Vale. “Relatos a cuatro manos” es un título con trampa, ya me he dado cuenta. Descartada por motivos obvios - y hasta cierto punto desagradables si se piensa fríamente - la premisa de que el supuesto autor estuviera dotado de cuatro extremidades superiores, esto es, que se tratara de lo que habitualmente viene denominándose como “bicho raro”, concluimos que el truco está en que se trata de dos autores, Carlos Méndez y Mariano Vega, mira tú qué listos.
Lo que pasa es que, si se piensa bien, el titulo tiene en realidad su aquél, porque los dos relatos incluidos en el libro, “Clandestino” (Carlos) y “Dos maletas y una montaña rusa” (Mariano), pese a resultar bien distintos a primera vista tanto en forma como en contenido, sí que acaban, a poco que se introduzca uno en ellos, compartiendo un mismo tronco común, con lo que al final va a resultar verdad lo del “bicho”. Ahí lo tienes: un único tronco y las ya famosas cuatro extremidades superiores.
Carlos y Mariano utilizan maneras de narrar bien diferentes, eso sí que es verdad. A partir de esa diferencia es cuando surgen las dos pares de manos. Si algo destaca de la escritura del primero es sobre todo su frescura y naturalidad, características que confieren a su relato una engañosa – por trabajada – sensación de improvisación que acaba resultando de lo más agradable. El autor bien puede presumir de un modo de escribir dotado de una sorprendente e irreflexiva sinceridad que hace que sus manos correspondientes guarden lo que pugilísticamente hablando podría denominarse como una buena y directa pegada. Las dos manitas de Mariano, en cambio, trazan su escritura en las Antípodas. Ésta se nos antoja mucho más pausada, trabajada al máximo y razonada en cada una de sus frases. Hablamos, sin exagerar, de un exprimidor del pensamiento del que el sediento lector logra obtener sabrosos zumos tan deliciosos como vitamínicos, aderezados con profundas reflexiones vitales. A Carlos no se le lee, se le acompaña por la vida; a Mariano tampoco, se sienta uno con él a reflexionar.
La diferente estructuración de los dos relatos responde en parte a esta manera tan distinta de afrontar la escritura. La mayor inclinación a la extraversión del Carlos escritor, o mejor, de su personaje “Clandestino”, le lleva a organizar el relato en torno a las relaciones del protagonista con el resto de los personajes. Clandestino es - víctima de su propia contradicción - un solitario que no sabe estar solo. El autor ha sabido tejer en un espacio narrativo limitado toda un red de personajes que magnifican, matizan y, en definitiva, dan sentido al personaje principal. Así, Lorena (o más bien el lunar que lleva entre la piernas) es el faro inalcanzable que lo guía; Andrés es su apoyo emocional; Silvia - su ex - y Lucía - su hija - representan la estabilidad de la que huye pero de la que tampoco se puede olvidar; Saul y Jon son los amigos lejanos que están ahí cuando los necesita pero que en nada le comprometen; Iratxe, la novia de Jon, es la tentación prohibida no por ello menos deseada; Miguel, -el odioso Miguel - representa todo aquello de lo que desea huir pero que tampoco es capaz de despreciar. Todos ellos conforman ese “universo clandestino” tan contradictorio como la vida misma.
“Dos maletas...”, en cambio, es el vivo retrato de la introspección de su personaje principal, y su historia se organiza fundamentalmente alrededor de las reflexiones de un tipo que busca en los recuerdos el sentido de su vida. O si se quiere, el relato se estructura a partir de las libretas de diferentes colores que el protagonista utiliza para escribir sus recuerdos, y que son en definitiva las que nos van a servir de guía en ese viaje interior a través del tiempo (presente y pasado), del espacio (la ciudad y el pueblo) y de la imaginación (la montaña rusa y el metro de Madrid), para concluir con la repetida sentencia de que “volver al principio es la mejor forma de terminar”. No me digas cómo, pero Mariano sale siempre airoso de ese objetivo tantas y tantas veces buscado por todo escritor que se precie, y que consiste en encontrar la frase perfecta para cada una de las ideas y reflexiones que su personaje se trae entre manos. ¿Ejemplos? A patadas: “De vez en cuando voy (al pueblo) para tomar el aire, aunque nunca supe si buscaba aire fresco para recordar de dónde vengo o aire rancio para no olvidar de dónde huí”. O este otro, magistral, sobre la escritura: “Podría escribir hasta con una cadena abrochada en mi muñeca zurda que acabara en un ancla o en una compacta bola de presidiario”.
