lunes, julio 09, 2007

Tolerancia

Esta mañana he visto cómo una abuelita se santiguaba al precipitarse a la calle desde el portal de su casa. Suena duro lo de “precipitarse”, pero es que la vida es así de dura los lunes, amiguitos, hay que reconocerlo. Ojo, que este post no va a ser una crítica a lo de santiguarse, que no es que me parezca ni bien ni mal – sujeten los perros, por favor, señores obispos – es que sencillamente me ha llamado la atención porque hacía mucho que no lo veía, ese gesto.

A mí en realidad hasta me parece una costumbre entrañable porque me recuerda a la infancia, que se lo veía hacer a las abuelitas de entonces cuando salían de sus portales del Barrio de Salamanca, donde la mía, mi abuela digo, tenía un viejo pisito que compartíamos toda la familia.

Pero claro, el gesto me parece muy entrañable siempre que la abuelita en cuestión no aproveche el impulso de la mano al persignarse – que también se dice así, que los curas otra cosa no, pero cultos siempre han sido un rato - y le suelte un guantazo en plena cara al chaval que pasaba por allí, pedazo de jovencito sinvergüenza, que no hay más que ver las pintas que llevas, habráse visto....

¿No ves? eso ya no me gusta ni un poquito, señora. O donde digo señora léase arzobispo o tertuliano de la COPE, que me da lo mismo.

No es que la viejita de esta mañana, la pobre mujer, lo haya hecho, lo del guantazo, sino que lo que quiero decir es que lo de la religión a mi me parece muy respetable, que no me gusta criticar a la Iglesia porque sí, pero siempre que no se trate de hacer comulgar a la gente con ruedas de molino ni de lanzar a diestro y siniestro acusaciones de colaboración con el mal.

A mi es que nombran lo del mal y yo es que soy muy sentido y fácilmente impresionable para esas cosas, y se me viene a la cabeza – que me gira, que me gira, que no puedo parar, la cabeza digo – la famosa escena del exorcista, ya sabes, la de la niña retorciéndose el pescuezo a modo de peonza, y mira, no me quiero ni imaginar al profe de mis hijas en situación semejante echado papilla verde por la boca mientras reparte los exámenes de Educación para la Ciudadanía. Que digo yo que no será para tanto, la asignatura.

En definitiva, que hoy no tocaba hablar de religión, sino de tolerancia, disculpe usted, buena señora.

7 comentarios:

Mariano Zurdo dijo...

Me gusta la palabra tolerancia. La practico todo lo que puedo. Me parece esencial para la convivencia de las personas. Somos tan iguales y tan diferentes a la vez que la tolerancia se convierte en la mejor de las reglas del juego.
Pero la tolerancia tiene que tener una base. En el caso de la actuación de la conferencia episcopal en lo referente a la asignatura de educación para la ciudadanía y los derechos humanos no puedo ser tolerante. No debo serlo. Porque están mintiendo, y si mal no recuerdo mentir es pecado, ¿no?
En las cuestiones de fe no me meto mientras que no conculquen ningún derecho fundamental, pero fuera de ahí...

Anónimo dijo...

Es que van contra si mismos, hacen lo contrario de lo que predican. Lo malo es que quienes les siguen, no quieren verlo, y no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Anónimo dijo...

Yo también trato de ser tolerante, pero es complicado, nuestra sociedad esta tan anclada en le prehistoria, que yo no se ser tolerante con los intolerantes, y eso, me guste o no, también me hace intolerante.

Lo que me cuesta tolerar es que Estili esté dos días sin escribirnos, pero bueno, menos mal que es lunes!

Salud!

Viguetana dijo...

Yo tengo una gran fe... en que algún día realmente por la boca muera el pez.

Amén.

Isabel Burriel dijo...

No sé que pasa que todo el mundo se ha vuelto loco con eso de la educación por la ciudadanía.
Creo que las cosas se están sacando de quicio.
Y tienes razón. Un poquito de tolerancia, por favor.

Desesperada dijo...

es increíble, te estaba leyendo y recordando cuánto le costó a mi agnosticismo librarse del gesto infantil de santiguarse al emprender un viaje en coche! ja ja ja ja ja

Pilar dijo...

Ay, me has recordado algo. El sábado iba yo camino a la playa con el bikini y un pareo y pasé por una iglesia. Me entraron ganas de entrar -no, nada de remordimientos del viernes noche :) - como puro interés artístico.
Dudé unos instantes... no sería la primera vez que me echan de una iglesia por no vestir "correctamente".

Bueno, la última iba con un amigo y me emocionó una pieza artística. Me abracé a él -de verdad que el buen arte me supera- y vino un cura a decirme que esos cuerpos se separasen en presencia de Cristo!!!
Me quedé con una sensación tan amarga de incomprensión, de distancia abismal ... Ese cura no entenderá jamás lo que es abrazar a alguien llena de emoción por la belleza, sin dejar espacio a la mezquindaz, como él.

En fin, besos y amén!