jueves, octubre 02, 2008

El Pánico

Combatir el pánico. Parece que éste es el objetivo ahora de las entidades bancarias, que temen que ese mal aliado de las crisis atenace a sus clientes o ahorradores - si es que se nos puede llamar así, porque servidor no consigue ahorrar una cantidad respetable desde tiempo inmemorial - y empecemos a plantearnos la posibilidad de retirar nuestros dineritos y guardárnoslos en casita. No me digas que no lo has pensado, bribón.

- Buenos días, señor ahorrador. ¿Qué desea?
- Y dale con lo de ahorrador. ¿Es que no ha leído usted la introducción?
- Disculpe. Buenos días, señor cliente. ¿Qué desea?
- Verá, a ver cómo se lo digo. Quisiera yo retirar mis ahorrillos, que son escasos pero valiosísimos para mí, y llevármelos a casa para darles cobijo y resguardo seguro, lejos de fluctuaciones y convulsiones financieras como las que nos acechan a diario, depositándolos, los ahorrillos digo, al calor de mi mullida, acogedora y confortable almohada.
- Ya. Pues que sepa que no es usted el primero que me viene con el cuento. He oído ese mismo discurso unas veinte veces hoy, incluido lo de la “mullida, acogedora y confortable almohada”. ¿Ha pensado usted bien en lo que está diciendo?
- ¿Que si lo he pensado? No he dejado de pensar en ello en las últimas veinticuatro horas.
- Pues sepa que es mi obligación convencerle de lo contrario, porque si accediera yo a su petición, como a la de tantos otros, significaría que estaríamos siendo derrotados por ese terrible aliado de toda crisis que se precie, cuyo nombre no quisiera pronunciar aquí en voz alta.
- ¿Quién?
- El Pánico
- ¡EL PÁNICO!
- Chsss. No lo diga tan alto. Sí. También conocido por los sobrenombres de Jiñe, Canguelo o Mieditis, pues como el mismísimo Belcebú, Satán o Lucifer, acostumbra a ocultar su identidad valiéndose de muy diferentes denominaciones, el tío.
- Me está usted asustando.
- Pues de eso se trata.
- ¿Y qué pasa con el PÁNICO, perdón, con el Pánico?
- Pues que Él es quien, aprovechándose de la - hay que decirlo así - pésima situación que atraviesa el sistema financiero y, por extensión, la economía del país, nos empuja y atenaza para que se produzca, por ejemplo, una caída de la confianza en el mes de septiembre por parte del consumidor - es decir, usted - de 1,9 puntos respecto al mes precedente según el Instituto de Crédito Oficial, que, téngase en cuenta, no sólo es instituto, sino que además es de crédito y, por si fuera poco, resulta ser también oficial, lo cual no es moco de pavo, y discúlpeme que me estoy liando.
- Tome aire, tome aire y siga.
- Decía que el susodicho Pánico nos atenaza, y además de lo señalado, hace que caminemos todos ciegos y cual si fuéramos ganado conducido por tan diabólico pastor a retirar nuestros ahorros de los bancos en previsión de posibles quiebras futuras, y nada hay más peligroso que tal proceder, porque, aunque ustedes los ahorradores, consumidores, clientes o lo que narices sean no lo sepan, ni deban saberlo, todos los bancos somos ilíquidos por naturaleza, es decir, que necesitamos del dinerito de nuestros clientes, y si estos se lo llevaran o llevasen todos a la vez de la noche a la mañana...
- ¿Qué pasaría?
- No lo quiero ni pensar. Así que haga el favor de recapacitar usted acerca de su decisión.
- Me está usted haciendo dudar ya.
- Pues piense por último en los inminentes, ocultos e insospechados peligros que le acarrearía usted el hecho de llevarse su dinero a casa y guardarlo debajo de su almohada.
- En eso no he pensado, la verdad. ¿Y cuáles son esos peligros?
- ¡Pérez!
- No me diga que también lo llaman así, al Pánico.
- No, no, me refiero a Pérez, el roedor.
- ¿El ratoncito Pérez? ¡Qué mono!
- Sí, sí, qué mono. Fíese usted del ratoncito. Dígame: usted que es un hombre cabal y honrado, ¿qué haría si, en el transcurso de su jornada laboral, al ir a cumplir con sus obligaciones diarias, encontrárase usted un fajo de billetes invadiendo y perturbando la serena y apacible rutina de su lugar de trabajo?
- Hombre, pues me lo guardaría en el bolsillo ipso facto, y más tal cual están las cosas.
- Pues lo mismo hará el ratoncito al encontrarse con sus ahorrillos debajo de la almohada cuando se disponga a recoger el diente desprendido de su ilusionada hija, no lo dude. Que será muy bueno y generoso el roedor, pero de tonto no tiene un pelo del bigote, créame.
- Pero bueno, ¿me va a decir que a estas alturas sigue creyendo usted, un abnegado y respetable empleado de la banca, en esas historias infantiles?
- Sí....
- Pero..., ¿qué le pasa ahora? ¿Por qué se me pone a llorar?
- Vera..., es que..., claro que no creo..., pero es que llega un momento en que ya no sé cómo convencer a los clientes para que no se lleven sus ahorros...
- No se preocupe, hombre, no se preocupe, que ya me sabe mal. Mire, vamos a hacer una cosa. Yo me llevo mi pecunia, ¿vale?, pero le prometo que en cuantito que la cosa se recupere y tenga mejor pinta, yo le traigo a usted mis dineros y se los vuelvo a meter en su sucursal: Palabrita del niños Jesús.
- No sabe cuánto se lo agradezco, amigo, ya me deja usted más tranquilo, ya. Ojalá todos nuestros clientes tuvieran el corazón y la comprensión que muestra usted en tiempos tan difíciles como los que nos atañen. Dios, o en su defecto Don Pedro Solbes, se lo pague.
- Ea, pues tome usted un clínex, límpiese las mucosidades pendientes de ambos dos orificios nasales y proceda a continuación a poner sobre la mesa mis modestos pero no por ello menos valiosos ahorrillos antes de que el tal Dow Jones se pegue un nuevo y sonoro batacazo y la situación se vuelva del todo insostenible, hágame el favor, rapidito.

