viernes, enero 09, 2009

Presentimiento

Lo mío tiene delito. Tal día como ayer no se me ocurrió otra cosa que acudir a uno de esos establecimientos que ahora optan por denominarse algo así como “salones multiservicio de tratamiento estético y nuevas tendencias de peinado”, y que de toda la vida de Dios se han venido llamando sencillamente “peluquerías”, para dedicarle a la amable muchacha que diligentemente recibiome frase tan sencilla y vulgar como la que sigue: “que venía a cortarme el pelo”.

La cosa es que la peluquera me miró con cara rara y sorprendida, como diciendo que adónde irá el pavo éste, no tendrá otro día para cortarse la rebelde cabellera que le adorna...; pero claro, al tratarse de una peluquería, como ya he dicho, yo voy y me pregunto que qué querrá, no voy a venir a colocarme extensiones o a hacerme la manicura, no te digo la tía.

Extrañado sobremanera por el hecho - comprobable con el simple método de recurrir a la cuenta de la vieja con los dedos de una sola mano - de que el susodicho establecimiento encontrábase despejado de clientela, es decir, que allí no había ni Dios (en el hipotético y últimamente discutidísimo asunto de que éste exista), voy y se lo hago notar a la aludida muchacha: “parece que está esto tranquilito, ¿no?”. “Ya ve usted - me dice -, después de la tempestad acaba viniendo siempre la calma”, enigmática frase ésta que, ahora que lo pienso desde la perspectiva oportuna, tal vez encerrara en sí alguna suerte de mensaje oculto en lo que respecta a la utilización del término “tempestad”, prestándose éste como se presta a ser interpretado no ya en sentido figurado y referido a la cantidad de clientes recibidos durante las recientemente finalizadas fiestas navideñas, sino del todo literal, es decir, “frío de cojones”.

Pues nada, que soy conducido siempre con la oportuna amabilidad hasta una segunda y más acomodada estancia del establecimiento en cuestión acompañado de la citada muchacha, la cual me inquiere acerca de cómo lo quiero, el corte capilar se entiende, ante la cual pregunta le aclaro con decisión y valentía que “cortito, para que dure lo suyo”.

A continuación, la amistosa y siempre altamente recomendable conversación intrascendente que acaba por entablarse ente cliente y peluquero/a, - porque es que si no, calladitos todo el tiempo y sin decir ni pío, se les queda a los dos una carita de tontos que no hay por dónde cogerla - la intrascendente conversación digo viene a derivar en un acalorado debate numérico acerca del tipo de cuchilla a utilizar en la maquinilla cortapelo, que si me mete un cinco o me mete un tres, a lo cual yo le digo - no sin cierta incertidumbre, eso sí, porque no gozo de experiencia en la utilización del citado artilugio – que la trascendente decisión la tengo que dejar en sus manos, en las de la peluquera, porque es que yo no tengo ni idea de las consecuencias que pudiera acarrear la elección de uno u otro calibre, si es que puede denominarse así, le digo a la peluquera, el grado de rasurado de la cuchilla utilizada.

Total, que la buena muchacha, prudente donde las haya, adopta a mi entender la decisión más oportuna: “vamos a empezar con el cinco y luego después ya lo vamos viendo”, y según está terminando de pronunciar la entrecomillada frase o sentencia va y coloca con admirable destreza el cabezal correspondiente en el artilugio y empieza deslizar éste, decididamente aferrado con mano derecha, por la zona capilar, mientras que con la otra extremidad superior que le queda libre, que no puede ser otra que la mano izquierda, agarra y sujeta con firmeza mi cabeza toda, con la única intención de que ésta no se acabe por vencerse debido a la fuerza aplicada hacia el lado contrario del de la procedencia de la misma, de la fuerza digo, pudiendo producirse en tal caso y si no se evita una tan desagradable como desafortunada lesión o espasmo torticular, con lo que duele.

Quedose definitivamente la cosa en el número cinco, porque a medida que se fue haciendo visible el resultado, coincidimos todos los implicados, esto es, peluquera y cliente, y por unanimidad, en que ello era suficiente y que, en efecto, y respondiendo siempre a mis deseos previos, aquello iba a durar “lo suyo”. Y hete aquí que después de un lavado y aclarado final acompañados del correspondiente masaje occipital me dispuse a abandonar el establecimiento no sin antes abonar la cuenta y ser posteriormente objeto de una cálida despedida por parte de todo el personal allí presente, quienes unánimemente hicieron ostentación pública de sus buenos deseos utilizando la manida expresión de “que le vaya bien”, a la cual coincidieron en añadir la sospechosa coletilla de “y abríguese”.

Dicho y hecho, porque fue salir a la calle y mis despejados órganos externos de audición, otrora protegidos por rizados cabellos, adquirieron de golpe y porrazo cierta y preocupante tonalidad rojiza tendente hacia el estado de congelación, con lo cual acabé por llegar a la conclusión que ha sido causa y motivo de la elaboración de éste mi post de hoy: “mañana va a nevar”.

13 comentarios:

Irreverens dijo...

Uy, pues yo que tenía pensado ir a cortarme el pelo la semana que viene, ya me está entrando la duda...

Pero qué bonito, ¿no? La nieve, digo, no el corte de pelo. Bueno, el corte también, claro.
:D
¡Feliz finde!

wen- dijo...

Pues bien visto, sí señor... o más bien bien presentido.. :)
Podías haber avisado a la Sra. Botella o al AEMET o algo, no? vamos digo yo...
XD Qué bonito todo

wen- dijo...

por cierto, pelirrojo?? ?¿

magofez dijo...

Yo le quitaría la 'P' a ese título, je!

saludiño,

estilografic.blog dijo...

Irre: bueno, el corte... los he visto mejores. La nieve sí, eso sí.

Wen: es que con la Sra. Botella tengo sus más y sus menos, o mis más y mis menos, o mis más y sus menos, o nuestros más y nuestros menos, o como se diga.

¿Pelirrojo? Lo que se me puso rojo fueron las dichosas orejas.

Wilde: ¿resentimiento? Si la peluquera era muy mona...

Anónimo dijo...

Dímelo a mi, que hasta he llegado a pensar en dejarme de nuevo el pelo largo, jajajajjaa.
Buen finde, querido.

Jove Kovic dijo...

Pues debo decir que, de vez en cuando, acudo a uno de estos establecimientos para cortarme el poco pelo que me queda en la cabeza, pero no por no poder llevar a cabo la ingrata tarea en casa, con mi máquina - que siempre ha sido muy buena conmigo-, si no por que me den un masaje en la cabeza, práctica en extremo placentera, que recomiendo a todo el mundo.

Belén dijo...

Pues es raro que, con un corte en el salón, puedas haber adivinado lo de la nieve incluso mas mejor que los servicios de meteorología...

Ni mis pacientes con reuma lo han sabido descifrar... ais

Besicos

Mariano Zurdo dijo...

Así ando, protegiéndome la cocorota y los pabellones auditivos con la melena y a este paso me llegará el pelo por los tobillos.
tendré que echarle valor (y yo me apunto al tres, ¡con dos cojines!
Besitos/azos.

belenmadrid dijo...

joé cuántos valientes! pues yo me tengo que cortar el pelo también, pero no soy tan valiente como estili, vitru o mariano - que ya veremos si es verdad - y desde luego voy a esperar un poco jeje

Irreverens dijo...

Te presiento... sé que estás ahí. ¡Manifiéstate!

Miguel González Aranda dijo...

Grande!
Nunca se como vas a acabar!

JOAKO dijo...

Y nevó ya lo creo que nevó.