No pretendo hacer análisis o valoración de la figura del Papa y de su labor al frente de la Iglesia Católica durante los 26 años de pontificado. Tampoco sobre el tratamiento que los medios de comunicación han dado a la noticia de su muerte y agonía previa, sino reflexión sobre cómo el propio Papa ha afrontado sus últimas horas de vida y ha mostrado su sufrimiento al mundo.
Mi sentimiento primario fue de repulsa, casi indignación, por el triste espectáculo de un hombre moribundo sufriendo en directo, por la ausencia de pudor no sólo en los medios sino sobre todo en la propia Iglesia por exhibir lo más íntimo que le queda al ser humano, esto es, su propia muerte.
He pensado más sobre ello y me surgen dudas. Entiendo que el propio Papa, por decisión propia, se ha prestado a todo ello. Él ha querido seguir siendo mediático hasta el último suspiro (lo ocurrido después de las 21:37 horas del sábado 2 de abril de 2005 ya escapa a su voluntad).
Si su intención era la dar ejemplo de cómo un católico debe afrontar el dolor y la muerte puede que lo haya conseguido y que el espectáculo de su sufrimiento sirva par algo. Ello merece admiración y respeto. La comparación con la agonía de Cristo resulta inevitable. La Iglesia se ha apuntado un tanto.
miércoles, abril 06, 2005
Empapados
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