Joder, si es que la miro y la remiro y me da la sensación de que va a reventar en cualquier momento..., ¡qué pedazo de naranja!
Llevaba un lunes cualquiera en la bolsa de la comida una naranja con una pinta estupenda, de esas que van del-árbol-a-su-mesa, y al subir al autobús nº 147 camino de la oficina, coloqué la bolsa con el tupperware, los cubiertos, la servilleta y la pedazo de naranja en cuestión entre las piernas, pero en una maniobra brusca del conductor la bolsa zozobró. Quiso la mala suerte que hubiera cogido sitio frente a la puerta de salida, y claro, debido a una ligera inclinación lateral que adopta el autobús, no sé por qué, cada vez que se detiene, resulta que la naranja, la pedazo de naranja, echó a rodar hacia la puerta justo cuando ésta se abría, que ya es fatalidad, de manera que el apetitoso fruto dio a parar con sus gajos en pleno Paseo de la Castellana. A la altura del Bernabéu, para más señas.
Mi primera reacción fue cerrar los ojos y decir “hostias”, pero la segunda, ágil y rápida, fue pegar tal brinco que en un abrir y cerrar de ojos me planté con decisión en la calle antes de que el bus cerrara las puertas y arrancara, aunque faltaran todavía para mi destino por lo menos siete paradas más, dirección Castellana arriba. Entonces fue cuanto aquel transeúnte que caminaba Castellana abajo leyendo el MARCA arreole a la naranja un puntapié de los que hacen historia, no sé si por hacerle los honores al futbolístico paisaje que le servía de fondo o porque sencillamente no se dio ni cuenta del paso del cítrico, rueda que te rueda, por delante de sus mismísimas narices, estando como estaba absorto en la lectura.
De nuevo grité lo de “hostias” y eché a correr también yo Castellana abajo sin que el tipo del MARCA se inmutara ni lo más mínimo ante mi reacción, transformándose para mí el carril bus por el que ahora rodaba a toda prisa la naranja, toda golpeadita la pobre, en improvisada calle como si de una prueba de velocidad se tratara, tal era mi acelerada persecución del jugoso y travieso cítrico al que ya me parecía verle hasta patitas, de lo jodidamente deprisa que corría en sentido contrario al de mi dirección original.
- ¡Hostias, el 27!
Para toda aquel que no frecuente la concurrida zona en la que vienen transcurriendo los imprevistos acontecimientos hasta el momento relatados, podrán resultar absurdas y enigmáticas mis exclamativas palabras. Pero no, no lo son en absoluto, porque al avanzar tanto la naranja como servidor por el carril bus en dirección contraria a la que habitualmente lo hace el transporte municipal, quiso el destino o la fatalidad (o sencillamente, qué coño, que era lo lógico) que un autobús de la línea 27 - de esos dobles que son enormes - acabara apareciendo dirigiéndose hacia nosotros y ocupando todo el estrecho carril bus. Fue levantar la cabeza y verlo venir y adueñose por un momento de mi la misma sensación que se tiene (o que se tendrá, digo yo, porque a mi nunca me ha pasado) cuando se está atado en una vía y el tren se acerca chufla que te chufla sin posibilidad de que ni persona ni máquina se echen a un lado para evitar la desagradable y sangrienta tragedia, con el agravante en este caso de que los implicados en el choque habrían de ser tres: máquina, persona y naranja.
Pero la suerte parecía estar ahora de nuestro lado, de manera que la naranja pasó como si tal cosa por debajo del autobús nº 27, continuando su recorrido Castellana abajo, mientras que yo... yo no pasé por debajo, pero mis todavía admirables reflejos permitiéronme completar un ágil y brioso salto hacia mi derecha en el momento oportuno, para dejar paso al vehículo y recuperar a continuación el carril ya expedito, emprendiendo de nuevo la sudorosa y acalorada persecución interrumpida.