¿Qué es lo que relaciona entonces esas dos maneras de narrar tan diferentes? ¿En qué consiste el tronco común que sostiene las dichosas cuatro manos? Sobre todo en que ambos son al final el reflejo de dos maneras de concebir la literatura como forma de vida, de vivir para contar y de contar para poder seguir viviendo. “Escribir no es un trabajo, es una necesidad” dice el personaje de “Clandestino” sobre la literatura. “Algunos recuerdos sí que acuden cuando se les reclama, pero otros regresan sólo cuando ellos quieren”, cuenta el protagonista de “Dos maletas...” sobre el sufrido arte de escribir.
Si se me permite la arriesgada comparación, Carlos es Sabina y Mariano, Serrat. Dos pájaros de un tiro.
Lo que pasa es que, si se piensa bien, el titulo tiene en realidad su aquél, porque los dos relatos incluidos en el libro, “Clandestino” (Carlos) y “Dos maletas y una montaña rusa” (Mariano), pese a resultar bien distintos a primera vista tanto en forma como en contenido, sí que acaban, a poco que se introduzca uno en ellos, compartiendo un mismo tronco común, con lo que al final va a resultar verdad lo del “bicho”. Ahí lo tienes: un único tronco y las ya famosas cuatro extremidades superiores.
Carlos y Mariano utilizan maneras de narrar bien diferentes, eso sí que es verdad. A partir de esa diferencia es cuando surgen las dos pares de manos. Si algo destaca de la escritura del primero es sobre todo su frescura y naturalidad, características que confieren a su relato una engañosa – por trabajada – sensación de improvisación que acaba resultando de lo más agradable. El autor bien puede presumir de un modo de escribir dotado de una sorprendente e irreflexiva sinceridad que hace que sus manos correspondientes guarden lo que pugilísticamente hablando podría denominarse como una buena y directa pegada. Las dos manitas de Mariano, en cambio, trazan su escritura en las Antípodas. Ésta se nos antoja mucho más pausada, trabajada al máximo y razonada en cada una de sus frases. Hablamos, sin exagerar, de un exprimidor del pensamiento del que el sediento lector logra obtener sabrosos zumos tan deliciosos como vitamínicos, aderezados con profundas reflexiones vitales. A Carlos no se le lee, se le acompaña por la vida; a Mariano tampoco, se sienta uno con él a reflexionar.
La diferente estructuración de los dos relatos responde en parte a esta manera tan distinta de afrontar la escritura. La mayor inclinación a la extraversión del Carlos escritor, o mejor, de su personaje “Clandestino”, le lleva a organizar el relato en torno a las relaciones del protagonista con el resto de los personajes. Clandestino es - víctima de su propia contradicción - un solitario que no sabe estar solo. El autor ha sabido tejer en un espacio narrativo limitado toda un red de personajes que magnifican, matizan y, en definitiva, dan sentido al personaje principal. Así, Lorena (o más bien el lunar que lleva entre la piernas) es el faro inalcanzable que lo guía; Andrés es su apoyo emocional; Silvia - su ex - y Lucía - su hija - representan la estabilidad de la que huye pero de la que tampoco se puede olvidar; Saul y Jon son los amigos lejanos que están ahí cuando los necesita pero que en nada le comprometen; Iratxe, la novia de Jon, es la tentación prohibida no por ello menos deseada; Miguel, -el odioso Miguel - representa todo aquello de lo que desea huir pero que tampoco es capaz de despreciar. Todos ellos conforman ese “universo clandestino” tan contradictorio como la vida misma.
“Dos maletas...”, en cambio, es el vivo retrato de la introspección de su personaje principal, y su historia se organiza fundamentalmente alrededor de las reflexiones de un tipo que busca en los recuerdos el sentido de su vida. O si se quiere, el relato se estructura a partir de las libretas de diferentes colores que el protagonista utiliza para escribir sus recuerdos, y que son en definitiva las que nos van a servir de guía en ese viaje interior a través del tiempo (presente y pasado), del espacio (la ciudad y el pueblo) y de la imaginación (la montaña rusa y el metro de Madrid), para concluir con la repetida sentencia de que “volver al principio es la mejor forma de terminar”. No me digas cómo, pero Mariano sale siempre airoso de ese objetivo tantas y tantas veces buscado por todo escritor que se precie, y que consiste en encontrar la frase perfecta para cada una de las ideas y reflexiones que su personaje se trae entre manos. ¿Ejemplos? A patadas: “De vez en cuando voy (al pueblo) para tomar el aire, aunque nunca supe si buscaba aire fresco para recordar de dónde vengo o aire rancio para no olvidar de dónde huí”. O este otro, magistral, sobre la escritura: “Podría escribir hasta con una cadena abrochada en mi muñeca zurda que acabara en un ancla o en una compacta bola de presidiario”.
