El pasado fin de semana, aprovechando el largo puente, me armé de valor y paciencia. Cuando uno es un tío pacífico, como es el caso, de lo que puede llegarse a armar en una situación límite no es de misiles BGM-109 “Tomahawk” de largo alcance tipo crucero para objetivos terrestres, o de la Massive Ordance Air Burst (MOAB), también conocida con el sobrenombre de “La madre de todas las bombas”. Que nadie se asuste. Servidor se arma de eso, de valor y de paciencia, sencillamente.
Quiero ir a parar a que me metí el todo el centro. No me estoy refiriendo tampoco a que hice lo que parece que ahora quieren hacer PP y PSOE pensando en la elecciones, no, sino que - vamos a ver si nos vamos aclarando - cogí a la familia y llevémela al centro. Al centro de Madrid. A impregnarnos de ambiente Navideño. Ahora se entenderá el rodeo que he dado para confesar lo que hice, así como el ambiente prebélico que rodea al post, me imagino.
Eso sí, lo hicimos siguiendo las recomendaciones de nuestro queridísimo Ayuntamiento, es decir, en transporte público. Y bien público, ya lo creo. Como que no nos quedó más remedio que coger el de San Fernando, un ratito a pie y otro andando, que en las paradas de autobús y en las estaciones de metro había más gente que en la guerra (otra vez que me sale el ardor guerrero, de la tensión acumulada).
Así partimos sin más referencia que el centro, también llamado kilómetro cero, sin pensar en un destino concreto, aunque teniendo bien claro por mi parte al menos que a la Plaza Mayor no, que a mí cada vez que voy a la Plaza Mayor me invade la tristeza. Es que me acuerdo de Chencho, el pobre, no lo puedo remediar, la criatura que se perdía allí mismito, yendo de la mano del abuelo Pepe Isbert, en la película La Gran Familia, la que ponen todas las Navidades en la tele. Muy pronto en nuestras pantallas, seguro.
Con tanta aglomeración de gente, pensando en Chencho, y estando como está la cosa de achuchá, no te queda más que echarle una mano a una niña, la otra a la otra niña, la tercera a la cartera... y es entonces, contando y recontando, cuando te das cuenta de que no, de que para empezar ya te está sobrando una mano y de que la que está en ese momento en la cartera no puede ser tuya, sino de alguno que debe andar todavía más acuchao que tú.
Te dan ganas de no seguir, pero no puedes evitar hacerte la pregunta: si es cierto que la cosa está tan achuchá, ¿dónde irá tanta gente, lamadrededios? La duda te da la fuerza necesaria para seguir adelante y es entonces cuando descubres la respuesta. Esa marea humana que no deja de acompañarte desde la Puerta de Alcalá hasta la Puerta del Sol y sigue calle Arenal abajo se dirige a... ¡Cortylandia! Sí, es cierto todo lo que dice la canción: “vamos todos a cantar, alegría en estas fiestas porque ya es Navidad, porque ya es Navidaaaad”. Pero todos, todos.
Para quienes no vivan en Madrid o en alguna de las muchas ciudades en las que, supongo, se produce anualmente el fenómeno conocido como “Cortylanda” - que es que los madrileños somos así de paletos, nos creemos que to’l mundo vive en la capital -, explico brevemente de qué se trata (los listillo, entonces, pueden saltarse este párrafo). Cortylandia es un entrañable y navideño espectáculo callejero audiovisual que se exhibe año tras año en la fachada de El Corte Inglés con la sana y única intención de transmitir a nuestros queridos niños un mensaje de paz y alegría porque ya ha llegado la Navidad.
El espectáculo, de quince minutos de duración, no es que sea gran cosa, pero hay que reconocer que finaliza de manera sublime con padres y niños cantando a coro lo de “Cortylandia, Cotylandia, vamos todos a cantar...” Y es después, nada más hacerse el silencio y extinguirse el eco de los aplausos, cuando una amable voz invita a los presentes a que ya que están allí, qué les cuesta, se den una vueltecita por la séptima y octava plantas de El Corte Inglés, más que nada para que las criaturas puedan contemplar la variada exposición de juguetes que se nos ofrece de manera altruista, desinteresada y gratuita.
Quiero ir a parar a que me metí el todo el centro. No me estoy refiriendo tampoco a que hice lo que parece que ahora quieren hacer PP y PSOE pensando en la elecciones, no, sino que - vamos a ver si nos vamos aclarando - cogí a la familia y llevémela al centro. Al centro de Madrid. A impregnarnos de ambiente Navideño. Ahora se entenderá el rodeo que he dado para confesar lo que hice, así como el ambiente prebélico que rodea al post, me imagino.
Eso sí, lo hicimos siguiendo las recomendaciones de nuestro queridísimo Ayuntamiento, es decir, en transporte público. Y bien público, ya lo creo. Como que no nos quedó más remedio que coger el de San Fernando, un ratito a pie y otro andando, que en las paradas de autobús y en las estaciones de metro había más gente que en la guerra (otra vez que me sale el ardor guerrero, de la tensión acumulada).
