jueves, diciembre 31, 2009

Según Convenio

Hoy, día de Noche Vieja (y según Convenio Colectivo vigente), este blog permanecerá abierto hasta las 20:00 para que lectores, amiguitos, allegados y todo aquel que pase despistado por aquí pueda realizar sus comentarios con total y absoluta tranquilidad. Después, esto se cierra a cal y canto, porque así lo establece el Convenio.

La autoridad pertinente en la materia, esto es, la suegra, ha concedido el oportuno permiso para celebrar en el saloncito una macrofiesta estilográfica en la que se podrá elegir, también según Convenio, entre corderito o cochinillo, con unas gambitas previas así como diferentes embutidos y productos de la tierra. Y todo regado con alguna que otra botellita de vino, blanco, rosado o tinto según sea el plato que se deguste en cada momento y según Convenio también.

A continuación se servirán los consabidos dulces navideños y el cava con las uvitas (doce, también segun Convenio). Posteriormente, se procederá a echar un binguito, Monopoli o lo que se tercie con la chiquillada, esto último ya fuera de Convenio.

La dirección les desea a todos un Feliz 2010.

lunes, diciembre 21, 2009

Se vende Porsche

Quede claro de antemano, para que nadie se confunda, que hoy no voy a hablar de mí, sino de un amigo de toda la vida.

Yo es que nunca he creído demasiado en la cosa de los sorteos, la verdad. Será porque nunca me ha tocado nada. Bueno sí, en el cole un Nicanor-tocando-el-tambor, ya lo conté una vez, pero eso fue más un premio por hacer bien las multiplicaciones que un sorteo al uso. El otro día tuvimos precisamente mi hija la mayor y yo una discusión acerca de este asunto de los sorteos mientras hacíamos la compra en el Mercadona. Pero dejemos, dejemos que sean ellos mismos, padre e hija, los que se expresen libremente y sin tapujos:

- Papa...
- Dime, hija.
- ¿Por qué no compras turrón de Suchard de chocolate en vez del de Hacendado ése?
- ¿Qué pasa? ¿qué no eres partidaria de las llamadas marcas blancas, tan apropiadas como resultan en tiempos de crisis como los que vivimos?
- No papá, es que en las tabletas de Suchard pueden tocar vales por quinientos euros.
Atención, atención, señorita Maria José, acuda a línea de caja.
- Si, ya, como en “Charly y la fábrica de chocolate”, ¿no?
- Pues sí, más o menos.
- Que no hija, que no, que eso son cosas del marketing y la publicidad, pero que luego nunca toca.

El Mercadona lo que tiene de bueno precisamente es lo de la variedad de marcas blancas, y lo que tiene de malo es que no se puede ni hablar ni discutir ni nada sin que no te interrumpa la megafonía llamando a la tal María José para que acuda a la línea de caja. En fin, que ahí quedó la cosa, hasta que de repente...

