Coincido con él prácticamente a diario en la parada del autobús. Supongo que por eso se ha convertido en una de esas personas con las que nunca sabes si entablar conversación o no, porque, pese a no conocerlas en realidad de nada, acaban resultándote familiares de tanto verlas.
Al principio no había caído en ello porque, a decir verdad, apenas había reparado en su presencia. Pero un día se lo vi..., el osito de peluche.
Desde entonces no le quito ojo. Lo lleva siempre sujeto de la misma curiosa manera, entrelazando los dedos de una y otra mano, todos menos los pulgares, y formando una especie de cunita con las palmas mirando hacia arriba, de manera que con los dos dedos que le quedan libres, los pulgares, se dedica a acariciar suavemente la cabeza del peluche, en un gesto que parece provocar en él - en el tipo, no en el osito - una agradable sensación de relajación.
El caso es que a mí la curiosidad me come, pero claro, tampoco es cosa de acercarse al tipo, sin conocerlo realmente de nada, y decirle... “señor, ¿a qué se debe que porte usted, un día sí y otro también, ese gracioso y tierno osito de peluche que tan delicadamente acaricia?” Lo normal sería encontrarse, y con razón, con que... “y a usted qué coño le importa”, contestación que uno, la verdad, casi que preferiría evitar.
Pues llegados a este punto, por lo que opto es por dar rienda suelta a mi imaginación mientras espero al autobús. Y así es como un día se me antoja que el tipo sufre, seguro, de mal de amores, que el osito viene a ser el recuerdo que quedó de las cenizas de una ardiente historia de amor y pasión que la rutina, como tantas otras, ha terminado apagando. Que ella se marchó un buen día sin decir adiós tras recoger todas sus pertenencias del apartamento, todas excepto el peluchito, que quedó olvidado en el cajón de la mesita de noche y que hoy es, para él, consuelo de su solitaria desesperación.
Un día le voy a preguntar...
Otra vez pienso que la cosa ha sido todavía más grave, e imagino que se trata de la mayor tragedia que uno puede vivir, porque es que no hay otra igual, que es la pérdida de un hijo, un pequeño que un día perdió la vida en terrible accidente y que continúa unido en el recuerdo a su padre gracias al suave tacto del osito que lograron recuperar de entre los restos del calcinado vehículo.
Y al final un buen día, no lo puedo evitar, voy y le pregunto: “Señor, ¿a qué se debe que porte usted, un día sí y otro también, ese gracioso y tierno osito de peluche que tan delicadamente acaricia?
Y entonces él va y me lo cuenta todo: “Verá, resulta que dejo a mi hija todos los días en la guardería a eso de las ocho de la mañana, antes de irme yo a trabajar, y ella acude tan contenta con su osito de peluche, el que le consuela por las noches para dormir, y es que no hay manera de que se separe de él. Pero da la casualidad de que una vez allí, en la puerta de la guardería, la señorita nos dice que no, que buenos días pero que no, que no se pueden traer juguetitos al cole porque luego los niños se pelean por ellos, o los rompen, o los pierden, y que claro, que el centro no quiere luego problemas con los padres, que hay que ver cómo son algunos padres, para echarlos de comer aparte, así que lo mejor es que el osito se lo lleve papá a casita y luego te lo trae, niña”.
“... Y mi hija se queda llorando, no lo puede remediar, porque piensa que el osita va a estar triste sin ella, pero yo le digo que no, que no se preocupe que yo me lo voy a llevar al trabajo todos los días y que voy a cuidar de él, y que conmigo va a estar la mar de contento porque, de alguna manera, yo también soy su papá”.
“...Y ya lo ve, acabo de dejar a mi hijita en la guardería hace cinco minutos y yo me llevo ahora el osito a la oficina. Y después, cuando vuelvo por la tarde a buscar a la criatura, no vea usted la alegría que le doy al verme aparecer con el osito y contarle que nos lo hemos pasado muy bien juntos. Y ella así es feliz y se queda contenta pensando en lo a gustito que el osito habrá estado con su papá”.
“Ah”, le contesto.
Al principio no había caído en ello porque, a decir verdad, apenas había reparado en su presencia. Pero un día se lo vi..., el osito de peluche.
Desde entonces no le quito ojo. Lo lleva siempre sujeto de la misma curiosa manera, entrelazando los dedos de una y otra mano, todos menos los pulgares, y formando una especie de cunita con las palmas mirando hacia arriba, de manera que con los dos dedos que le quedan libres, los pulgares, se dedica a acariciar suavemente la cabeza del peluche, en un gesto que parece provocar en él - en el tipo, no en el osito - una agradable sensación de relajación.
