Me entero por 20minutos de que vuelven las casetas de libreros a la Cuesta de Moyano. La calle ahora va a ser completamente peatonal y va a tener su carril bici y todo. Y por supuesto, las casetas de los libreros, que se habían trasladado al Paseo del Prado. Me alegro, porque a mi es una calle que me trae gratos recuerdos.
Mi novia estudiaba cerca del Retiro, y yo la esperaba muchos días viendo libros y más libros, imaginando las miles de historias que podría haber dentro de aquellas páginas. Cuando ella llegaba yo solía estar todavía absorto en alguna de esas quijotescas aventuras imaginadas, pero reconozco que se me pasaba rápido la tontería, que el amor, ya saben, es lo que tiene.
Recuerdo que en mis años de facultad la “Cuesta Moyano” era la respuesta a una de esas preguntas con trampa y con premio:
Estudiante listo: ¿dónde has comprado ese libro?
Estudiante tonto: En la Cuesta Moyano.
Estudiante listo: ¡Me la agarras con la mano!
Y entonces se te quedaba cara de lo que eras, de estudiante tonto.
¡Qué placer el de leer fragmentos de libros que quizás nunca llegaras a terminar! Ahora la gente hace lo mismo en los Vips y en Crisol, pero ya no es lo mismo, dónde va a parar. El sol no te calienta las orejas mientras ojeas el ejemplar elegido, y encima te sientes permanentemente vigilado por las cámaras, que desconfían de ti como si fueras a robarle la palabras a algún clásico y dejar el libro en blanco y tiritando.
En la Cuesta Moyano (le quitamos definitivamente el “de”, que ya son muchos años y hay confianza) nadie te reprochaba lo que hacías. Es más, era parte del guión abrir el libro de poemas y tomarle prestados algunos párrafos que luego rescribías a tu manera haciéndote pasar por romántico maldito a punto de suicidarse. Siempre, claro, que luego volvieras a dejar el ejemplar en su sitio, que si no lo que tenías que hacer era olvidarte de romanticismos, esperar a que te pusieran de "maldito" para arriba y comenzar a pensar en el suicidio como una posibilidad real, de la bronca que te caía.
No tenía ni idea, ni me importa un pimiento la verdad, que la calle se llamara en realidad Claudio Moyano, quien, tócate las narices, fue alcalde de Valladolid y ministro de Fomento en el siglo XIX. El sujeto fue autor de una ley educativa que se mantuvo en vigor – y aquí conecto con el post anterior – la friolera de 100 años, y no como las de ahora, que parecen entrenadores de fútbol, de lo poco que duran.
Yo en la Cuesta Moyano compré muchos libros. Recuerdo ahora, así a bote pronto, un ejemplar azul con letras negras, de bolsillo, pero muy de bolsillo, de las obras completas de Baudelaire.
Me voy a tener que echar una novia que estudie por allí, releer Las flores del mal y, sobre todo, volver a ser un estudiante tonto.
Mi novia estudiaba cerca del Retiro, y yo la esperaba muchos días viendo libros y más libros, imaginando las miles de historias que podría haber dentro de aquellas páginas. Cuando ella llegaba yo solía estar todavía absorto en alguna de esas quijotescas aventuras imaginadas, pero reconozco que se me pasaba rápido la tontería, que el amor, ya saben, es lo que tiene.
Recuerdo que en mis años de facultad la “Cuesta Moyano” era la respuesta a una de esas preguntas con trampa y con premio:
Estudiante listo: ¿dónde has comprado ese libro?
Estudiante tonto: En la Cuesta Moyano.
Estudiante listo: ¡Me la agarras con la mano!
Y entonces se te quedaba cara de lo que eras, de estudiante tonto.
¡Qué placer el de leer fragmentos de libros que quizás nunca llegaras a terminar! Ahora la gente hace lo mismo en los Vips y en Crisol, pero ya no es lo mismo, dónde va a parar. El sol no te calienta las orejas mientras ojeas el ejemplar elegido, y encima te sientes permanentemente vigilado por las cámaras, que desconfían de ti como si fueras a robarle la palabras a algún clásico y dejar el libro en blanco y tiritando.