Insistiendo en que habrá quien no conozca el camino del que tanto la naranja como mis aceleradas piernas habían dado a estas alturas buena cuenta, detallaré que una vez recorridos unos novecientos setenta y cinco metros desde el referido estadio madridista, siempre, ya digo, Castellana abajo, cualquier objeto rodante acabaría por atravesar, si no se topa antes con ningún obstáculo imprevisto, el que sin duda es uno de los pasos de peatones más concurridos de la ciudad: el de El Corte Inglés.
Así que al observar, vista al frente, al final del recorrido las numerosísimas piernas que pisoteaban las franjas blancas del paso de peatones hacia el que irremediablemente la naranja se dirigía a toda velocidad, no me quedó otra que volver a exclamar “hostias” y apretar los dientes - primero exclamar y luego apretar, que las dos cosas a la vez no se puede – echando el resto en el acelerón final para agarrar la fruta antes de ser ésta vilmente pisoteada por culpa, en definitiva, de las rebajas de verano de los susodichos almacenes.
Pero no. Por suerte una vez más, la naranja alcanzó el peligroso paso justo cuando el semáforo se cerraba al tránsito peatonal y se abría, por consiguiente, a vehículos y naranjas o a cualesquiera otros objetos rodantes que en aquel momento tuvieran a bien circular por el Paseo de la Castellana abajo, tales como sandias, melocotones o incluso aceitunillas, por qué no. Y fue en ese preciso instante, al atravesar el paso de peatones, cuando finalmente la naranja fue poquito a poco aminorando su marcha, quizás debido a la propia pérdida de inclinación del carril bus, o a un cambio brusco en la dirección del viento, o al mismo cansancio del cítrico, o yo qué sé a qué, pero el caso es que al final se detuvo, todo lo gordita que era, todavía la mar de apetitosa ella pese a los avatares sufridos, bajo el puente de Raimundo Fernández Villaverde. En plena sombra.
- ¡Dios mío! – llegué a pensar - ¿Se habrá detenido la naranja única y exclusivamente para contemplar el enorme cartel publicitario que adorna la fachada Este del centro comercial famoso allende los mares? ¿Tan sugerente y embaucadora resulta ser la imagen del sonriente Carlos Baute tomando por la cintura a dos muchachas de buen ver en biquini, todos cargaditos de bolsas, al tiempo que hasta de fondo parece oírse la consabida cancioncilla de “te envío poemas de mi puño y letra...", número 1 de los 40 Principales?
Llevaba un lunes cualquiera en la bolsa de la comida una naranja con una pinta estupenda, de esas que van del-árbol-a-su-mesa, y al subir al autobús nº 147 camino de la oficina, coloqué la bolsa con el tupperware, los cubiertos, la servilleta y la pedazo de naranja en cuestión entre las piernas, pero en una maniobra brusca del conductor la bolsa zozobró. Quiso la mala suerte que hubiera cogido sitio frente a la puerta de salida, y claro, debido a una ligera inclinación lateral que adopta el autobús, no sé por qué, cada vez que se detiene, resulta que la naranja, la pedazo de naranja, echó a rodar hacia la puerta justo cuando ésta se abría, que ya es fatalidad, de manera que el apetitoso fruto dio a parar con sus gajos en pleno Paseo de la Castellana. A la altura del Bernabéu, para más señas.
Mi primera reacción fue cerrar los ojos y decir “hostias”, pero la segunda, ágil y rápida, fue pegar tal brinco que en un abrir y cerrar de ojos me planté con decisión en la calle antes de que el bus cerrara las puertas y arrancara, aunque faltaran todavía para mi destino por lo menos siete paradas más, dirección Castellana arriba. Entonces fue cuanto aquel transeúnte que caminaba Castellana abajo leyendo el MARCA arreole a la naranja un puntapié de los que hacen historia, no sé si por hacerle los honores al futbolístico paisaje que le servía de fondo o porque sencillamente no se dio ni cuenta del paso del cítrico, rueda que te rueda, por delante de sus mismísimas narices, estando como estaba absorto en la lectura.
