En ocasiones veo... gente rara. No, no me he confundido de película, que sé que no es lo mismo Bruce Willis que Nicole Kidman. Me pasa últimamente en el metro, que veo gente rara.
La semana pasada se me puso al lado un tipo con camiseta abertzale reivindicativa con el MP3 a todo trapo escuchando rock vasco radical y haciendo sus coros protesta contra la opresión y tortura del Estado español. Otro día fue un tipo que hablaba con todo el mundo y contaba chistes pésimos que no calló ni un minuto en todo el recorrido de la línea. A veces me pregunto quién es más normal, si ellos o nosotros o, como en la película de Amenábar, a quién llamamos “los otros”, quiénes son los vivos y quiénes los muertos.
Viernes 30 de marzo. 08.35 de la mañana. Estación de Sainz de Baranda. Línea 9. Un tipo con barba y rastas, piercing en orejas y nariz, baila ensimismado en mitad del vagón de metro. No se alcanza a distinguir qué música sale de su MP3, pero por los gestos de sus brazos el grupo en cuestión tiene sus guitarras, sus teclados y su baterías, doy fe.
08:40 horas. Estación de Avenida de América. El tipo sigue danzando. Los viajeros comenzamos a lanzarnos miradas de complicidad y tímidas sonrisitas. Por un momento llego a pensar que se va a quitar la sudorosa sudadera (valga la redundancia) para mostrarnos debajo una impoluta camiseta con una foto del Miguel Sebastián acompañada del lema “para que me conozcas”, o algo así. Pero no; el tipo baila y baila a su rollo, sin hacer caso de nadie.
08:45 horas. Estación de Colombia. Dos tipos con uniforme suben al vagón. Son vigilantes de seguridad. Se plantan en brazos en jarra delante del tío con gesto amenazante. El pavo ni se inmuta. Sigue bailando. Tensión en el ambiente. Todo el mundo pendiente de las tres figuras en escena. Pese al silencio, sigo sin oír la música.
VIGILANTE 1 (dirigiéndose al bailón): ¿Puede usted estarse quieto, señor?
PROTAGONISTA (sigue danzando): ¿Por qué? No estoy molestando a nadie
VIGILANTE 2: Sí está usted molestando.
PROTAGONISTA: (sin parar): Nadie me ha dicho nada. Vale, me estoy quieto.
Estoy a punto de intervenir para decir que, en efecto, no nos está molestando. El vagón no esta muy lleno y la verdad es que lo único que ha hecho ha sido divertirnos, el hombre. Pero pienso en el significado de “a nadie” en la frase “no estoy molestando a nadie” y se me ocurre que a lo mejor sí puede estar importunando a otros pasajeros. Así que me callo y sigo observando.
VIGILANTE 1: (con chulería) ¿Tiene billete?
PROTAGONISTA: (sacando su abono mensual del bolsillo) Sí tengo, pero me lo tendrá que pedir un interventor, no usted.
Gestos de admiración en platea y un ¡oh! contenido en las caras de los viajeros. El tío es bailón pero no tonto. Sigamos con nuestra escena.
VIGILANTE 1: (enfadado) Pues nos va a acompañar a ver al interventor.
PROTAGONISTA: Yo voy a trabajar. Me tendrán que justificar que llego tarde al trabajo.
YO: (por lo bajini): ¡Chúpate esa!
VIGILANTE 2 (a lo Isabel Gemio): Acompáñenos.
08:55 horas. Estación de Duque de Pastrana. Los tres hombres se bajan del vagón y se dirigen a... (hacen mutis por el foro).
Y es que, a lo que iba, que como el niño de El sexto sentido, en ocasiones veo... gente rara. Mira que eran extraños los dos tipos del uniforme.
La semana pasada se me puso al lado un tipo con camiseta abertzale reivindicativa con el MP3 a todo trapo escuchando rock vasco radical y haciendo sus coros protesta contra la opresión y tortura del Estado español. Otro día fue un tipo que hablaba con todo el mundo y contaba chistes pésimos que no calló ni un minuto en todo el recorrido de la línea. A veces me pregunto quién es más normal, si ellos o nosotros o, como en la película de Amenábar, a quién llamamos “los otros”, quiénes son los vivos y quiénes los muertos.