Riiiiiing, riiiiing
- ¿Diga?
- ¿Estilografic?
- ¿Sí, quién llama?
- Hola, que acabo de leer que me mencionas en tu blog y...
- ¿María José, la del Mercadona?
- No hombre no, soy yo, tu amigo de toda la vida.
- ¿El del sorteo?
- El mismo.
- Pues precisamente iba a hablar hoy en el blog de ti.... ¿o debería llamarte de usted?
- No, no, podemos seguir con las confianzas. Por eso te llamaba, por echarte un cable, que veo que te estás liando.
- La verdad es que no sabía cómo meterle mano a tan delicado asunto. Cuéntalo tú pues.
- Pues nada, que el otro día estaba con mi hija en el centro comercial y...
- Oye, que el recurso del Mercadona y de la tal María José ya lo he utilizado yo, ¿eh? Haz el favor de ser un poco más original...
- Que no, que es que fue así, que la niña se empeñó en que participara en el sorteo de... ¿lo digo ya?
- Dilo, dilo...
- Pues eso...de un Porsche.
- Cosas de críos, ¿verdad?, como lo del turrón de Suchard, a quién se le ocurre...
- Sí, lo mismo, pero yo sí que hice caso a esa voz....
- ¿Acudiste a la línea de caja?
- No hombre, que hice caso a mi hija y participé en el sorteo.
- Si es que somos como niños...
- Y tocome....
- ¿Cómo dices?
- No te hagas el tonto que ya lo sabes. Que tocome un Porsche.
- ¡Nojodasme!
- Loquedígote.
- ¿Y qué vamos a hacer con un Porsche?
- Querrás decir qué voy....
- Eso, eso quería decir. ¿Qué vas a hacer con un Porsche?
- Pues venderlo, para eso mismo te llamaba. Para ver si lo podíamos contar en tu blog y así la gente que estuviera interesada...
- Ya, pero verás, mi blog, ya sabes, es bien modesto y mis lectores son gente normalita, como tú y como yo. Dudo yo que puedan permitirse lo del mantener un Porsche... ¿Porque nosotros tampoco podemos mantenerlo, verdad?
- Y dale con la primera persona del plural... Pues verás, es que además se trata de un deportivo biplaza descapotable y claro, a ver qué hacemos con las niñas...
- Yo las podría dejar con los abuelos...
- Con las mías digo, no con las tuyas...
- Ah, es verdad. No había caído yo en el inconveniente. ¿Entonces lo ponemos en... lo pones en venta?
- Con todo el dolor de mi corazón.
- Qué penita, ¿no?
- Bueno, mientras llaman y no llaman los interesados a lo mejor me da tiempo a darte una vueltecita.
- Pues no estaría nada mal, aunque con el día que hace y la nieve... Oye, un curiosidad, ¿y tiene buen maletero?
.- Bueno, no es que se distinga precisamente por eso, pero vamos, a pintón no le gana nadie.
- No, si yo lo digo porque ya de paso podíamos pasarnos por el Mercadona a comprar unas cuantas tabletitas de turrón de Suchard, que sabe a Navidad, a ver si hubiera suerte...

P.D: Aclarar por último que – y sin que sirva de precedente – todo lo que se cuenta hoy aquí es verdad verdadera, incluido lo de la tal María José, y que, por tanto, vendemos, digoooo, mi amigo vende un Porche como el de la foto. Nuevecito. Así que si tienes unos ahorrillos, sabes de alguien que los tenga o mañana te tocara la lotería, házmelo saber en los comentarios y mi amigo se podrá en contacto contigo. ¿O debería decir con usted?

lunes, diciembre 14, 2009

Relatitos: (12) Infancia

El pasado viernes, mi admirado tocayo Mariano Zurdo presentó en sociedad sus “Relatos metropolitanos”, un fantástico y original libro de relatos escritos en el metro y, algunos, sobre el metro. Como el muchacho pidió a la gente que, por favor, acudiera al acto en transporte público y que escribiera algo durante el trayecto y yo no pude ir, le mandé lo que yo llamo un RMEMM, es decir, un "Relato Metropolitano Escrito a la Manera de Mariano". Dice así:

Infancia

Llegué, como de costumbre, corriendo a todo correr al andén de la estación, camino del trabajo, para que una vez más se me cerraran las puertas en plenas narices, teniendo aún tiempo de percibir, eso sí, la maliciosa sonrisa burlona del afortunado y puntual pasajero que observaba mi carrera desde dentro del vagón.

Cabrón, pensé. Y estoy seguro de que sólo lo pensé y no lo dije, porque no tengo costumbre de pronunciar tacos, aunque reconozco que sí, que los pienso a menudo, pero claro, no es lo mismo.

Que me senté, en fin, resignado en el banco del andén, como Penélope pero sin abanico, a la espera de la llegada de un nuevo tren mientras que en el cartel anunciador del próximo metro decía bien clarito:

Próximo tren llegará en... 5 minutos.

Decidí, en consecuencia, que había tiempo más que suficiente para abrir el libro y continuar la lectura abandonada la noche anterior, así que lo dicho, me puse a leer, pero lo que recuperé de la noche anterior más que la lectura fue el sueño. Y es que el madrugón de los lunes no acostumbra a sentarme por regla general demasiado bien, la verdad sea dicha.

