Afganistán. Nunca me había parado a pensar en la belleza de la palabra, en lo bien que suena. Comencé a hacerlo después de escuchar el monólogo de la actriz Vicky Peña en la obra Homebody Kabul (En casa/en Kabul), que se representa estos días en el Teatro Español de Madrid bajo la dirección de Mario Gas.
Repitan conmigo: Af-ga-nis-tán. ¿No es un sonido bellísimo? Al menos así se me antoja tras escucharlo de la boca de esta magnífica actriz, que consigue – no me digan cómo, que yo tampoco me lo creía -, mantener la atención del espectador durante su monólogo de una hora con el que arranca la obra mencionada. Nunca vi nada parecido sobre un escenario. Resulta, créanme, impresionante.
Londres, 1998. Es el año en el que EE UU bombardea - por vez primera y antes del 11-S - Afganistán para acabar, según unos con el régimen talibán o para distraer la atención, según otros, después de que Clinton se viera obligado a confesar su relación “física inapropiada” con la becaria más famosa del mundo. Vicky Peña, en el papel de una ama de casa (homebody) adicta a los antidepresivos, se enfrenta en solitario a un dificilísimo texto. Su personaje nos narra la historia de esa suerte de país del bello nombre alternada con locas y extravagantes reflexiones personales de una mujer incomprendida por su marido y por su hija, que gasta su vida en inventar palabras y expresiones que nadie entiende y en soñar con viajes imposibles. Su texto se va hilando y cobrando sentido apoyado en la lectura de una vieja guía de Kabul, la admirada ciudad en la que, dice la leyenda, se encuentra la tumba de Caín.
Un hotel de Kabul, poco tiempo después. El marido (Roberto Álvarez) y la hija (Elena Anaya) asisten - resignado el primero, incrédula la segunda - a la macabra y detallada narración del parte médico sobre la muerte de la mujer/madre, huída a la capital afgana en un arranque de locura. La hija no se cree la "versión oficial" e inicia la búsqueda de la madre entre las ruinas de lo que comienza a ser una ciudad destruida. Sus pasos la llevarán hasta el otro yo de su madre, la mujer afgana a la que tachan de loca y que quiere huir a Londres (otra espléndida Gloria Muñoz). Un nuevo esquizofrénico monólogo en el que se mezclan lenguas y sentimientos vuelve a elevar el espectáculo a lo sublime, y es ahí donde se lanza, ante la sorpresa del espectador, la premonición que no se olvidará en lo que resta de obra: “los talibán ya están llegando a Nueva York”.
Habrá que aclarar que la obra fue escrita poco antes del 11-S, y estrenada poco después, y que su autor, Tony Kushner, fue incluso acusado de contribuir a la defensa y propaganda del régimen talibán por su explícita crítica a la política de occidente en general y de los Estados Unidos en particular respecto a Afganistán.
Repitan conmigo: Af-ga-nis-tán. ¿No es un sonido bellísimo? Al menos así se me antoja tras escucharlo de la boca de esta magnífica actriz, que consigue – no me digan cómo, que yo tampoco me lo creía -, mantener la atención del espectador durante su monólogo de una hora con el que arranca la obra mencionada. Nunca vi nada parecido sobre un escenario. Resulta, créanme, impresionante.
Londres, 1998. Es el año en el que EE UU bombardea - por vez primera y antes del 11-S - Afganistán para acabar, según unos con el régimen talibán o para distraer la atención, según otros, después de que Clinton se viera obligado a confesar su relación “física inapropiada” con la becaria más famosa del mundo. Vicky Peña, en el papel de una ama de casa (homebody) adicta a los antidepresivos, se enfrenta en solitario a un dificilísimo texto. Su personaje nos narra la historia de esa suerte de país del bello nombre alternada con locas y extravagantes reflexiones personales de una mujer incomprendida por su marido y por su hija, que gasta su vida en inventar palabras y expresiones que nadie entiende y en soñar con viajes imposibles. Su texto se va hilando y cobrando sentido apoyado en la lectura de una vieja guía de Kabul, la admirada ciudad en la que, dice la leyenda, se encuentra la tumba de Caín.