En la Cuesta Moyano (le quitamos definitivamente el “de”, que ya son muchos años y hay confianza) nadie te reprochaba lo que hacías. Es más, era parte del guión abrir el libro de poemas y tomarle prestados algunos párrafos que luego rescribías a tu manera haciéndote pasar por romántico maldito a punto de suicidarse. Siempre, claro, que luego volvieras a dejar el ejemplar en su sitio, que si no lo que tenías que hacer era olvidarte de romanticismos, esperar a que te pusieran de "maldito" para arriba y comenzar a pensar en el suicidio como una posibilidad real, de la bronca que te caía.
No tenía ni idea, ni me importa un pimiento la verdad, que la calle se llamara en realidad Claudio Moyano, quien, tócate las narices, fue alcalde de Valladolid y ministro de Fomento en el siglo XIX. El sujeto fue autor de una ley educativa que se mantuvo en vigor – y aquí conecto con el post anterior – la friolera de 100 años, y no como las de ahora, que parecen entrenadores de fútbol, de lo poco que duran.
Yo en la Cuesta Moyano compré muchos libros. Recuerdo ahora, así a bote pronto, un ejemplar azul con letras negras, de bolsillo, pero muy de bolsillo, de las obras completas de Baudelaire.
Me voy a tener que echar una novia que estudie por allí, releer Las flores del mal y, sobre todo, volver a ser un estudiante tonto.
9 comentarios:
Mi primera visita :)
Se ve que vivo en otro planeta o en un Madrid paralelo, pero no tenia ni idea que que habian quitado los puestos en algún momento... en fin jejeje ya se ve lo que piso la capital.
Yo solía ir de pequeña , me llevaban mis padresy compraban libirtos para mi y para mi hermano y para ellos. Actualmente no se cómo estará.. y por lo que dices proximamente en obras.. ( como el resto de Madrid) pero yo recuerdo un paseo con árboles precioso precioso.
Que evocador ha sido :) gracias
Bienvenida wen, nos conocíamos de vista (yo a ti por lo menos) aunque antes nunca habíamos "hablado". Ya sabes, con mantener el blog a veces no tienes tiempo de comentar en el de gente nueva. Te debo unos cuantos comentarios. Prometido.
Yo paso todos los días por recoletos, y entre ayer y hoy lo han desmontado todo. Las casetas de libros que había. Desconocía el motivo, ahora ya lo sé.
Gracias.
Leyéndote me he acordado de las tiendas de Madrid Rock y Discoplay, hoy ya cerradas. No es tan romántico como la Cuesta de Moyano, pero también han sido muchas horas de ojear carátulas de discos... Besos
Yo soy de las que ojea libros en el Vips, en Fnac y en todas partes!!
Gracias por contarnos la historia de Moyano, no tenía ni idea. Me recuerda que hace poco me preguntaron si sabía de quién era la estatua que hay en la Plaza Mayor de Madrid y no tenía ni idea...
Me alegro por vosotros. La úiltima vez que estuve en Madrid la eché de menos.
jo, elo, ¡discoplay! ¡madrid rock! cuantísimas tardes me pasé ahí cuando estudiaba en Madrid. A la cuesta de Moyano iba menos, pero también iba, joder, que me he puesto nostálgica y tó!
Tenéis razón. Yo también he perdido horas y horas en Discoplay y en Madrid Rock. Y luego salías de la tienda sin discos - porque no llevabas un duro - pero con un montón de canciones en la cabeza.
discoplay ? joer, yo era super canija cuando discoplay... solo me acuerdo que habia uno en la vaguada que siempre esperaba a mi madre en la puerta XD
estilografic no me debes nada jejeje, vengo porque me da la gana, eso no te obliga a corresponder las visitas XD
Publicar un comentario