¿Qué es lo que relaciona entonces esas dos maneras de narrar tan diferentes? ¿En qué consiste el tronco común que sostiene las dichosas cuatro manos? Sobre todo en que ambos son al final el reflejo de dos maneras de concebir la literatura como forma de vida, de vivir para contar y de contar para poder seguir viviendo. “Escribir no es un trabajo, es una necesidad” dice el personaje de “Clandestino” sobre la literatura. “Algunos recuerdos sí que acuden cuando se les reclama, pero otros regresan sólo cuando ellos quieren”, cuenta el protagonista de “Dos maletas...” sobre el sufrido arte de escribir.
Si se me permite la arriesgada comparación, Carlos es Sabina y Mariano, Serrat. Dos pájaros de un tiro.
“Relatos a cuatro manos”, de Carlos Méndez y Mariano Vega (Ed. Policarbonados) se puede adquirir en la librería La Clandestina.
13 comentarios:
Emocionado me hallo. Muchísimas gracias Estili.
Y ya te lo he dicho muchas veces, me encanta el Estili travieso, gracioso, que utiliza el humor como un magnífico vehículo para contar desde las cosas más banales a las más trascendentales. Pero que gusta aún más si cabe Mariano Velasco, el periodista.
Tú también tienes cuatro manos, jodío...
Joé, si me he emocionado hasta yo...
¡Qué ganas me han entrado de leer al bicho raro éste, oye!
Si es que no se pueden contar tan bien las cosas, hombrepordios, que luego una no puede ni volver a cerrar la mandíbula.
Un besazo, Estili.
;)
Joder Estili, me has dejado patitiesa, es como si de repente hubiera vuelto a leer los dos relatos (que ya los he leído un par de veces…). De verdad, magnífico análisis.
Y estoy con Mariano (no contiguo, bueno sí, pero no, me refiero al otro, al zurdo): tu humor es la bomba, pero cuando te pones serio, deslumbras porque eres como un cirujano extremadamente preciso.
Besos!
Mariano Zurdo: la culpa es vuestra por escribir esos estupendos relatos que escribís, bichos raros, que sois unos bichos raros. Ha sido un verdadero placer leerlos y escribir sobre ellos, créeme.
Irre: ¿pero tú cuantas mandíbulas vienes teniendo, hija mía? Porque después de lo de la nariz arrugadilla, los bigotes, las orejas, etc, etc, yo ya no me fío ni un pelo. Otrobesazopa'ti.
Mexi: muchas gracias. Viniendo de ti lo valoro el triple, porque creo que los conoces mejor que nadie, como escritores y como personas. Otrobesazopa´titambién
Me has hecho desear el libro,¡lo quiero! pasaré a por el a la clandestina.
Dos, creo. Más la postiza.
Joder Estili, menuda crítica, la hostia. Dices cosas que nunca había pensado sobre el relato y que sin embargo están ahí.
Mi agradecimiento es infinito, en serio.
No hacía falta mucho, pero me has convencido, a ver cuando me acerco y lo compro :)
Besicos
Joako: allí lo tienen seguro, y lo venden a cuatro manos.
Irre: entonces, en total tres. Sinomequivoco.
Clandes: te digo lo mismito que a Mariano, lo de la culpa, lo del placer y eso.
Belén: alavozdeya.
Jo, ahora ya no sé qué hacer. Porque justo ayer me leí el libro en cuestión, pero claro, no puedo hacer un comentario tan bueno con el tuyo, pero tampoco puedo no hacer ningún comentario... Y ahora qué hago?
Pues mira que yo le había dicho a Mariano (el zurdo) que su relato era una mierda...es broma, es que me está cotilleando lo que pongo.
En realidad yo acabo de empezar a leerlo, el de Clandestino porque el del Zurdo ya me lo leí hace tiempo y me gustó, como todo lo que escribe (ahora se le está cayendo la baba). Pero después de leerte me dan todavía más ganas de leermelo, claro, que a ver qué digo yo cuando lo termine porque me lo estáis poniendo difícil...si acaso les invito a unas cañas (el zurdo dice que muy bien y que si son mahou mejor).
Lo dejo ya que me dicen por aquí que soy una charlas. Besitos Velasco
Géminis: seguro que haces uno mejor, así que adelante.
Mgqseam: pues si me lo permitís servidor se apunta a las cañas, sean o no de mahou.
Agora mismo me voy a pedir el libro. a ver el Serrat y Sabina estos qué cuentan..
Muy buena reseña, Estili
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