De nuevo grité lo de “hostias” y eché a correr también yo Castellana abajo sin que el tipo del MARCA se inmutara ni lo más mínimo ante mi reacción, transformándose para mí el carril bus por el que ahora rodaba a toda prisa la naranja, toda golpeadita la pobre, en improvisada calle como si de una prueba de velocidad se tratara, tal era mi acelerada persecución del jugoso y travieso cítrico al que ya me parecía verle hasta patitas, de lo jodidamente deprisa que corría en sentido contrario al de mi dirección original.
- ¡Hostias, el 27!
Para toda aquel que no frecuente la concurrida zona en la que vienen transcurriendo los imprevistos acontecimientos hasta el momento relatados, podrán resultar absurdas y enigmáticas mis exclamativas palabras. Pero no, no lo son en absoluto, porque al avanzar tanto la naranja como servidor por el carril bus en dirección contraria a la que habitualmente lo hace el transporte municipal, quiso el destino o la fatalidad (o sencillamente, qué coño, que era lo lógico) que un autobús de la línea 27 - de esos dobles que son enormes - acabara apareciendo dirigiéndose hacia nosotros y ocupando todo el estrecho carril bus. Fue levantar la cabeza y verlo venir y adueñose por un momento de mi la misma sensación que se tiene (o que se tendrá, digo yo, porque a mi nunca me ha pasado) cuando se está atado en una vía y el tren se acerca chufla que te chufla sin posibilidad de que ni persona ni máquina se echen a un lado para evitar la desagradable y sangrienta tragedia, con el agravante en este caso de que los implicados en el choque habrían de ser tres: máquina, persona y naranja.
Pero la suerte parecía estar ahora de nuestro lado, de manera que la naranja pasó como si tal cosa por debajo del autobús nº 27, continuando su recorrido Castellana abajo, mientras que yo... yo no pasé por debajo, pero mis todavía admirables reflejos permitiéronme completar un ágil y brioso salto hacia mi derecha en el momento oportuno, para dejar paso al vehículo y recuperar a continuación el carril ya expedito, emprendiendo de nuevo la sudorosa y acalorada persecución interrumpida.
Insistiendo en que habrá quien no conozca el camino del que tanto la naranja como mis aceleradas piernas habían dado a estas alturas buena cuenta, detallaré que una vez recorridos unos novecientos setenta y cinco metros desde el referido estadio madridista, siempre, ya digo, Castellana abajo, cualquier objeto rodante acabaría por atravesar, si no se topa antes con ningún obstáculo imprevisto, el que sin duda es uno de los pasos de peatones más concurridos de la ciudad: el de El Corte Inglés.
Así que al observar, vista al frente, al final del recorrido las numerosísimas piernas que pisoteaban las franjas blancas del paso de peatones hacia el que irremediablemente la naranja se dirigía a toda velocidad, no me quedó otra que volver a exclamar “hostias” y apretar los dientes - primero exclamar y luego apretar, que las dos cosas a la vez no se puede – echando el resto en el acelerón final para agarrar la fruta antes de ser ésta vilmente pisoteada por culpa, en definitiva, de las rebajas de verano de los susodichos almacenes.
Pero no. Por suerte una vez más, la naranja alcanzó el peligroso paso justo cuando el semáforo se cerraba al tránsito peatonal y se abría, por consiguiente, a vehículos y naranjas o a cualesquiera otros objetos rodantes que en aquel momento tuvieran a bien circular por el Paseo de la Castellana abajo, tales como sandias, melocotones o incluso aceitunillas, por qué no. Y fue en ese preciso instante, al atravesar el paso de peatones, cuando finalmente la naranja fue poquito a poco aminorando su marcha, quizás debido a la propia pérdida de inclinación del carril bus, o a un cambio brusco en la dirección del viento, o al mismo cansancio del cítrico, o yo qué sé a qué, pero el caso es que al final se detuvo, todo lo gordita que era, todavía la mar de apetitosa ella pese a los avatares sufridos, bajo el puente de Raimundo Fernández Villaverde. En plena sombra.
