjugar su refinado gusto cultural y su delicada sensibilidad artística con la más horrenda expresión de lo hortera y del mal gusto representadas por la estética de adornos y baratijas que pueblan los estantes de sus mercadillos y comercios?

En la vida social china existe lo que se llama el arte de “guardar la cara”, mantener un comportamiento base similar para todo el mundo, esto es, no sacar los pies del tiesto, hablando en cristiano. Se trata de no perder la compostura y controlar las emociones, algo que desde el punto de vista occidental puede ser interpretado más que como una virtud como una actitud de hipocresía y engaño. El cine de Ang Lee (Sentido y sensibilidad, Tigre y Dragón, Brokeback Mountain, Deseo peligro) ofrece buenas muestras de ello, incluso aplicadas al "comportamiento occidental". Otra clara muestra de esa contradicción y esa aludida doble cara de la sociedad china.

La misma ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos resultó, además de memorable, reveladora al respecto. La imagen de esas grandes teclas moviéndose sobre el suelo de El Nido durante la representación lo reflejaba a la perfección. Superficialmente sólo apreciábamos un complejo mecanismo que se desenvolvía en escena sin fallo alguno. Pero la realidad era bien distinta: debajo de cada tecla, ocultos a los millones de telespectadores que seguían atónitos la retransmisión, algo tan sencillo como cientos de personas trabajando. Y lo mismo sucedió con esa reproducción a pequeña escala, falsificación si se quiere, de El Nido, formado por lo que más tiene China: seres humanos. Otra cosa mejor no podrá ofrecer China al mundo: mano de obra buena y, supuestamente, barata.

¿Y qué decir de los excelentes resultados deportivos obtenidos por los atletas chinos? El caso de las jóvenes gimnastas resulta especialmente llamativo. Sí el sacrifico y la dedicación que para todo atleta conlleva alcanzar el éxito olímpico ya roza en ocasiones la frontera de lo inhumano en países supuestamiento abiertos y democraticos, qué no ocurrira en aquellos otros en los que resulta sencillo ocultar métodos de entrenamiento cuanto menos de dudosa aceptación moral.

Lejos de interpretaciones “occidentalizadas”, lo que parece quedar claro es que mientras la moneda china siga dando vueltas en el aire ambos lados van a seguir existiendo y complementándose. Pero el mero gesto de haber sido lanzada al aire ya supone de por sí que algo se está moviendo en el gigante asiático. Sólo cuando toque por fin tierra empujada por su propio peso sabremos si finalmente la moneda cae de cara, quedando así su oscura cruz, para el bien del pueblo chino, sepultada para siempre.

Nota: una versión reducida de este artículo aparece hoy como “Carta al director” en El País