lunes, marzo 19, 2007

En el día del padre

Desde aquel día nunca nada volvió a ser lo mismo para ese hombre . Para empezar, sus melodías favoritas - esas que se sorprendía tarareando inconscientemente en la ducha o aquéllas que se le metían en la cabeza nada más levantarse de la cama – habían cambiado considerablemente.

- En qué estarás pensando que llevas todo el día como ido -, le dice su compañero de trabajo.
- Es que no acabo de entenderlo -, le aclara él.
- No me digas que también tú sigues dándole vueltas a lo del Gobierno -, insiste el compañero.
- No, si me refiero a la estrofa de "pero no me importa porque llevo torta” de la canción de Miliki. Nunca supe lo que quería decir.

También sus lecturas eran distintas desde hace tiempo. Las novelas de “larga duración” siempre acababan quedándose a medias por falta de tiempo y concentración, pero, eso sí, estaba comenzando a ser experto en las aventuras y desventuras de Kika Superbruja. En cuanto al periódico del domingo, la mayor parte de las veces este utensilio quedaba relegado a su uso como material para manualidades.

Y del cine y la televisión, qué decir de estos dos inventos. Pues que se acabaron las películas para reflexionar, el fútbol, los telediarios o las historias de mafiosos. Ahora bien, a los personajes de Barrio Sésamo los empieza a conocer mejor que la alineación del Madrid de Capello.

- Me preocupa lo de la ballena-, salta otro día.
- ¿Pero a ti también te ha dado por el rollo ecologista?
- Si digo lo de Pinocho; que no sé cómo va a salir de ahí, el pobre.

¿Y las conversaciones?, porque esa es otra. Pues cada día más sencillas, al menos aparentemente. Su vocabulario se ha reducido notablemente, y en él ya no destellan términos como “bucelario”, “quinesioterapia” o "equipotente”. Ni rastro de ellos. Ahora las palabras que más repite son “bibi”, “pelota” o incluso otras de mayor complejidad fonética, como “chocolate”.

¿Que qué le pasa a este hombre? Pues que ha vivido una de las experiencias más trascendentes que se pueden tener en esta vida, la de ser padre. Con ello cree haber llegado a entender qué significa la inmortalidad, porque ahora sabe que después de todo algo suyo va a continuar existiendo, una vivencia que le ha hecho hasta perder el respeto y casi que el miedo a la propia muerte.

Ahora, su única insatisfacción consiste en saber que siempre se quedará con las ganas de sentir lo que significa ser madre. Pero eso, de momento, me temo que le va a resultar imposible.

6 comentarios:

Peorparaelsol dijo...

Muy buena entrada si señor, si nos opnemos a pensar en las letras de algunas canciones podemos quedarnos alucinados...

Anónimo dijo...

Que gran post, que sonrisa me ha sacado...

Feliz día del padre :)

estilografic.blog dijo...

Me alegro de que os haya gustado. Por lo menos nos quitamos el mal sabor de boca que deja el anterior post.

Besos.

Buscando dijo...

Ni padre ni madre soy yo, pero estoy enganchada a mis sobrinos, sobre todo, sobre todo: por su naturalidad, sus ganas de pasárselo bien, su curiosidad y todas sus conclusiones precoces: mi sobrina mayor, que tiene la friolera de ¡4 años!, está enganchada a su traje de ¡Batman! (se lo pone hasta debajo de la falda vaquera) y está convencida de que con él hubiera podido conseguir que no muriera la madre de Bambi, ¡ay si hubiera estado ella allí...! Besos

estilografic.blog dijo...

Eloísa: así que tienes una sobrina que va para superhéroe. Oye, pues no nos vendría mal por si dentro de unos años la cosa se sigue poniendo fea.

Anónimo dijo...

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