El caso es que a mí la curiosidad me come, pero claro, tampoco es cosa de acercarse al tipo, sin conocerlo realmente de nada, y decirle... “señor, ¿a qué se debe que porte usted, un día sí y otro también, ese gracioso y tierno osito de peluche que tan delicadamente acaricia?” Lo normal sería encontrarse, y con razón, con que... “y a usted qué coño le importa”, contestación que uno, la verdad, casi que preferiría evitar.
Pues llegados a este punto, por lo que opto es por dar rienda suelta a mi imaginación mientras espero al autobús. Y así es como un día se me antoja que el tipo sufre, seguro, de mal de amores, que el osito viene a ser el recuerdo que quedó de las cenizas de una ardiente historia de amor y pasión que la rutina, como tantas otras, ha terminado apagando. Que ella se marchó un buen día sin decir adiós tras recoger todas sus pertenencias del apartamento, todas excepto el peluchito, que quedó olvidado en el cajón de la mesita de noche y que hoy es, para él, consuelo de su solitaria desesperación.
Un día le voy a preguntar...
Otra vez pienso que la cosa ha sido todavía más grave, e imagino que se trata de la mayor tragedia que uno puede vivir, porque es que no hay otra igual, que es la pérdida de un hijo, un pequeño que un día perdió la vida en terrible accidente y que continúa unido en el recuerdo a su padre gracias al suave tacto del osito que lograron recuperar de entre los restos del calcinado vehículo.
Y al final un buen día, no lo puedo evitar, voy y le pregunto: “Señor, ¿a qué se debe que porte usted, un día sí y otro también, ese gracioso y tierno osito de peluche que tan delicadamente acaricia?
Y entonces él va y me lo cuenta todo: “Verá, resulta que dejo a mi hija todos los días en la guardería a eso de las ocho de la mañana, antes de irme yo a trabajar, y ella acude tan contenta con su osito de peluche, el que le consuela por las noches para dormir, y es que no hay manera de que se separe de él. Pero da la casualidad de que una vez allí, en la puerta de la guardería, la señorita nos dice que no, que buenos días pero que no, que no se pueden traer juguetitos al cole porque luego los niños se pelean por ellos, o los rompen, o los pierden, y que claro, que el centro no quiere luego problemas con los padres, que hay que ver cómo son algunos padres, para echarlos de comer aparte, así que lo mejor es que el osito se lo lleve papá a casita y luego te lo trae, niña”.
“... Y mi hija se queda llorando, no lo puede remediar, porque piensa que el osita va a estar triste sin ella, pero yo le digo que no, que no se preocupe que yo me lo voy a llevar al trabajo todos los días y que voy a cuidar de él, y que conmigo va a estar la mar de contento porque, de alguna manera, yo también soy su papá”.
“...Y ya lo ve, acabo de dejar a mi hijita en la guardería hace cinco minutos y yo me llevo ahora el osito a la oficina. Y después, cuando vuelvo por la tarde a buscar a la criatura, no vea usted la alegría que le doy al verme aparecer con el osito y contarle que nos lo hemos pasado muy bien juntos. Y ella así es feliz y se queda contenta pensando en lo a gustito que el osito habrá estado con su papá”.
“Ah”, le contesto.
Y es que en ocasiones la pura realidad, por inocente y sencilla que resulte, supera con creces a la a veces caprichosa y retorcida imaginación. Dónde va a parar.
19 comentarios:
Me vais a permitir que dedique este relatito a papa joako
Que disfrutes mucho de Sofía.
¡Qué tierno!
:)
A ver si papa Joako puede leerlo. Seguro que le encanta.
Un besote, apañao.
Me estoy imaginando cualquier mañana en el metro con mi superbolso transparente: la cabeza de Caillou asomando, un chupete, la sempiterna Laila (unicornio rosáceo), toallitas húmedas (no me libraré de ellas jamás), papelitos de caramelos, algún chupa-chups... todo un kit de primeros auxilios para la recogida de los niños.
No hay sensación más hermosa que la llegada de un hijo. Felicidades Joako por esaa hermosa criatura (ya sé que este no es tu blog pero seguro que lo lees).
Y gracias Stili por esta tierna entrada.
Pues nada Joako, felicidades y que lo disfrutes.
