El otro día mandé un breve comentario rimado al blog de Marta, y de ahí me salió el principio de este post: Decían los versos: “Estoy hasta los (...) / de las manifestaciones”.
De todas.
Cuando era estudiante, no me hacía ninguna gracia ir a las manifestaciones. Ahora sigue sin gustarme, y cada vez menos después de las últimas convocadas en Madrid.
En la Universidad, siempre encontraba excusas para no ir: Éste soy yo, de estudiante, y ahora me dispongo a mentir:
- ¿Vienes a la mani de esta tarde?
- No puedo, tengo partido.
No tenía partido, pero no me apetecía porque dudaba. Dudaba de que tuviéramos razón, o al menos toda la razón, cuando nos poníamos a chillar detrás de una pancarta que ni siquiera habíamos escrito nosotros.
En las manifestaciones La Masa berrea, no reflexiona; en las manifestaciones La Masa agita pancartas, no escribe cartas al director; en la manis, en fin, La Masa corta el tráfico, no busca soluciones. Y es que La Masa tiene vida propia. No es la suma de la vida de los “yo” que la componen. Se mueve y actúa por su propia voluntad, y no se piensa lo que hace.
También hay, eso sí, agitadores de La Masa, que casi son peores que la propia Masa. Esos sí que reflexionan, lanzan ideas elaboradas, hablan reposadamente... pero su única intención es dirigir a La Masa, la de los dos dedos de frente.
La Masa es impersonal, dentro de ella tu “yo” se multiplica y deja de ser “yo”. Se transforma. Hace poco me pasó algo en el Bernabéu. No le pitan un penalti a Robinho y oigo detrás de mi a un energúmeno gritando ¡árbitro, hijo de puta!, y lanzando un teléfono móvil al campo. El tipo era yo. O no, más bien era La Masa, que se agitaba convulsionada.
Qué me dicen de los atascos de tráfico. También son Masa. Si no, a ver cómo se explica el comportamiento de los conductores. ¿O es que van ustedes por la calle llamando de todo a la gente porque nos han dado un leve empujón al andar o porque alguien se ha tropezado con nuestra pierna? Digo yo que normalmente dicen ¡ay, perdón! Pues en el coche no. En el coche bajas la ventanilla y en medio del atasco pones al otro conductor que te ha hecho la pirula a caer de un burro; eso si no te bajas y te vas directo a abrirle la cabeza. Es la Masa, tío. Y qué mala hostia tiene.
Ahora, cada vez que se convoca una mani salen primero los agitadores y, como si a La Masa le hiciera falta, la pinchan en el culo. Luego las radios, las teles, los periódicos y las webs se unen a La Masa, no sé como, y entonces ésta se hace más poderosa, porque hasta editorializa. Por último, el postre queda para las instituciones, que agrandan o encogen el tamaño de La Masa según su conveniencia.
De todas.
Cuando era estudiante, no me hacía ninguna gracia ir a las manifestaciones. Ahora sigue sin gustarme, y cada vez menos después de las últimas convocadas en Madrid.
En la Universidad, siempre encontraba excusas para no ir: Éste soy yo, de estudiante, y ahora me dispongo a mentir:
- ¿Vienes a la mani de esta tarde?
- No puedo, tengo partido.
No tenía partido, pero no me apetecía porque dudaba. Dudaba de que tuviéramos razón, o al menos toda la razón, cuando nos poníamos a chillar detrás de una pancarta que ni siquiera habíamos escrito nosotros.
En las manifestaciones La Masa berrea, no reflexiona; en las manifestaciones La Masa agita pancartas, no escribe cartas al director; en la manis, en fin, La Masa corta el tráfico, no busca soluciones. Y es que La Masa tiene vida propia. No es la suma de la vida de los “yo” que la componen. Se mueve y actúa por su propia voluntad, y no se piensa lo que hace.
También hay, eso sí, agitadores de La Masa, que casi son peores que la propia Masa. Esos sí que reflexionan, lanzan ideas elaboradas, hablan reposadamente... pero su única intención es dirigir a La Masa, la de los dos dedos de frente.
La Masa es impersonal, dentro de ella tu “yo” se multiplica y deja de ser “yo”. Se transforma. Hace poco me pasó algo en el Bernabéu. No le pitan un penalti a Robinho y oigo detrás de mi a un energúmeno gritando ¡árbitro, hijo de puta!, y lanzando un teléfono móvil al campo. El tipo era yo. O no, más bien era La Masa, que se agitaba convulsionada.
Qué me dicen de los atascos de tráfico. También son Masa. Si no, a ver cómo se explica el comportamiento de los conductores. ¿O es que van ustedes por la calle llamando de todo a la gente porque nos han dado un leve empujón al andar o porque alguien se ha tropezado con nuestra pierna? Digo yo que normalmente dicen ¡ay, perdón! Pues en el coche no. En el coche bajas la ventanilla y en medio del atasco pones al otro conductor que te ha hecho la pirula a caer de un burro; eso si no te bajas y te vas directo a abrirle la cabeza. Es la Masa, tío. Y qué mala hostia tiene.
Ahora, cada vez que se convoca una mani salen primero los agitadores y, como si a La Masa le hiciera falta, la pinchan en el culo. Luego las radios, las teles, los periódicos y las webs se unen a La Masa, no sé como, y entonces ésta se hace más poderosa, porque hasta editorializa. Por último, el postre queda para las instituciones, que agrandan o encogen el tamaño de La Masa según su conveniencia.
Así que a partir de ahora, cada vez que haya una mani, ya lo saben: yo es que tengo partido.
1 comentario:
muchas gracias por enlazarme :)
es verdad que a veces cuando vamos a una manifestación parecemos borregos siguiendo al pastor. pero también es cierto que debemos manifestarnos para exigir nuestros derechos y que se nos escuche :)
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