Así partimos sin más referencia que el centro, también llamado kilómetro cero, sin pensar en un destino concreto, aunque teniendo bien claro por mi parte al menos que a la Plaza Mayor no, que a mí cada vez que voy a la Plaza Mayor me invade la tristeza. Es que me acuerdo de Chencho, el pobre, no lo puedo remediar, la criatura que se perdía allí mismito, yendo de la mano del abuelo Pepe Isbert, en la película La Gran Familia, la que ponen todas las Navidades en la tele. Muy pronto en nuestras pantallas, seguro.
Con tanta aglomeración de gente, pensando en Chencho, y estando como está la cosa de achuchá, no te queda más que echarle una mano a una niña, la otra a la otra niña, la tercera a la cartera... y es entonces, contando y recontando, cuando te das cuenta de que no, de que para empezar ya te está sobrando una mano y de que la que está en ese momento en la cartera no puede ser tuya, sino de alguno que debe andar todavía más acuchao que tú.
Te dan ganas de no seguir, pero no puedes evitar hacerte la pregunta: si es cierto que la cosa está tan achuchá, ¿dónde irá tanta gente, lamadrededios? La duda te da la fuerza necesaria para seguir adelante y es entonces cuando descubres la respuesta. Esa marea humana que no deja de acompañarte desde la Puerta de Alcalá hasta la Puerta del Sol y sigue calle Arenal abajo se dirige a... ¡Cortylandia! Sí, es cierto todo lo que dice la canción: “vamos todos a cantar, alegría en estas fiestas porque ya es Navidad, porque ya es Navidaaaad”. Pero todos, todos.
Para quienes no vivan en Madrid o en alguna de las muchas ciudades en las que, supongo, se produce anualmente el fenómeno conocido como “Cortylanda” - que es que los madrileños somos así de paletos, nos creemos que to’l mundo vive en la capital -, explico brevemente de qué se trata (los listillo, entonces, pueden saltarse este párrafo). Cortylandia es un entrañable y navideño espectáculo callejero audiovisual que se exhibe año tras año en la fachada de El Corte Inglés con la sana y única intención de transmitir a nuestros queridos niños un mensaje de paz y alegría porque ya ha llegado la Navidad.
El espectáculo, de quince minutos de duración, no es que sea gran cosa, pero hay que reconocer que finaliza de manera sublime con padres y niños cantando a coro lo de “Cortylandia, Cotylandia, vamos todos a cantar...” Y es después, nada más hacerse el silencio y extinguirse el eco de los aplausos, cuando una amable voz invita a los presentes a que ya que están allí, qué les cuesta, se den una vueltecita por la séptima y octava plantas de El Corte Inglés, más que nada para que las criaturas puedan contemplar la variada exposición de juguetes que se nos ofrece de manera altruista, desinteresada y gratuita.
Todo ello, ya digo, sin el menor atisbo de incitación al consumismo por parte de los grandes almacenes, no hombre no, sino más bien haciendo gala de un tremendo derroche de amabilidad, generosidad, desinterés y espíritu navideño, que es de lo que se trata en fechas tan señaladas.
20 comentarios:
Pero no será, más bien: «Cortylandia, Cortylandia, vamos todos a comprar?
Javier: dicen "cantar", te lo juro.
Pues mira, yo no conocía toda esta parafernalia... y casi que mejor me quedo sin conocerla en vivo y en directo.
Por cierto, yo creo que a eso que hiciste con las niñas puede calificarse de "actividad de alto riesgo".
:-P
Besitos
Estimado Estilografic.blog:
Yo andé, otros anduvieron, pero yo andé por el centro en tan señaladas fechas (señaladas por usted), y he de decir que la mitad de la marea humana estaba canturreando en cortylandia y la otra mitad estaba en la Plaza Mayor comprando artículos de coña y encasquetándose preciosos gorritos de reno, que parecen ser elnovamás de estas navidades.
Y yo, y con perdón, mecagoentodoloquesemenea.
He dicho.
Viguetana: ahora que lo pienso, tienes toda la razón. No lo volveré a hacer, te lo juro.
Mariano: es andé, no anduve, que ya lo dice la canción: ande, ande ande, la marimorena, ande, ande, ande, que es la nochebuena.
Nunca he estado en cortylandia, que cosas... pero vamos, que no tengo idea de ir, eh? en las multitudes me bloqueo y me agobio.
En estas fechas deberían reforzar los servicios de T.P. como hacen en otras ciudades...
Odio madrid en navidad, es un caos de gente ruido y humo.
Ay Chenchu, que angustia me has creado, preocupada me hallo... al final lo encontraron no? es que siempre me dormía en esa parte, será mi inconsciente que no quiere ver sufrir a Pepe Isbert (una que es fan...)