Saludos muy cordiales, Estili: un texto emotivo el tuyo, me ha gustado mucho ( te lo digo tantas veces, que al final te lo vas a creer)
Joe, que dedicado tan bueno por el amor de dios!
Y no le diste un beso a ese papi?
:)
Besicos papi
Jope, qué cosa más tierna Estilograic.... pero qué bonito!
Y como me ha gustado la reflexión del final tb :)
Muchas gracias, un abrazote enorme.
Irre: si es que no le pillo cambiando pañales, que pudiera ser.
Marisa: tienes razón, de las toallitas húmedas no te libras ya en la vida. Habría que ir pensando en dedicarles un post.
Jove: gracias guapetón, tú que me ves con buenos ojos.
Belén: bueno, si no todo, yo tengo mucho de ese papi.
Wen: como me vuelvas a llamar estilograic te voy a llamar yo a tí Wendolín.
Qué no tío, qué no, escribes de puta madre y no hay más.
Un abrazo.
¿Y al osito de peluche le preguntaste su versión? ¿Que no?
Vaya mierda de periodista...
Jajajajajaja Mariano, eso que has dicho me ha recordado un montón a una viñeta de Mafalda que leí hace no mucho :D
Jove: y tú más, no te digo.
Mariano Zurdo: permíteme decirte, desde la perspectiva que me otorga mi escandalosa juventud (divino tesoro), que a tus "taytantos" recién cumpliditos empiezas a chochear.
Wen: no le rías las gracias que luego se crece, el tío.
Decrezco, descrezco, que la curvatura de la chepa ya se hace notar.
Eso sí, como el peluche se cabree te hace una comisión de investigación que te vas a cagar, hombrepordios...
Al principio pensaba equivocadamente que el sujeto iba a necesitar ayuda psicológica... pero su explicación y el amor hacia su hija me ha conmocionado.
elegante.
Un saludo
Al principio pensaba equivocadamente que el sujeto iba a necesitar ayuda psicológica... pero su explicación y el amor hacia su hija me ha conmocionado.
elegante.
Un saludo
Oh, ya te dije que me emocionaba verte con tus hijas...
Pues dale el beso de ese papi a ti
(que suerte tienen tus hijas...)
Besicos
Jeje Muy bueno. Lo curioso es que al leer relatos la imaginación va sóla, qué se le va a hacer... Y yo soy de poner cara a todos los personajes, y como tienes en el blog al señor Rajoy en un lateral no he podido evitar imaginarlo con el osito de peluche en plan tierno.
Yo algún día me compraré una cosa de esas y la llevaré en el bus, sólo para que las mujeres piensen en historias e hipótesis relacionadas conmigo y quedar de interesante, ¿por qué no? XD
!Joder Estili!
que me haces llorar, que estoy muy sensible con lo de mi hijita, no tengo más que pelos como alcayatas con ella, y con tus relatos y con Espinete, si lo siguirean echando por la tele, lloro hasta con la carta de ajuste, o con su ausencia...¡qué no hay derecho!...¡con lo bonita y patriótica que era!...en fin me retiro a mis aposentos a llorar, pero prometo un post este finde con impresiones de un padre insomne.
Mariano Zurdo: y además, tengo entendido que el señor Garzón ya está trabajando en el denominado "caso peluche".
Miguel: ya ves, al final va a resultar que es de los poquitos que no la necesita.
Belén: lo cierto es que procuro separarme de ellas lo justito e imprecindible, hasta que me empiecen a llamar pesao.
Julián: qué mono, lo de Rajoy con el osito. Una imagen de lo más sugerente. Oye, y no es mala idea lo del osito para ligar, te advierto que con osito no sé, pero lo de ir con niños pequeños da mucho juego, a veces es la única manera de que en el parque se te acerque el personal femenino interesándose, eso sí, más por el bebe que por el papá. Pero algo es algo.
Joako: esperamos impacientemente las impresiones. Las del padre insomne, digo.
Y la realidad le da una vuelta de tuerca más a la historia:
"Soñador o inconformista. Artista o espabilado. El precio que han alcanzado algunas de sus obras hace pensar que tiene un poco de todo. Pero de lo que no cabe duda es de que Zhao Bandi es un personaje fuera de lo común. Allá donde va, viaja con un panda de peluche. Normalmente, entre sus brazos. A veces, sobre la cabeza. Y así está hoy también, sentado junto a la ventana, con el osito en el regazo y la mano sobre el carrillo peludo, preparado para explicar su particular relación con el animal."
Hoy, en la última de El Páis.
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