Un hotel de Kabul, poco tiempo después. El marido (Roberto Álvarez) y la hija (Elena Anaya) asisten - resignado el primero, incrédula la segunda - a la macabra y detallada narración del parte médico sobre la muerte de la mujer/madre, huída a la capital afgana en un arranque de locura. La hija no se cree la "versión oficial" e inicia la búsqueda de la madre entre las ruinas de lo que comienza a ser una ciudad destruida. Sus pasos la llevarán hasta el otro yo de su madre, la mujer afgana a la que tachan de loca y que quiere huir a Londres (otra espléndida Gloria Muñoz). Un nuevo esquizofrénico monólogo en el que se mezclan lenguas y sentimientos vuelve a elevar el espectáculo a lo sublime, y es ahí donde se lanza, ante la sorpresa del espectador, la premonición que no se olvidará en lo que resta de obra: “los talibán ya están llegando a Nueva York”.
Habrá que aclarar que la obra fue escrita poco antes del 11-S, y estrenada poco después, y que su autor, Tony Kushner, fue incluso acusado de contribuir a la defensa y propaganda del régimen talibán por su explícita crítica a la política de occidente en general y de los Estados Unidos en particular respecto a Afganistán.
Homebody Kabul, como casi todas las grandes obras, no trata un solo tema, sino que nos habla de muchas cosas. Por supuesto, de las diferencias entre culturas, pero también de la incomunicación entre padres e hijos o entre maridos y mujeres, de la locura y la desesperación, de la huida y de la búsqueda de uno mismo, del burka real y del burka imaginario, de tantas y tantas cosas que uno no saldrá de la sala con la vida resuelta, sino más bien con numerosos asuntos pendientes. Pero, eso sí, despierto, muy despierto.
11 comentarios:
La verdad es que tiene buena pinta
Qué buena pinta!! A ver si engaño a alguien y voy a verla... Aunque estando Elena Anaya, seguro que engaño a algún amigo aunque no le guste el teatro... :P
Besotes!
Peorparaelsol y deftonia: os animo a ir a verla aunque, os aviso, que no lo he contado antes, la obra dura tres horas y media con descanso de unos veinte minutos. En el intermedio os da tiempo a salir a tomar bocata y cervecita.
Respecto a Elena Anaya, confieso que pese a lo guapa que es (que no lo voy a negar), no es lo mejor de la obra ni mucho menos (se nota que tiene pocas tablas en teatro).
J.álvarez: me alegro de volver a "oir tu voz". Espero que estés bien.
Saludos a todos
k suerte tenéis los de madrid, en vigo como mucho nos llega una representación de cada obra, cuesta un dineral y no suele haber entradas como te despistes... qué buena pinta tiene esta obra, sí señor. bicos.
Igual que desesperada, grrr. Disfrutadla por nosotr@s...
Y si, el sonido de esa palabra es evocador...
1 saludo
3 horas y media??? jopé!!!
Pues sí, tres horas y media. Asusta un poco, ¿verdad? Bueno, hay que quitarle los veintitantos minutos de descanso. Y además, no te lo pierdas, la primera hora es un monólogo, un solo personaje y una única escena. Eso sí, el monólogo es, con diferencia, lo mejor de la obra.
Reconozco que yo me lo pensé antes de ir porque conocía estos dos datos. Pero no me arrepiento, te aseguro que si te gusta el teatro merece la pena.
Desesperada y Wilde (y tantos otros): qué razón tenéis. Muchas veces los que vivimos en Madrid nos olvidamos de que, al menos en esto, somos unos privilegiados. Bueno, la verdad es que también vosotros tenéis cosas que nosotros sólo soñamos (la Ria de Vigo, el mar...)
bueno, en eso tienes razón, pero lo del teatro aquí no tiene perdón, porque hay una afición desmedida, además, todas las obras llenan, pero...
Muchas gracias por la recomendación, tenía ganas de ir, pero ahora muchas más. Espero que siga en cartel. ¡Saludos!
Eloísa: en Madrid está hasta el 29 de abril, y creo que luego va a Sevilla, Málaga y Granada, y a algún sitio más, pero no sé las fechas.
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