No he estado en Madrid por Navidades, pero me hago una idea... Yo si voy al centro, como castañas... una que es una romántica empedernida :)
te beso :)
Este finde he estado en los madriles y me impregné también de marea humana en nuestro empeño de ir a visitar los adornos de Navidad al centro. Acabamos en el FNAC de Callao (sin ver el cortylandia) tras una breve visita a la casa del libro, también repleta (para que luego digan que la gente no lee). Total: que más vale no salir de casa. Por la cartera y por la gente. El año que viene el cortylanda volerá a estar en el mismo sitio. Igual que la Navidad.
Un saludo a ti y a tu cartera. Seguro que le hace falta cariño.
P P PPeero alma de cántaroooo. ¿Cómo se te ocurre por dios? Ni en transporte público, ni en coche, ni por ningún medio se puede llegar al centro en estos días a no ser que acampes en la puerta del sol, que me parece que no, que no te van a dejar.
Yo, ni loca me asomo por allí, por dios. Ya le bailo a mi niña si es necesario.
Besoss
ja ja ja ja ja ja ja ja me he reído tantísimo tantísimo con esta entrada que me dan ganas de ir al corte inglés a gastarme la pasta, ja ja ja
Wen: tienes toda la razón, sobre todo en lo del humo, que a mi me salía por las orejas.
Belén: lo encontraron, lo encontraron. Es buena idea lo de las castañas.
Iván: no sé que piensan en la FNAC. Deberían hacer ya un espectáculo en el que los libros cantaran y bailaran. Para fomentar la lectura, digo.
Inte: si llego a saber que tú bailas, tiro pa’tu barrio.
Deses: creo que eso quieren, los muy pillos.
Qué bonito Estili. Vamos que me ha gustado tanto eso de que sea gratis y de que te ayuden a elegir los regalos de manera desinteresada, que ahora mismo, en cuanto salga de esta puta oficina, me planto en El Corte Inglés para cantar la cancioncita.
Es qué me he emocionado un montón, es qué es todo tan bonito. Y una cosa, yo también juro que dicen "cantar" y no "comprar", que somos unos malpensados, ay,ay,ay qué somos unos malpensados.
Yo también me armé de bombas, digo, de valor y me fui al centro el viernes por la tarde.
La verdad es que viendo la cantidad de gente que cabe en la Plaza Mayor... a una le parece que estos pisos de 30 metros cuadrados que nos quieren encasquetar son un palacio ¡y luego hablamos de los chinos!
Tengo que reconocer, que por un momento no tenía yo muy claro qué fecha estabamos rondando... si Navidad o Carnavales: todos llevaban pelucas y pelucones de todo tipo... estuve rodeada de hombrecillos del "11811" ¡y yo sin mi traje de "pelocho" para hacer la competenica! A pesar de todo lo reconozco: aun habiéndome sentido como una hormiguita "peluda" (por las peluca)entre la multitud, disfruté como una enana.
Un beso estilografic, me gusta mucho tu blog, lo descubrí ayer y me tienes enganchada.
Clandestino: es que no hay ONG que funcione mejor que el Corte Inglés, ya lo sabes.
Exiliado: di que sí. Hay que darle un margen de confianza a tanta generosidad y espíritu navideño, hombre.
Mart@: yo también los vi a los de l 1811. Estamos rodeados. Bienvenida y gracias.
Parafraseando a mi manera al maestro Gila: "En este blog hay alguien que me debe un relato que me dijo que me iba a mandar, y no miro a nadie, ¿eh?, Estili..."
Mariano zurdo: Parafraseando al maestro Gila te contesto: aquí el enemigo, ¿dígamelo?
Te lo envío en breve, te lo envío en breve. Es que me falta colocar una palabra y una expresión: “anestesista” y “obnubilado me hallo”, y no encuentro el momento, que llevo dos semanas liadillo, puente de la Constitución incluido.
Y lo bien que se lo pasan los críos, ¿eh?... que de eso se trata... ¿no?.
Además, mejor que la gente esté viendo el Cortilandia que no delinquiendo por ahí.
Por otro lado, en esos 15 minutos que dura lo del Cortilandia los niños grandes nos podemos subir a la planta séptima y octava y disfrutar de los juguetes sin que nos moleste la gente menuda... que menuda gente es... son como demonios...
Vale, voy contracorriente, para practicar, mayormente, jajajaja, y me manifiesto a favor del espíritu navideño. Y si hay que estar achuchao se está achuchao. Y lo bien que se lo pasan las peques, qué, eh?. Ainsss que poco espíritu navideño teneis, leche. Si todo lo que hay que hacer es resistir luego a la llamada del consumismo. Es así de fácil.
¡Carlos Añejo!,
¡que bien que se te ve el pellejo!
Gran idea la que propones,
así los niños no nos tocan los...
hachetetepé:
Cómo se nota los que niños tenemos.
Achuchemos, achuchemos.
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