A la madrugada siguiente, el silencio de la noche se ve perturbado en el domicilio de los Estilografic por gritos procedentes del interior de la casa: “¡ha venido!, ¡ha venido!”.

- ¡Esposa mía, también conocida como señora de Estilografic!
- ¿Qué te sucede, marido mío, también conocido como Estilografic, que te encuentro atenazado por el pánico a estas altas horas de la madrugada?
- ¿Tú no has oído un ruido?
- Oyéndolo llevo toda la noche, por no decir media vida. Se trata de tus sonoros ronquidos, sí.
- No, me refiero a un grito procedente de la habitación de las niñas.
- Ah, sí, Será la mayor. Olvidé decirte que anoche vino a la cama cuando ya dormías porque se le había caído un diente. Lo dejé debajo de nuestra almohada y la mandé a la cama corriendo. Será que ha venido el ratoncito Pérez.
- ¿Debajo de nuestra almohada? ¡MIS AHORRIIIIIIIILLOOOOOOOOS!

14 comentarios:

estilografic.blog dijo...

MORALEJA:
No dejes que el pánico te atormente
entre tanta convulsión financiera
no vaya a ser que el roedor de los dientes
vaya y te tome la delantera.

JOAKO dijo...

El ratoncito pérez ese, si que da miedo, imagina que te lo encuentras junto a la cabeza de tu hijo, ¡intentando llevarse sus dientes!, y si encima te roba... podian contratarle en lheman Brothers , o tal vez ya le han despedido, jo que lío.

wen- dijo...

Menuda alegría se va a llevar tu peque... !!! qué guay :D

Jove Kovic dijo...

Qué tensión dramática, qué perfecta resolución de la obra...
En fin, que entre los banqueros no harás muchos amigos. Saludos cordiales desde la Ciudad Condal ( he empezado a llamarla así otra vez, por si gana el PP)

Irreverens dijo...

¡Joé, Jovekovic!
XD

Este... que no eres el único que está pensando en sacar lo que tenga en el banco; por aquí anda otro que está por hacerlo ya mismo.

Eso sí, lo de la almohada no me parece muy buena idea. Yo de pequeña escondía mis dinerillos en una caja de puzle. Yavestú.
:D

belenmadrid dijo...

eso os pasa por tener ahorros!! a mí no me pasaría nunca, jeje

Belén dijo...

Y donde está tu hija ahora?

Si si ve a buscarla ja, con lo espabiladita que parece ;)

Voy a arrancarme los dientes a ver si viene el ratón con elmismo poder adquisitivo jajajajjaja

Besicos en los dientes

estilografic.blog dijo...

joako: entre el ratoncito y el tiburonzaco de tu blog, es que se lo llevan todo.

wen: le ha dejado unos pet shops de esos, que para los no iniciados explicaré que no es un grupo de música, sino unas mascotas pequeñitas y cabezonas la mar de monas.

jove: ni entre banqueros ni entre ratones.

Irre: lo de la caja del puzle se advierte antes.

Géminis: a mi ya no me pasa más, no por la experiencia, sino porque ya no tengo ahorros.

Belén: no me seas bestia, mujer.

Jove Kovic dijo...

Esto es...¡ Ni entre ratas, ni entre ratones!

estilografic.blog dijo...

jove: eso quería decir. ¡Malditos roedores!

Curioso: nos estábamos comentando al mismo tiempo, que lo sepas.

magofez dijo...

Pánico sentí yo cuando Cesc Fábregas lanzaba ese penalty. Llámame simple ...

ps. no existen los banqueros, también son empleados, je!

Mariano Zurdo dijo...

¡Menudos pájaros! (lo digo por meter algún ave en esta fauna de tipejos).
Besitos/azos.

Carlos Añejo dijo...

Mejor que se los queden tus hijas desdentadas que no los banqueros...

Anónimo dijo...

Algo tienen los roedores que siempre causan pánico. Y no solo entre las mujeres maduras...