- ¡Dios mío! – llegué a pensar - ¿Se habrá detenido la naranja única y exclusivamente para contemplar el enorme cartel publicitario que adorna la fachada Este del centro comercial famoso allende los mares? ¿Tan sugerente y embaucadora resulta ser la imagen del sonriente Carlos Baute tomando por la cintura a dos muchachas de buen ver en biquini, todos cargaditos de bolsas, al tiempo que hasta de fondo parece oírse la consabida cancioncilla de “te envío poemas de mi puño y letra...", número 1 de los 40 Principales?
¡BRRRRRRRRRRMMMMMMMM!
(continuará)
17 comentarios:
He acabado agotaíta siguiéndote Castellanaabajo. Si llegas al puente de Eduardo Dato da un toque, que tengo unas ciruelas en el bolso que bailan al ritmillo de los emepetrés de nuestros vecinos en el metro y lo mismo hacen amistades.
Eso sí, ata en corto a esa naranja que la estás perdiendo.
Un beso, hermoso.
"se cerraba al tránsito peatonal y se abría, por consiguiente, a vehículos y naranjas "
recuérdame que no me lea la segunda parte en el trabajo porque eso de reirse en alto está muy mal visto XD
Marisa: aunque todavía no lo tengo del todo claro, me temo que no, que no llego a Eduardo Dato, que el relato (que rima con Eduardo Dato) va a tomar otro atajo (que rima con castellanabajo).
Géminis: o a cualesquiera otros objetos rodantes que en aquel momento tuvieran a bien circular por el Paseo de la Castellana abajo, tales como sandias, melocotones o incluso aceitunillas, por qué no.
Jjajajajajajajajajja yo creo que va caminito de Valencia.. con sus compatriotas. Serás capaz de seguirla hast los mismísimos huertos vlencianos??
¡Naranjas de la China!
Lo mismo la pedazo de naranja va en busca de sus primas asiáticas y tenemos por delante un millón setencientos mil cuarenta y cinco capítulos hasta que arribe...
Besitos/azos
A ver, comprende que con mis ciento y pico kilos no estoy para correr los tropecientos metros lisos. Haz el favor de dejar a la pobre naranja que viva su vida y asuma sus propios errores. He dicho.
Eso le pasa por llevar de postre una naranja. Si llevara plátano .........
Ehmmm.... ¡hola!
Difiero, querido Estil... llevo un rato exclamando hostias con los dientes apretados y si se puede... es más un paciente me mira raro... bueno, eso no es la primera vez que me ocurre (que me miren raro, quiero decir...)
Besos
Wen: tirando por lo alto, como mucho yo creo que llego hasta la localidad de Honrubia, provincia de Cuenca.
Maliano Zuldo: tilando pol lo alto, como mucho yo cleo que lego hasta la localidad de Honlubia, plovincia de Cuenca.
Jove: a mi es que el Naranjito me supuso un trauma que creo no haber superado.
Vitru; no, si lo que no se te ocurra a ti. Hola, hola.
Belén: lo acabo de probar y tienes toda la razón, pero no se entiende del todo. Y menos con Carlos Baute de fondo.
¡jajajaja! Pues a mí me han arrancado una carcajada "las aceitunillas, por qué no."
XDDD
Oye, y qué manera de sudar, eh. Ahí todos corriendo con la que está cayendo (valga el pareado).
:P
Yo me niego a correr detás de la naranja. Que lo haga Irre que está acostumbrada la tía...
Irre: ya lo creo, menos mal que es Castellana abajo, que si no yo no corro, qué carajo (valga también el pareado)
Mariano Zurdo: eso, eso, que corra Irre.
Es aquí lo del hule? es que me pierdo, ya he perdido la costumbre.. XDD
Géminis: lo del hule queda Castellana arriba.
Jajajajajaja, muy muy arriba diría yo XD
Creo que me he perdido algún capítulo... ¿De qué hule hablamos, exactamente? No será el de Wen...
:)
Por cierto, yo ahora sólo corro después de que se haya puesto el sol. Que lo sepáis.
:P
Irre, sí, era el de Wen, perdón, me hizo gracia XD
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