Viernes 30 de marzo. 08.35 de la mañana. Estación de Sainz de Baranda. Línea 9. Un tipo con barba y rastas, piercing en orejas y nariz, baila ensimismado en mitad del vagón de metro. No se alcanza a distinguir qué música sale de su MP3, pero por los gestos de sus brazos el grupo en cuestión tiene sus guitarras, sus teclados y su baterías, doy fe.
08:40 horas. Estación de Avenida de América. El tipo sigue danzando. Los viajeros comenzamos a lanzarnos miradas de complicidad y tímidas sonrisitas. Por un momento llego a pensar que se va a quitar la sudorosa sudadera (valga la redundancia) para mostrarnos debajo una impoluta camiseta con una foto del Miguel Sebastián acompañada del lema “para que me conozcas”, o algo así. Pero no; el tipo baila y baila a su rollo, sin hacer caso de nadie.
08:45 horas. Estación de Colombia. Dos tipos con uniforme suben al vagón. Son vigilantes de seguridad. Se plantan en brazos en jarra delante del tío con gesto amenazante. El pavo ni se inmuta. Sigue bailando. Tensión en el ambiente. Todo el mundo pendiente de las tres figuras en escena. Pese al silencio, sigo sin oír la música.
VIGILANTE 1 (dirigiéndose al bailón): ¿Puede usted estarse quieto, señor?
PROTAGONISTA (sigue danzando): ¿Por qué? No estoy molestando a nadie
VIGILANTE 2: Sí está usted molestando.
PROTAGONISTA: (sin parar): Nadie me ha dicho nada. Vale, me estoy quieto.
Estoy a punto de intervenir para decir que, en efecto, no nos está molestando. El vagón no esta muy lleno y la verdad es que lo único que ha hecho ha sido divertirnos, el hombre. Pero pienso en el significado de “a nadie” en la frase “no estoy molestando a nadie” y se me ocurre que a lo mejor sí puede estar importunando a otros pasajeros. Así que me callo y sigo observando.
VIGILANTE 1: (con chulería) ¿Tiene billete?
PROTAGONISTA: (sacando su abono mensual del bolsillo) Sí tengo, pero me lo tendrá que pedir un interventor, no usted.
Gestos de admiración en platea y un ¡oh! contenido en las caras de los viajeros. El tío es bailón pero no tonto. Sigamos con nuestra escena.
VIGILANTE 1: (enfadado) Pues nos va a acompañar a ver al interventor.
PROTAGONISTA: Yo voy a trabajar. Me tendrán que justificar que llego tarde al trabajo.
YO: (por lo bajini): ¡Chúpate esa!
VIGILANTE 2 (a lo Isabel Gemio): Acompáñenos.
08:55 horas. Estación de Duque de Pastrana. Los tres hombres se bajan del vagón y se dirigen a... (hacen mutis por el foro).
Y es que, a lo que iba, que como el niño de El sexto sentido, en ocasiones veo... gente rara. Mira que eran extraños los dos tipos del uniforme.
(TELÓN)
9 comentarios:
Des luego gente rara hay para aburrir, por todas partes.
Sí, hay mucha gente rara. Sobretodo si visten uniforme.
Saludos.
Jajajaja
Ole por el chico bailongo!
Si es que no sé que pasa, que les pones un uniforme y se creen por encima de todo y de todos... Y es peor cuando les dejas en evidencia y se quedan sin recursos, es entonces cuando comienzan los 'abusos'.
Buen finde!
bueno, esta entrada me ha parecido mundial, me partí de risa, y la filosofía encubierta que aportas, de diez. a dónde vamos a llegar que tener ganas de bailar te convierte en sospechoso, ja ja ja. bicos!
Os aseguro que estaba siendo un viaje en metro de lo más divertido... Hasta que llegaron ellos.
Buen final, mira que eran raros los tipos del uniforme.
pues qué bien te lo pasas tú en el metro. yo sólo veo personas normales con vidas normales :(
jajajaja es que es así, aunque a mi me pasa por días... quizás sea que haya día que nosotros mismos somos tan raros que todos son raros...
saludos!
Gran post. El día que la gente baile y cante más, esta mierda de mundo será un poquito mejor.
Salu2 y felicidades por el blog.
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