Desperté del duermevela sobresaltado por el pitido del tren que recorría la línea en dirección contraria y con la sensación de haber dormido un buen rato. Observé de nuevo el cartel y vi que ahora ponía:

Próximo tren llegará en... 8 minutos.

Joder, pensé – ya digo que pensarlos, los pienso a menudo – ¿cómo es posible, si antes ponía, si no recuerdo mal, cinco minutos? Se me va a hacer tarde...

Con las prisas del lunes había dejado olvidado el reloj en la mesita de noche, ya que acostumbro a quitármelo para ir a dormir porque mi mujer me dice que se le engancha la correa en la bragas. Pues quítate tú las bragas, le digo yo a ella, pero al final soy yo siempre el que acaba cediendo con lo del reloj.

En semejantes pensamientos interiores andaba enredado cuando vino a vencerme de nuevo la modorra, que ya digo que los lunes yo no soy nadie. Esta vez sí que sí, debí de quedarme profundamente dormido, porque después de soñar y todo con viejas estaciones de metro como las que acostumbraba a recorrer durante mi infancia, al despertarme puede percibir cómo el caballero que había sentado a mi lado me miraba de soslayo con cara de estar pensando en que hay que ver cómo roncas..., machote.

Próximo tren llegará en ... 60 minutos.

¡Imposible! No tenía ni idea de cuánto habría podido dormir, pero vamos, quedaba bien claro que el luminoso estaba estropeado. ¿Cómo iba a faltar cada vez más tiempo y, sobre todo, cómo iba a tardar el metro en llegar nada menos que una hora sin que nadie se hubiera dignado a avisarnos de la supuesta avería? Tampoco te creas que le di demasiada importancia al asunto, tal era mi estado de somnolencia. Así que nada, opté por tratar de acoplar mi anatomía al incómodo banco para en seguida notar como el cuello se me vencía, ahora a derecha, ahora a izquierda. Los párpados cerrados fueron los que debieron dar el pistoletazo definitivo de salida al profundo sueño.

Empecé a usar el metro desde bien pequeño para ir al cole. Tomaba la línea 4 en Velázquez y de ahí hasta Bilbao para hacer trasbordo a la línea 1, con dirección a Plaza de Castilla. Me divertía poniéndome a prueba a ver si era capaz de recitar de memoria por fin toda la línea 1, pues Nueva Numancia no me acababa de entrar en la cabeza. Pronto me acostumbré a aquel olor permanente a humedad y a cerrado y, sobre todo, a que tenía que tener cuidado para no introducir el pie entre coche y andén. Jugaba a quitar la tilde al “andén” de los carteles que advertían de tal peligro en cada puerta para ver si la frase seguía teniendo así sentido. Descubrí también que había señores con bigote y gabardina que usaban colonia barata y que se arrimaban a las señoras más de lo normal, e incluso también a los niños, cosa a la que por aquel entonces yo no daba demasiada importancia pero que después, ya más mayor, sí me ha dado qué pensar. Supe que había estaciones fantasma que te podían sorprender a mitad del túnel, y yo al pasar abría mucho los ojos a ver si podía distinguir al hombre de los ojos en blanco y el rostro pálido, que según contaban los chicos mayores del cole, esperaba sentado en el andén, como yo esperaba ahora dormido, dormido profundamente.... ¡Despierta, niño!, oí decir a alguien.

Próximo tren llegará en.... 30 años.

Me sobresalté al descubrir que aquella mañana mamá me había plantado otra vez los odiosos pantalones cortos.

miércoles, diciembre 02, 2009

Melopido

Voy a dar rienda suelta a mi indignación, que no imaginación. Hay errores que son imperdonables. Esos tipos juegan con las ilusiones de pobres criaturas inocentes. Y sabiendo como se sabe que se producen año tras año, los errores digo, lo que no sé es como no existe ya un protocolo de actuación definido tendente a la búsqueda de una solución beneficiosa para todas las partes implicadas y a aplicar justo y merecido castigo a los responsables de semejante desaguisado…, que diría SSS (Soraya Sáenz de Santamaría). Pues no, siempre somos los mismos lo que acabamos pagando el pato.

Cada correspondiente día primero de diciembre (o incluso un poco antes, si me apuras) a los correspondientes hogares van llegando, por uno u otro medio pero van llegando, los correspondiente catálogos o folletos que editan los correspondientes centros comerciales en los que se detalla la variada oferta juguetera para las Navidades, también correspondientes. Así, resulta que a uno no le queda más remedio que dejar que las criaturas que por casa deambulan escudriñen concienzudamente los catálogos recibidos para llenarlos finalmente de anotaciones a pie de página, cuyo contenido viene a resumirse más o menos en la consabida frasecita de “melopido”.

Pues bien, resulta que en el folletito que lleva por sugerente título “Ilusiones cumplidas”, que no viene ahora a cuento detallar por qué centro comercial ha sido editado, se anuncia que el Disfraz de Spiderman, que viene con su máscara y todo, se puede adquirir al módico precio de 39, 95 euros la unidad, y que el producto Barbie y su Avión, que digo yo que no sé para qué querrá la Barbie ese pedazo de avión por mucho que éste sea rosita y la mar de mono, sale por la ya no tan módica cifra de 49,90 euros.

¿Hasta aquí queda todo claro? Pues no. Resulta que no, que al día siguiente, una vez señalados en el referido folleto los referidos artículos por las referidas criaturas con la referida leyenda de “melopido”, compra uno la prensa y se desayuna con la publicación de un anuncio, todavía no referido, en el que se advierte de que se ha producido un error en no se especifica qué parte del proceso de edición del dichoso catálogo de las dichosas ilusiones cumplidas y que, por consiguiente y a lo que voy, sucede que el Disfraz de Spiderman, con máscara y todo, cuesta en realidad 49,90, ya decía yo, y que asimismo se ha producido, mecagoenlaleche, un nuevo error en el precio de la Barbie y su Avión, el cual ya no nos va resultando tan mono, y que el importe a abonar en el caso de hacernos con el susodicho artículo sonrosado sería de 69 euros del ala, del ala del avión, entiéndase.

Y demos gracias a Dios Nuestro Señor de que al padre de las aludidas criaturas no se le haya ocurrido anotar en cualquier otro catálogo destinado ya, eso sí, a un público más mayorcito, la leyenda de “melopidoyotambién” en ningún producto de la marca Belkin, puesto que en la misma prensa desayunada más arriba aparece un otro anuncio de semejantes características correctoras en el que se especifica que una serie de productos de Belkin, como son el TuneBase Direct con manos libres y el TuneBaseFM con Clear Scan, presentan “un riesgo potencial de incendio”, lo que faltaba, y en el que se recomienda a quienes lo hayan adquirido que “dejen de usar su producto de manera inmediata”. Asimismo, se añade solícita y amablemente que los afectados pueden ponerse en contacto con la empresa en una dirección de Internet (tres uvesdobles, tal tal tal…), donde podrán pedir una unidad TuneBase de reemplazo completamente gratis, estaría bueno, no te jode…

Curiosamente, en el anuncio aparece también (todo un detalle por parte de la empresa, que todo hay que decirlo) un teléfono gratuito al que pueden llamar los usuarios que no tengan internet. Aunque, eso sí, yo me pregunto: si a mí, usuario que sí que dispongo de internet, me ha costado lo mío enterarme de qué narices es un TuneBase, un tipo que no tenga internet y que, por tanto, viva en el limbo, ¿sabrá en qué consiste y para qué sirve el susodicho aparatejo? Pa’mi que ni lo sabe ni le importa.

En fin, serán cosas de la famosa Economía Sostenible, yo no digo que no, pero sostenerse, lo que se dice sostenerse, la cosa no se sostiene la cojas por donde la cojas.